𝐏𝐫𝐢𝐦𝐞𝐫 𝐜𝐚𝐩í𝐭𝐮𝐥𝐨

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Hacía diez minutos que me había despertado, aunque seguía en la cama, esperando a que Adam se fuese a trabajar, para no tener que coincidir con él.
Quedaban quince minutos para que él se fuese, cuando, de repente, empezó a sonar mi teléfono. Tenía que elegir entre que él cogiese la llamada, o seguir haciéndome la dormida; así que, cogí aire, alargué el brazo hasta la mesita de noche, desenchufé el móvil y descolgué la llamada.
- Tía, ¿se lo has dicho ya? Quedan cuatro horas para que salga el avión. - Era Enora, mi mejor amiga.
- No Nora, no le he dicho nada.
- Y ¿se puede saber a qué esperas para decirle que mañana te despertarás en otro continente?
-No sé Nora, ya ni siquiera siento amor hacia él…-Suspiré -Lo amaba tanto y ahora, no sé, ni siquiera creo que se merezca una explicación.- Escuché a Nora respirar profundamente al otro lado del teléfono, en tono de aceptación- Es mejor que recoja mis cosas y me vaya sin decirle nada.
Antes de que Nora pudiera responder, Adam ya estaba apoyado en el umbral de la puerta de nuestra habitación.
¿Que es mejor que no me digas qué? ¿Y que te vayas con tus cosas a donde Lexa? - Sentí como se me aceleraba el corazón, no sabía qué decirle. Hace unos meses, ni me habría imaginado que abandonaría así al que yo creía que era el amor de mi vida; pero, ahora, era lo único que quería.
-Me voy, Adam. No puedo más con esto.
-¿Que tú no puedes más con esto?- Dio un paso hacia dentro de la habitación y cerró la puerta de un portazo.- ¡Eres una zorra! ¡No dejaré que te vayas, porque eres mía! - Sus gritos ya ni siquiera me estremecían; estaba tan acostumbrada que ya no me hacían temblar. Aunque ver como se acercaba a mí con esa mirada de odio, con esa rabia y esa violencia, todavía me asustaba; todavía me hacía sentir miedo.
¡¡¡¡¡Lexa, sal de ahí ya!!!!! - Escuché los gritos asustados de Nora al otro lado del teléfono, que, por mucho tiempo que llevase escuchando ese tipo de peleas, todavía no se había acostumbrado a verme sufrir de ese modo. Estaba tan asustada de nuevo que se me había olvidado completamente que estaba hablando con Nora, así que cogí fuerza y comencé a hablar de forma entrecortada.
- Nora, escucha, quedamos en quince minutos en mi portal. Tengo las maletas hechas, solo tengo que…- Y antes de que pudiese terminar la frase, Adam me había arrancado el móvil de las manos.
Caminó hacia la ventana de la habitación, lanzó mi teléfono móvil al vacío y comenzó a caminar rápidamente hacia mí. Me levanté de la cama y empecé a andar hacia la puerta de la habitación, deseando que me dejase en paz. Actos como el que acababa de presenciar con mi móvil ya no me sorprendían y, ahora mismo, ni siquiera veía que tuvieran una mínima importancia; solo quería salir de allí y coger ese avión, para no volver aquí nunca más. Por un momento encontré paz en mi cabeza, sumergida en la idea de escapar de allí, aunque yo no fuese mucho de huir.
Cuando estaba a punto de abrir la puerta para salir de la habitación, Adam agarró mi brazo con fuerza, aplicando una presión en la muñeca que me ponía muy difícil poder soltarme. Intenté zafarme, pero era imposible.
-Adam suéltame, porfavor. Me estás haciendo daño.-Sentí que mis mejillas se inhundaban de lágrimas y que mo respiración se estaba acelerando tanto como muchas otras veces. -Adam déjame irme, por favor.- Sus ojos se tornaron llorosos, la mano con la que agarraba mi brazo empezó a temblar, y, por un segundo vi la oportunidad de hacerle entender cómo me sentía, y lo que necesitaba- Necesito marcharme, te he amado muchísimo, pero en los últimos meses solo hemos conseguido ir destrozandonos poco a poco. Necesito cambiar de aires Adam, rehacer mi vida. - Y, al escuchar eso, volvió a agarrarme con la misma fuerza de antes, o incluso con más. ¿Cómo se me había ocurrido mencionar la palabra "rehacer"?
