Stephanie, 19 años

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Mi madre y padre adoptivos están muertos. La mancha de sangre fresca en el suelo aún está de un tono rojo brillante, sin haberse oxidado todavía.

Puedo ver el agujero de bala en sus sienes, producido con la misma pistola que ellos planeaban usar contra mi.

"Prefiero un hijo muerto, a un hijo maricón"

Eso dijo mi padre.

Cuando le quite la pistola y lo apunté, apenas cambio su discurso

"Prefiero morir a ver en lo que te has convertido, Cristhian"

Yo le dije:

"¿En lo que me he convertido, o lo que siempre he sido y nunca quisieron ver?"

Y jale el gatillo. Dos tiros limpios uno detrás de otro.

¿Sentí culpa? No, para nada. Cuando te han entrenado para ser una soldado que mata sin remordimiento a un adversario que no conoce, solo por ser del bando contrario, el miedo a matar desaparece de ti. Siento aún menos pena por los cadáveres de quienes hicieron mi vida un infierno.

Sin embargo, me dolió cuando mate a mi ex novio. Pero en ese momento tenía dos años menos y creía que el me amaba.  Muy iluso de mi parte. Ya debí haber aprendido, incluso en aquel entonces, que nadie quiere a una trava, a menos que sea para llenarle el trasero de semen. Menos aún si te quita el título de "el más fuerte e inteligente " en la escuela militar, apenas unos meses después de entrar en ella.

Que estúpido monólogo interno es este, creyendome superior que los cuerpos inertes a los que les he quitado la vida, cuando ahora camino con la cola entre las patas hacia la casa de la única que puede salvarme.

"Oh, pequeña ¿que ha ocurrido?"

Así me recibió cuando mi ex intento matarme, y yo tuve que defenderme. Una clara defensa propia, pero que el juez no creería a menos que ella me estuviera defendiendo. La justicia es la cosa menos justa que he conocido. Más indignante que el resto porque pretende serlo.

Esa mujer decrépita de 50 y largos años , que tocaba mi pierna bajo la mesa cuando era una niña. A nadie le sorprendió cuando después de verla termine en el hospital con un desgarre anal. Todos los depravados son aceptables si tienen la capacidad de fingir no serlo en la superficie.

Después de romperme de nuevo, acariciara mi cabeza y me dirá "Ya estarás mejor, Stephanie". Decir mi nombre es una sucia estrategia suya para tranquilizarme. Después de todo, nadie más lo usa, sin importar el reciente cambio de documento que hice.

Pero es el precio que tengo que pagar.

Quizás en un futuro ella muera después de toda una vida fumando como chimenea.

Ese día yo seré libre de verdad. Me acecharan en mi mente los monstruos del pasado, pero ninguno de ellos podrá sujetarme e impedirlo.

Aunque, me pregunto: ¿Aprenderé algún día a ser libre, sin nunca antes haber conocido el significado de esa palabra en carne propia?

Historias cortasWhere stories live. Discover now