PRÓLOGO

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HEAVY IS THE HEAD THAT WEARS THE CROWN

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[PESADA ES LA CABEZA QUE PORTA LA CORONA]

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Antes de que aquel elfo pudiera activar su magia, ya lo había degollado con sus garras. Su respiración estaba agitada por el esfuerzo. Llevaba peleando con varios de esos malditos elfos por casi toda la noche. Pero, aparentemente, ese era el último. Finalmente tuvo la oportunidad de regresar a la cueva donde sabía que estaba su amada.

—Syn...—Su voz sonó como un susurro al reparar en la figura femenina que yacía en el suelo de la cueva.

La fémina tenía el largo cabello rojo un tanto desordenado. Su piel estaba más pálida de lo normal con una capa de sudor cubriéndole completamente. Y lo más preocupante de todo era la sangre que aún manchaba las faldas de su vestido.

—Estoy bien... Logré detener el sangrado—Le aseguró ella, tratando de calmarlo con una sonrisa.

Él la miró de arriba a abajo en búsqueda de alguna herida. Al estar más calmado, suspiró aliviado y le acarició suavemente la mejilla. Ella inclinó su rostro hacia el calor corporal y le besó la palma de la mano.

Le hubiera encantado quedarse los dos solos en esa cueva para siempre, ajenos del caos que era el mundo exterior. Pero debían moverse y rápido. Dos escuadrones de elfos ya lo habían encontrado. Era solo cuestión de tiempo antes de que apareciera otro escuadrón o, peor aún, todo un batallón.

—Mi amor, sé que estás cansada... Pero debemos movernos. Los elfos me han encontrado—Le advirtió con sus ojos azules brillando de preocupación—¿Crees que puedas caminar o necesitas que te lleve?

—No. Puedo caminar sola. Si me llevas, no podrás luchar al cien por ciento.

—Tienen la mitad de mi poder. Nunca podré luchar al cien por ciento—Se lamentó bajando su cabeza hacia su pecho.

En medio de su pecho, justo a cinco centímetros bajo las clavículas, había un pequeño hueco con forma similar a un rombo. La mitad del mismo era cubierta por una gema azul que energía de su pecho. Tenía varias grietas y su borde era irregular, como si la otra mitad la hubieran arrancado de la misma. Pero brillaba como la luna llena.

—Para eso me tienes a mí, querido—Ella sonrió posando su mano donde estaba aquella gema.

De la palma de su mano brotó una luz amarilla. El pecho de aquel hombre se llenó de una sensación cálida revitalizante. Suspiró embriagado por ese agradable sentimiento y su gema brilló más intensamente por unos momentos.

—Bien—Asintió aprobando la idea de su amada y se puso de pie.

Ambos corrieron fuera de la cueva tomados de las manos. Estaba lloviendo a mares por lo que hacía un frío glaciar. Las nubes de tormenta no dejaban que las luces de la luna o de las estrellas iluminaran el camino. Sin embargo, eso no fue impedimento alguno para el avance de la pareja.

No se detuvieron hasta que una flecha salió de la nada y se enterró en el omóplato de la mujer. Ella trastabilló soltando un grito de dolor. Su amante se detuvo a ver qué había ocurrido.

Cuando fue a ayudarla a sacarse el proyectil, un par de flechas se clavaron en su hombro y pecho. Alzó su vista de las heridas hacia el oscuro bosque tratando de vislumbrar a los arqueros. Sus ojos azules adoptaron un brillo depredador, ajustándose a la oscuridad.

NAMELESS -just a little fairy tale-Where stories live. Discover now