CAPITULO 7

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—Hey Tae, ¿hoy quieres intentar bajar las escaleras?

Tae miró desde donde estaba tumbado, leyendo un libro. ¿Quería bajar las escaleras? Ya llevaba con Seokjin, nueve días. Excepto por el viaje al hospital, aún no había salido del apartamento. Para ser honesto, le aterraba que Navaja regresara por él y se lo llevara, antes de que Seokjin pudiese pararlo. Ir abajo, donde la gente podía verlo, hacía que su estómago doliese por el temor. Pero también estaba cansado, de su asustadiza mente y de la soledad. Odiaba las horas que Seokjin tenía que bajar para dirigir el bar, aunque supiese que el hombre no tenía otra elección. Era el jefe, el tipo que tenía que estar allí. No le molestaría tanto, si pudiese estar con Seokjin cuando fuese a trabajar... lo que contestaba a la pregunta de si quería ir abajo o no. Asintió, señaló la camisa y los anchos pantalones de deporte que tenía puestos, que era lo único que llevaba, aparte de una sonrisa y un par de calcetines, al menos cuando Seokjin estaba con él. Parecía estar sonriendo, siempre que tenía a Seokjin a su alrededor.

―Cierto, ropa. ―Seokjin se rascó la cabeza. ―Me olvidé de ella.

―Frunció el ceño, por un momento, mientras miraba a Tae. ―Deja que haga un par de llamadas. Estoy seguro, de que alguien sabrá donde puedo conseguir ropa para un diablillo.

Tae rio silenciosamente y le arrojó una almohada. Después de todo por lo que había pasado, estaba sorprendido de no sentir ni una pizca de temor, cuando Seokjin gruñó y se lanzó hacia él. Ni siquiera sintió miedo, cuando el hombre lo agarró y lo lanzó al aire, antes de acunarlo en sus brazos. Simplemente se sentía alegre... y deseoso. Flotaba en deseo, en piscinas de deseo. Su cuerpo entero estaba tan excitado, que ardía cada vez que Seokjin estaba cerca de él. Simplemente, tenía que escuchar la voz del hombre, para que su cuerpo revolotease como si necesitase su atención para existir.

―¿Mi pequeño diablillo, va a venir a trabajar conmigo hoy?

Tae se quedó sin aliento. Miró a Seokjin, esperando que el hombre pudiese leer su mente, porque no sabía dónde estaba su libreta y realmente necesitaba saber si lo quería de verdad. Cuando Seokjin suspiró, el corazón de Tae se hundió. Sabía a donde iba esto, antes incluso de que Seokjin abriese la boca. Tontearon la noche anterior, pero eso fue todo. Había pasado los últimos días recuperándose, principalmente comiendo las descomunales cantidades de comida, que Seokjin le preparaba y durmiendo. No hubo mucho tiempo para algo más, hasta que Tae despertó a Seokjin en medio de la noche. No se mencionó nada a la luz del día, casi como si nunca hubiera ocurrido. Si no hubiese estado íntimamente involucrado, nunca hubiese sabido que Seokjin sacudió su mundo la pasada noche. Ahora no podía evitar preguntarse, si éste quería pretender que nunca ocurrió. Tae se sentó allí, mordiéndose el labio inferior. Se puso a mirar sus manos, mientras esperaba que Seokjin hablase, temiendo lo que el hombre iba a decir. Había pasado poco más de una semana, pero había llegado a depender de que Seokjin estuviese allí para él. No sabía lo que iba a hacer, cuando Seokjin finalmente se cansara de él.

―Lo de anoche, nunca debió haber ocurrido Tae.

Tae cerró los ojos, cuando la esperanza que había sostenido, se estrelló en el suelo. La respuesta de Seokjin, no era más que lo que había esperado. El hombre podía tener a quien quisiera. No había motivo para que mirase a alguien que había sido pasado, entre los miembros del club de motoristas, más veces que una lata de aceite. Tae, era simplemente, mercancía usada. Quizás un día pudiese pretender otra cosa, pero no ahora, no cuando todo estaba tan fresco en su mente.

―Necesitas un sitio seguro para sanar Tae y no estoy seguro de que este lo sea.

Tae apretó sus manos, haciéndolas puños, clavándose las uñas en sus palmas. Seokjin estaba echándolo. Podía oírlo en la voz del hombre. O estaba cansado del cuidado que necesitaba, o avergonzado por lo que había ocurrido entre ellos la noche anterior. De cualquier forma, lo esencial era que estaba echándolo. Y Tae sabía que no tenía derecho a protestar. Seokjin había hecho mucho por él, mucho más que cualquiera que conociese.

WINDY SPRING VIWhere stories live. Discover now