Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.
LOS ÁNGELES 16 de Octubre, 2025
Adam estaba en todos lados. No físicamente, Ezra no lo había visto desde el Cecil, pero sí en su cabeza. A veces lo veía en el espejo, otras en la fila de clientes de la cafetería. A veces el rostro de Xavier se distorsionaba para transformarse en el de Adam, y otras sucedía lo mismo con su jefe. Adam estaba en los latte art que creaba, en las publicaciones de Instagram que miraba, en el arte callejero frente al que caminaba.
Y ni hablar de que lo veía en sueños. Esa era la peor parte. Soñaba con niños diabólicos que la acuchillaban o con perros de mil cabezas que la lanzaban del último piso del hotel embrujado y siempre, detrás de ellos, estaba Adam dándoles órdenes para matarla.
Eres mía, Ezra LeBlanc. El trato se termina cuando yo lo diga.
Solo habían pasado tres días, pero para Ezra había sido una eternidad. Sabía que Xavier también estaba teniendo unos días horribles, aunque se abstuvo de culparla por ello. Ezra ya tenía suficiente culpa dentro suyo como para cargar con más.
Día y noche se preguntaba qué había dejado salir, qué tipo de criatura había sido tan tonta como para liberar. Quizás Adam estaba allí afuera realizando todo tipo de masacres y sacrificios, arruinando vidas junto a su perro macabro y regocijándose en su victoria, mientras Ezra fingía que nada había sucedido y continuaba sirviendo cafés a actores insolentes, como si fuera otro día normal. Por todo lo que sabía, le había abierto la puerta al Diablo, y ahora estaba en un stand by hasta que tuviera que hacerlo de nuevo.
Y Ezra no quería abrir otra puerta. De solo pensar en volver a liberar una fuerza maligna y espeluznante como Adam mismo hacía que le temblara el cuerpo. Pero ¿qué otra opción tenía? Temía más por las consecuencias que podía traerle no actuar a lo que podía causar si abría todas las puertas que le fueran indicadas.
Su miedo se incrementó cuando, la tarde del dieciséis de Octubre, su padre llamó.
A pesar de haber sido unidos cuando Ezra era niña, su relación se había ido resquebrajando con el paso de los años. Ezra lo quería, por supuesto, era su padre y jamás le había dado motivos para no hacerlo, pero también era distante y, conforme ella fue creciendo, él comenzó a distanciarse cada vez más. Ezra no lo entendió nunca, creyó que había desarrollado una personalidad como adolescente que no le agradaba al hombre y que, por lo tanto, merecía ser apartada.
Que la llamara sin previo aviso -y sin que fuera una fecha especial- solo podía significar que algo estaba mal. Los pensamientos de Ezra fueron directamente a que su madre o alguno de sus hermanos había muerto y atendió con un nudo en la garganta.
-Rey, hija, ¿qué hiciste? -fue lo primero que escuchó cuando presionó el botón verde.