¡No vas a irte a ninguna parte Lexa, te quedas aquí conmigo! ¡¿Cuándo cojones vas a entender que eres mía, y que haces lo que yo diga?!- Adam me cogió del pelo y me arrastró hasta la cama, mientras yo intentaba soltarme desesperadamente. - ¡Y pensabas irte a saber dónde sin decirme absolutamente nada! ¡Eso solo lo hace una puta! - Me tiró contra el cabezal de la cama mientras mi cara se llenaba de lágrimas, se abalanzó sobre mí dándome un par de puñetazos. - ¿Rehacer tu vida con quién? ¡Rehacer tu vida como una auténtica puta! ¡No digas que me has amado, todavía me amas, no puedes dejar de amarme!- Sin soltarme, continuó gritándome cosas que ni siquiera alcanzaba a entender.
Al final con él siempre era todo igual.
Estaba otra vez tirada en la cama, cubriéndome la cabeza para que sus golpes no me alcanzaran, pasando miedo y queriendo desaparecer. Yo no había nacido para eso. Por eso decidí irme a Miami con Nora, allí sus tíos tienen una casa. Hace un par de semanas le dijeron que tienen que ir seis meses a Nueva York, así que la casa se iba a quedar sola, por lo que Nora aprovechó la situación y les ofreció cuidarles la casa durante todos esos meses a cambio de que le pagasen el billete a ella y también a mí.
Nora siempre pensaba en mí, siempre estaba dentro de sus planes incluso antes de conocer cuáles eran. Pensando en Miami, ni siquiera me dolían los golpes, pero estaba cansada de tener esa sensación de miedo y desesperación, esa impotencia y tanta agustia; no quería aguantar más gritos, ni humillaciones, y tenía que irme ya o perdería el avión. Todavía tenía a Adam encima, sujetándome los brazos con una mano e intentando encajar algún golpe en mi cara con la otra. No sabía como escapar de allí, así que voltee la cabeza hacia la izquierda esperando con fé que en algún momento decidiese soltarme; y, al hacer eso, vi mi cargador enchufado en la pared, así que alargué el brazo rápidamente, lo cogí y, con la máxima velocidad que me fue posible, lo enrollé en el cuello de Adam, y comencé a apretar con todas mis fuerzas mientras él me propinaba golpes en el estómago. No paró de golpearme, y yo no dejé de apretar hasta que, poco a poco, comenzó a perder la fuerza; hasta que se desmayó y cayó rendido en la cama sobre mi tembloroso cuerpo. Me lo quité de encima como pude con las pocas fuerzas que me quedaban, me levanté y me dirigí al baño. Allí me lavé la cara rápidamente y guardé en una bolsa el poco maquillaje que me quedaba por recoger. Volví a la habitación para coger mi maleta, donde Adam seguía desmayado, y no pude evitar quedarme a observarlo unos segundos. Tan dormido; tan tranquilo; cuando hacía apenas unos minutos estaba encima de mí acabando de destrozar lo que me quedaba de corazón.
Estaba tan cansada mental y emocionalmente, que ya no podía casi ni pensar. No entendía cómo una persona que te ama puede golpearte hasta dejarte inconsciente sin sentir un mínimo de culpa; cómo puede machacarte, mirarte con odio; hacerte sentir que das asco, que no sirves para nada, que nadie te va a querer y que tampoco te mereces que nadie lo haga. Con el tiempo, conseguí entender que alguien que te ama no hace todas esas cosas; que alguien que te ama no hace ni una sola de esas cosas. Y también entendí que, si alguien tenía que amarme; era yo misma; no necesitaba a nadie más. Así que, cogí aire, saqué mi maleta de debajo de la cama, y me dirigí a la puerta de la calle; despidiéndome con los ojos de todos los rincones de aquella casa.

𝐄𝐒𝐐𝐔𝐈𝐕𝐀𝐍𝐃𝐎 𝐄𝐋 𝐃𝐎𝐋𝐎𝐑Where stories live. Discover now