CAPÍTULO XVI

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− Quiero todos los datos que encuentres de esa chica encima de mi mesa ya.

El comisario jefe le ordenó directamente a Iker, su mejor policía en meses, su ojo derecho. Había rumores por toda la comisaría que parecían padre e hijo, Javier le sacaba las castañas del fuego más de una vez, sobre todo cuando se enrolló con una sospechosa de asesinato, e Iker se jugaba el cuello por su jefe, como aquella vez que asumió la culpa de una pérdida de pista.

Iker no se atrevería a ocultar nada, y eso Javier lo tenía más claro que nada. Por eso mismo sabía que tenía que mantenerle en el caso, no solo en el caso, sino que fuera el que llevase la voz de este caso. Dudaba si había hecho bien en admitir a Hugo, aun sabiendo que era una vuelta irregular, que no se habían cumplido los quince días, por mucho que dijeran los papeles.

− Sabes que lo tendrás antes de lo que te esperas. −le contestó con una sonrisa.

Iker se sentó en su mesa, concentrado, tecleó un par de cosas y la impresora empezó a chupar folios. Tenía preparada ya una carpeta con todos los datos de Triana, no se fiaba de ella ni de sus casos. Aunque era consciente de que no podía estar metida en todos los casos que había escrito para el periódico, intuía que tenía muy buenos contactos en el mundo policial sevillano. Y que pretendía hacer lo mismo en el norte, pero Iker no dejaría que eso pasase.

− No me decepciones. −advirtió con una mirada seria antes de volver a su propio despacho el jefe.

− No lo haré. −susurró Iker.

Aunque fue para sí mismo.

Iker había estudiado un curso de informática que le había ayudado para entrar en la comisaría después de la academia de policía, pero había estado metido en las profundidades del Internet desde que su madre compró un ordenador de torre para toda la familia. Era bueno manejando los ordenadores, rastreando historiales y buscando sin dejar huellas. Cosa que con los años se había acabado perfeccionando tanto que podía llegar a ser un delito, si no fuera porque era un policía.

En menos de lo que Javier se esperaba, tenía un informe impreso, como a él le gustaba, encima de su mesa. En una carpeta marrón con el título de la posible sospechosa, aunque tanto para como el jefe como para el inspector era una clara sospechosa.

− Hora y media... −dijo Javier. − ¿Qué falta? −preguntó antes de abrir la carpeta.

− Nada. −aseguró. −Todo lo que hay de Triana de Morales en la web lo tiene en sus manos. −sonrió socarrón. −A no ser que tenga otro nombre... −bromeó.

Javier levantó una ceja ante la broma del chico. Iker no había perdido el sentido del humor con el paso de los casos, humor que a veces se tornaba pesado.

− Si tuviera otro nombre también lo hubiera encontrado. −dijo tan seguro que era imposible no creerle. −Además, sé quién es el dueño del Mal de Ojo.

El comisario jefe cerró la carpeta que había abierto, aunque solo había llegado a ver una foto de Triana. Miró a Iker y le indicó con un gesto que se sentara en los sillones frente a él. Obedeció de inmediato, pero con lentitud y manteniendo la espalda recta, como si fuera él el jefe.

− Se llamo Daniel Jiménez, parece que está totalmente limpio, pero es exactamente eso, solo una apariencia. −informó Iker serio.

− ¿A qué te refieres? −preguntó Javier. −Sabes que en una desaparición el tiempo es oro, dímelo todo de una, joder. −maldijo entre dientes.

− Ese tío tiene un club de striptease, pero parece ser mucho más. Su página web es como un catálogo de tías, no me quiero imaginar el bar en sí.

Recuerda quién soyWhere stories live. Discover now