CAPÍTULO XXIV.

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7 de Enero, 11.30AM.

Torre Blanca, Sevilla.

− Si Javier no nos ha dicho nada es porque no sabe nada. No tiene ni idea. −dijo Iker haciéndose un café.

Hugo no había dormido nada esa noche. Lo que había descubierto de Triana solo sumaba más preocupaciones y dolores de cabeza a su vida. El vídeo de lo que parecía ser su hermana viva le rondaba la mente cuando intentaba dormir, solo era capaz de visualizar esa imagen, y de imaginarse otras mucho peores. También le habían rondado el estómago, se había levantado a vomitar dos veces, despertando con la segunda a su compañero.

− O no lo ha mirado. −supuso Hugo, desganado.

No podía dejar de reproducir el vídeo, de imaginarse a Lucía León ahí tirada, en un zulo de cuatro paredes tan pequeño que le producía una claustrofobia que no tenía.

Conocía bien a su jefe, si no lo tomaba en serio no le echaría cuenta a las súplicas de sus agentes, y para él, el caso de Lucía estaba cerrado desde hacía meses. No lo abriría por un vídeo en el que no se le veía la cara a la perfección. Solo era una suposición de hermano mayor protector.

De esas que se tiene cuando hay una conexión especial, cuando sabe lo que le está pasando a la pequeña, justo como pasó en aquellas vacaciones en Sevilla. Las vacaciones donde todo se vino abajo.

− ¿Qué hay de Mateo? −preguntó intentando alejarse de su hermana.

− Lo investigaré mejor en Santander.

Iker se sentó a su lado en el sofá, despreocupado. Ahí sentados parecían amigos del alma, que no se habían separado jamás. Uno que lo había pasado mal, al que le habían dado la peor noticia de su vida, y otro que lo animaba y lo apoyaba pasara lo que pasara.

− Ayer no estabas tan calmado. −observó Hugo. −Querías quedarte aquí e ir a hablar con el Dani sin pensar en las consecuencias que te pondría luego Javier.

− Bueno, pero he tenido toda una noche para pensarlo mejor. −reconoció demasiado convencido su compañero. −Aquí ya no hacemos nada.

El ojiazul no le contestó ni hizo gestos. Iker sabía que en ese momento Hugo no estaba con él, aunque su cuerpo estuviese justo al lado del suyo. No quiso insistir en que era lo mejor olvidarse del vídeo, que seguramente algún gracioso le había mandado por el cumpleaños de su hermana. Centrarse en el caso que tenían entre manos era la mejor opción, por no decir la única, que debía preocuparles.

El móvil de Iker sonó desde la habitación, se levantó tranquilo y emitió un sonido de molestia, como si estuviera de vacaciones, aunque estaba en mitad de un caso. Hugo se preguntó si todos los casos que había estado llevando sin él les había molestado tanto como este. Y si había querido cerrarlos tan rápido.

− ¿Qué?

Oyó Hugo desde el salón.

− Es imposible, Javier.

Las once y media y era la primera llamada que el jefe había hecho, pese a que su horario empezaba a las ocho. Iban tranquilas las cosas en la comisaría, cosa que a Hugo le ponía de los nervios. En una desaparición no puede ir nada con calma, la vida de la víctima corre más peligro que nunca y ellos tienen que hacer todo lo necesario para encontrar sana y salva.

Sin embargo, y aunque solo hubiese dormido un par de horas, Hugo supo lo que esa llamada significaba.

− Han encontrado un cuerpo. −anunció Iker volviendo al salón.

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