CAPÍTULO XVIII

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7 de Enero, 2.30AM.
Sevilla.

Las calles de Sevilla Este estaban sucias, el piso donde se habían quedado no era nada de otro mundo, pertenecía a un hombre de mediana edad, amigo de Javier, quien los iba a acompañar al bar junto a su compañero. Irían los cuatro como paisanos y entrarían en aquella especie de discoteca que tan mala espina le estaba dando a Hugo.

La puerta del portal no tenía cristal y estaba abierta. Iker llamó al porterillo para que supieran que subían, pero no funcionaba. Intercambió una mirada con Hugo. Su compañero rodó los ojos y suspiró frustrado.

−      Sevilla... −susurró el ojiazul.

−      Bueno, podría ser peor. −le contestó Iker con una sonrisa.

−      ¿Dónde vais? −preguntó una vocecilla desde una ventana.

Iker retrocedió un par de pasos para ver de dónde provenía aquella voz tan dulce. Una niña pequeña estaba asomada a una ventana con rejas, mirándolos interesada en ver lo qué hacían.

−      Veníamos buscando a unos amigos. −contestó Iker sonriente.

−      ¿Por qué hablas así? −preguntó inocente.

Hugo ni siquiera se había girado para ver a la niña, se limitó a rodar los ojos de nuevo y volver a suspirar. No habían pasado ni dos horas desde que habían aterrizado y ya quería volver a casa, a Santander. Se habían perdido, habían tenido que andar más de lo que tenían pensado y ahora no sabían si los compañeros iban a estar en ese piso o no.

−      Iker... −apremió Hugo. −Entramos y buscamos el nombre en el buzón. −dijo seguro.

Iker se despidió de la niña animadamente y siguió a su compañero dentro del portal. No era lo que esperaba, Iker no conocía nada de Sevilla, solo el rumor de algunos barrios, pero no se imaginaba que el interior de una comunidad pudiera estar tan sucio.

Papeles rotos por el suelo que se extendían hasta las escaleras, algunos buzones abiertos de par en par y bolsas de basuras en las puertas de los pisos que olían tan mal que podían echar a cualquiera que se atreviera a entrar, menos a ellos dos, claro.

Hugo avanzó un par de pasos hasta los buzones y buscó el nombre que Javier les había dicho. Juan López era un nombre común, pero no esperaba encontrarse con que dos de los vecinos de la misma comunidad lo compartieran. El bajo derecha estaba a la vista, tenía la bolsa de basura al lado. El tercero izquierda no lo habían visto, pero esperaban que fuera aquel piso.

−      Encima el ascensor está estropeado. −se quejó Iker al ver el cartel.

−      ¿No hay otro? −preguntó Hugo, buscándolo con la mirada.

−      No. −contestó subiendo los primeros escalones. − ¿Qué te dice tu intuición? −preguntó burlón.

−      No me hables de intuiciones... −pidió.

De repente, la imagen de Triana la ocupó la mente. No había dejado de pensar en ella desde que se subió en el avión, desde que la dejó en su piso. Quizás debería haberle dado su número de teléfono por si necesitaba algo. Iker contaba los escalones que iban subiendo en voz alta mientras Hugo sacaba su móvil.

No estaba bien espiar a las personas, pero solo quería asegurarse de que una desconocida no le había robado. El salón estaba vacío, la cocina también y en el fregadero no había ni siquiera un plato sucio. La habitación también se encontraba del todo vacía, pero la maleta estaba abierta en el suelo y con ropa encima de la cama. Supuso que estaba en el baño.

Recuerda quién soyWhere stories live. Discover now