𝐂𝐮𝐚𝐫𝐭𝐨 𝐜𝐚𝐩í𝐭𝐮𝐥𝐨

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Cuando llegamos a la casa en la que era la fiesta, la música se escuchaba desde antes de salir del coche. Cuando picamos a la puerta nos abrió un chico al que no conocían ni Nora ni Selene; claro; en esa casa debían haber por lo menos cien personas en aquel momento, como para conocerlas a todas. 

—Vamos Lex, tengo ganas de que conozcas a todos.—Nora me cogió de la mano y comenzó a tirar de mí, sumergiéndonos entre la muchedumbre de gente que bailaba en medio del salón. 

Después de unos minutos buscando por la casa, Nora y Selene se pararon delante de un sofá del mismo tamaño que el de la casa en la que íbamos a vivir. Allí estaban sentados sus amigos. Selene se abalanzó sobre uno de ellos, que, supuse, era John, y se fundieron en un abrazo que me hizo sentir un poco sola. Nora comenzó a abrazar a todo el mundo, y aquello también me hizo sentir un poco sola; no conocía a nadie; aunque me alegraba mucho de ver a Nora tan feliz, y de poder compartirlo con ella por fin. Ahora no conocía a nadie, pero iba a conocer a todas las personas de las que Nora me había hablado.

—Hey, soy Liam.—Un chico me tocó el hombro, sacándome de mis pensamientos. Tenía el pelo alborotado, los ojos marrones y una sonrisa enorme. Sus mejillas estaban algo sonrojadas, por lo que pude intuir que, como Nori había dicho, habían empezado a beber. Un momento, ¿había dicho Liam? Entonces era el chico con el que Nora había estado saliendo de forma intermitente los veranos que venía aquí. Por lo que ella me explicó, los dos se gustaban mucho; y aunque siempre hablaban de no tener una relación por el tema de la distancia, siempre que Nora venía volvían a caer; se gustaban tanto que no podían evitarlo. Por eso estuvo tres años sin venir; había tenido que verla llorar tantas veces, diciendo que quería estar con él, pero que lo mejor para los dos es que no se viesen más; era la única forma que ella veía de olvidarse el uno del otro. La última vez que la vi llorar por él llevaba dos veranos sin venir, dos años sin verlo. Me dijo que no iba a volver aquí nunca, que tenía que aceptar que su vida estaba en Barcelona. Ahora había entendido que, con su vida, Nora siempre se había referido a mí. Ella sabía que si en cualquier momento hubiese perdido su apoyo, me habría vuelto a hundir tanto como la vez que me pasó. Era la mejor persona del mundo.—¿Eres la mejor amiga de Nora, verdad? Siempre me hablaba de ti. Encantado de conocerte.—Claro que le hablaba de mí, soy la razón por la que siempre ha renunciado a estar con él. Por eso a Nora no le había costado nada decidir quedarse cuando se enteró de que yo iba a hacerlo. Cuando dijo que aquí también tenía vida, se refería a Liam.

—Ella también me ha hablado mucho de ti. Estoy segura de que debe tener muchísimas ganas de verte.

—No creo, fue ella la que decidió no verme.

—No podía venir a vivir aquí, pero ahora sí que puede. De hecho, las dos vamos a quedarnos aquí a vivir.— Una enorme sonrisa se formó en la cara de Liam, y sus mejillas se sonrojaron aún más. Se giró buscando a Nora, y, sin decir nada más, se dirigió hacia ella y la abrazó con todo el ímpetu que pudo. Nora se sorprendió, pero pronto se dio cuenta de que era Liam y lo abrazó ella también. Estaba tan feliz, y tan guapa.

—Hola preciosa, tú debes de ser Lexa.—Me giré y vi a dos chicos de bastante parecido. Los dos eran altos y tenían el cabello castaño oscuro. Aunque se parecían, se les veía bastante distintos.

—No le hagas caso, no sabe cómo se le debe hablar a una señorita. Soy Caleb, y él es mi hermano, Blake.—Los dos me resultaron bastante graciosos, y tenían pinta de ser buenas personas.

—Bueno, encantada.—les dediqué una sonrisa de lo más sincera, y les extendí la mano. Primero a Caleb, y luego a Blake.

Mientras hablaba con ellos dos, se acercó una chica preciosa, de pelo rubio.

𝐄𝐒𝐐𝐔𝐈𝐕𝐀𝐍𝐃𝐎 𝐄𝐋 𝐃𝐎𝐋𝐎𝐑Where stories live. Discover now