Quemado #2

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Espero que les guste~

Nota: ¿Alguno tiene un peluche que sea especial? ¿De esos que pareces haber tenido toda tu vida y no te podría faltar? El mío es una perrita de color rosa salmón, con los ojos saltones y bizcos, blanca y suave. Se llama Rosita

Nota-2: ¿Algo en especial que les gustaría que pasara a continuación?

Nota-3: Por alguna razón, me gusta la idea de que MK toque el violín, así que es un detalle que sigo usando

MK tuvo un mal presentimiento en cuanto volvió de sus entregas y no encontró a su jefe o a su cliente frecuente pero supo que algo estaba mal cuando el olor a quemado llego a su nariz.

-¡Pigsy!- llamo, preocupado ante la falta de respuesta, frunciendo el ceño mientras caminaba con pasos cuidadosos. Sintió una punzada de pánico invadirlo mientras subir las escaleras que lo llevaban a su departamento, el olor haciéndose más fuerte y justo antes de entrar, pudo escuchar las voces ser sus amigos. Abrió la puerta antes de pensarlo mejor y primero, se fijo en quienes estaban allí. Mei tenía los ojos rojos y el rostro estropeado por lágrimas manchadas de negro por culpa del ligero maquillaje que usaba. Tang estaba a su lado, abrazándola suavemente, luciendo triste y preocupado, con las manos temblando. Pigsy estaba allí, con el ceño fruncido en señal tensión y ansiedad, cruzándose de brazos. -¿Qué está pasando?- hablo, logrando que todos lo miraran, los ojos bien abiertos en señal de sorpresa y luciendo horrorizados.

-MK...- el de anteojos tarareo, dudoso, abrazando un poco más a la chica en cuanto ella empezó a sollozar nuevamente.

-...escucha, fue un accidente...- el demonio cerdo hizo un gesto, directo pero cuidadoso, como si quisiera evitar todo el daño posible y no molestarlo.

-¿Accidente?- y ahí es cundo lo noto. Vio su cama, completamente quemada, con manchones negros en el suelo y en la pared. Su cerebro tardó unos vergonzosos minutos en digerir por completo la escena, su corazón acelerándose al darse cuenta que de allí venía el olor a quemado y sintiendo el miedo repentino que oprimía su pecho.

Su respiración se aceleró, su mente en blanco por un momento, sus manos temblando y los ojos ardiendo con lágrimas no derramadas. Se sentía como el inicio de un ataque de pánico.

-Mis violines...- jadeo, haciendo el amague de lanzarse hacia su cama, sintiendo desesperación ante la sola idea de que sus instrumentos se hubieran quemado. Eran regalos, uno de su maestra y otro de Macaque, algo que apreciaba con todo su corazón.

-Hey, hey, hey...- Pigsy se interpuso en su camino, agarrando sus hombros con firmeza, mirándolo con algo suave y amable brillando en sus ojos. -...tus violines están completamente bien, el fuego apenas y rozó los estuches- el alivio de MK fue momentáneo, porque cuando miro a su alrededor, queriendo ver que más podría faltar o algo así, vio algo que dio rienda suelta a las lágrimas. Se zafó del agarre del demonio, avanzando casi en trance, sintiendo un nudo forme y grande formándose en su garganta, haciendo que fuera difícil tragar.

-...Momo...- estiró las manos, las lágrimas en aumento, su respiración más agitada cuando sus dedos rozaron el peluche. El materia blando y suave ahora estaba rasposo, algo duro también, sintiendo una ola de tristeza invadirlo ante el olor a tela quemada que no tardó mucho en sentir. -...Momo...- lloro, sintiéndose repentinamente como un niño pequeño nuevamente, abrazando a su peluche de toda la vida con suavidad y desesperación, suplicando en su mente porque todo aquello fuera un simple sueño. Se siente mal verlo llorar así, con tanto dolor, y aunque ninguno de ellos entiende el amor del chico por el muñeco, le permiten desahogarse por unos minutos.

-Lo siento tanto, MK- Mei junto fuerzas para hablar, avanzando un paso para alejarse de Tang y acercarse a su amigo, sus manos temblorosas flotando, como si quisiera tocarlo pero sin atreverse del todo. -Fue...Fue un accidente, no tuve la intención de que esto sucediera...- su voz muere por unos segundos cuando él levanta la cabeza para mirarla. Hay realización en los ojos oscuros, su expresión llena de horror, como si en serio no hubiera esperado que ella fuera la culpable. El agujero en su pecho se hace más grande, llena de culpa. -...yo solo...estaba tan enojada y no pude evitarlo, lo siento...- no sabe que más decir que pueda cambiar la expresión ajena. Todo se siente como una excusa mala. -...lo siento...- retuerce sus dedos. Él no responde, apretando los labios con firmeza, enderezándose con lentitud y sin hacer amague de soltar a su peluche, abrazándolo con cuidado, simplemente mirándolos con una expresión difícil de descifrar.

-...Pudiste quemar todas mis cosas...- no es una acusación, es una realidad y todos allí lo saben. Si el chef no hubiera llegado tan pronto, apurándose a apagar las llamas con un extintor, se hubiera extendido rápidamente.

-Lo sé, lo sé- trago en seco, mordiéndose el interior de su mejilla para evitar derramar más lágrimas. -Yo...lo siento...- dudo, retorciendo sus dedos. -...pagare el arreglo...- incluso si eso significaba tener que volver a casa con la mirada baja para hablar con sus padres y decirles lo que sucedió. MK no parece del todo convencido, acariciando su muñeco con dedos amables, tarareando de manera pensativa. Los mayores comparten una mirada entre ellos y asiente, avanzando para pararse al lado de la chica en señal de compañía, sin gustarles el ambiente tenso y frío que se extiende por la habitación.

-Escucha, es solo un juguete- el cerdo tiene la intención de calmar un poco los aires entre ellos, porque no sabía como lidiar con el chico enojado. MK se podía molestar pero enojarse, eso era a lo que ninguno de ellos se había enfrentado.

-Él tiene razón- el de anteojos hablo, suave y tentativo, con una sonrisa temblorosa en su rostro. Temía meter la pata. -Es un juguete, podemos conseguir una nuevo- pero eso parece ser lo incorrecto para decir porque MK casi parece fulminarlos con la mirada, luciendo casi ofendido de alguna manera.

-Momo es importante para mi...- su voz se rompe y no sabe si es por ira o tristeza. -...como tu libro de recetas lo es para ti- el demonio cierra la boca de golpe, sus dientes haciendo un ruido audible, luciendo tenso. Su libro de recetas es algo sagrado, que paso de generación en generación, una herencia que atesoraba con todo su corazón pero incluso entonces, no entiende del todo a que se refiere el menor y él parece notarlo. Luce devastado, parpadeando rápidamente para evitar las lágrimas. -...largo...- se siente enojado, con algo feo que se retuerce y crece en su interior, luchando para mantener su poder bajo control. No quiere lastimarlos pero tampoco los quiere allí, simplemente quiere estar solo.

-MK, vamos...- los ve acercarse y aquello en su interior se quiebra. Ninguno de ellos lo entiende, ni siquiera su papá, y eso le duele.

-¡Largo!- gruñó con ira apenas reprimida, una suave aura dorada rodeando su cuerpo y mandando una ola de poder que los empuja, ellos tropezando en su intento de no caer. Sus dientes se alargan sin que se de cuenta y los muestra en señal de advertencia sin darse cuenta, un gruñido profundo y amenazante viniendo de lo más profundo de su garganta. Ellos parecen dolidos por su reacción, sin querer irse, pero terminan por obedecer en silencio, sabiendo que forzar al chico en su estado actual podría terminar muy mal.

MK se queda solo en departamento, mirando el desastre quemado por unos largos segundos, y tomando una decisión. No puede quedarse allí, así que toma lo más importante y se va, demasiado enojado como para avisarle a alguien.

Sabe a donde ir.

~Monkie Kid~ 6️⃣Hikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin