CAPITULO 4

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A pesar del pesado edredón azul, que cubría sus hombros, Tae temblaba de frío cuando se metió en medio de la gran cama de Seokjin. Tenía sentido que el hombre tuviese una enorme cama, tan grande como era. Sin duda era la cama más enorme que Tae había visto. Intentó recordar, la última vez que había estado en una cama sólo por estar en una y no pudo. Navaja lo hacía dormir en el suelo, ¡gracias a Dios! Y los otros le daban la patada, tan pronto como terminaban con él, y eso asumiendo que se molestasen en llevarlo a la cama en primer lugar. La mayoría simplemente lo inclinaba sobre la superficie plana más cercana o lo hacían arrodillarse sobre la tierra y grava. Y nunca parecía importar quien estuviese cerca o donde estuviesen,  en el lateral de la carretera, un aparcamiento, en el medio de un bar, cuando Navaja lo usaba para conseguir lo que quería, que era donde el infierno de Tae comenzaba y terminaba.

Lo que había entre medio, era una vida de incertidumbre, esperando siempre al próximo cretino que pensaba que Tae no valía nada más que para ser usado como un trozo de carne. Tae se estremeció y llevó el edredón más cerca de sus hombros. Nunca parecía estar caliente, algunas veces el frío helado llegaba a sus doloridos huesos. Estaba muy seguro de que se debía al abuso que había sufrido a manos de Navaja. Si el hombre no lo estaba golpeando o lo asustaba cortándole el aire, una de sus formas favoritas de tortura, se olvidaba de alimentarlo. La falta de comida, lo había llevado a una seria pérdida de peso. Era piel y huesos, dificultando que la sangre circulase por su cuerpo. Era un desastre, un desastre helado. Tae envolvió su cuerpo apretándose más en el grueso edredón, asegurándose de que sus pies quedasen dentro.

Comenzó a acostarse, intentando cerrar los ojos, aunque fuesen sólo unos minutos, cuando escuchó la puerta de la otra habitación abrirse. Tae se sentó, sus ojos fijos en la puerta de la habitación. El temor robó el aire que había en sus pulmones. Una gran figura entró dentro cuando la puerta se abrió. La luz del salón ensombrecía a quien fuese que estaba allí y no sabía si era Seokjin u otra persona. La enorme forma se acercó. Gimió y comenzó a rodar a un lado de la cama para escapar, excepto que no había sitio para correr. Estaba en un apartamento de una habitación, con una sola puerta y alguien estaba de pie delante de ella.

—Tae cariño, está bien. ―Unas manos lo levantaron y lo presionaron contra un amplio pecho.

El corazón de Tae, bombeaba fuera de control, mientras intentaba conseguir aire. Se agarró a la camisa de Seokjin, sosteniéndose como si le fuera la vida en ello. De nuevo, suaves círculos fueron frotados sobre su espalda. Enterró la cara en el pecho de Seokjin, inhalando el olor calmante del hombre. Que olía, como nada que hubiese olido hasta ese momento. Era fuerte, masculino, almizclado. El espeso aroma se impregnaba en Tae, saturando sus hambrientos sentidos. Seokjin olía a seguridad.

―Te tengo Tae―, Seokjin murmuró sobre su cabeza. ―Estás a salvo. Lo prometo. Navaja se ha ido.

Tae inhaló y levantó la cabeza, para mirar a Seokjin a los ojos.

Seokjin sonrió. ―Sí―, dijo como si leyese la pregunta, en su cabeza. ―Le rompí la nariz, tomé su cuchillo y después lo arrojé por la ventana.

Tae se quedó con la boca abierta. La sonrisa de Seokjin se convirtió en una profunda risa que vibraba en su pecho.

―No esperabas eso, ¿verdad?

Negó con la cabeza. Sinceramente, había esperado una gran lucha, quizás disparos. Mientras que Seokjin era grande, Navaja no entraba en una lucha sin estar armado, y tampoco lo hacía solo. Prefería aterrorizar con refuerzos.

―Bueno, es cierto Tae, ahora eres libre.

Tae colapsó contra Seokjin. No tenía otra elección. Su cuerpo simplemente lo abandonó. Sollozaba silenciosamente, mientras una enorme angustia se apoderaba de él, entrelazada con el alivio de que su pesadilla hubiese terminado.

WINDY SPRING VIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora