siete minutos en el paraíso o siete minutos en el infierno

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Tocó la puerta y esperó metiendo sus manos en los bolsillos de sus pantalones, la puerta se abre siendo lo primero en ver, unos saltones ojos, claro que no son los que esperaba. Pero aún así pone una sonrisa en su rostro y el alfa que está frente a ella vestido de traje se cruza de brazos.

―¿No que solo era un trabajo en equipo y nada más, jovencita? ―su ceño está fruncido y el aroma a alfa la marea un poco―. Lisa no está en casa.

Y como si el universo quisiera dejar en ridículo al pobre hombre, una omega con zapatos altos, falda y una camisa delicada aparece detrás de este. Tiene una sonrisa preciosa, un poco de brillo labial en sus labios, no lleva anteojos y su aroma está por todos lados. Jennie tiene que pararse recta para no caer de cara al piso y desmayarse, ni siquiera entiende porqué está tan afectada, pero sin duda la más afectada es su alfa.

―Mírala a los ojos, depravada, sus ojos no están en sus piernas —el otro padre de la omega está detrás de este, con un traje igual de elegante al igual que su esposo.

―¡Papá! ―Lisa se queja y uno de ellos se va, el alfa Ben, quien Jennie tristemente se lamenta porque ha notado que es el padre menos celoso―. ¿Qué estás haciendo aquí, Kim? ―tiene sus mejillas de un bonito carmín y solo por esta vez, Jennie se permite apreciarla.

―Quería preguntar si podías... ―el otro alfa se cruza de brazos y uno de los hermanos de la omega aparece en su rango de visión, quien está parado a unos centímetros de ellos―. ¿Estás ocupada hoy?

―Ya te dije... ―sabe que está por negarse y rechazarla nuevamente, pero tiene un pequeño as bajo la manga.

―No, no, no ―niega suavemente con su cabeza y puede apreciar el momento exacto en el que la omega lleva su vista hasta sus largos cabellos negros―. Es una fiesta en casa de Rosé porque es su cumpleaños y puedes llevar a tus amigas.

―¿Y por qué no le enviaste un mensaje? ―el hermano alfa se une a la conversación y Jennie de alguna forma se siente nerviosa.

―Porque ella no quiso darme su número —dice y rasca su nuca torpemente, se está comenzando a sentir como una completa idiota, además de que se siente rechazada e intimidada.

―Cariño, dale tu número a esta idiota o dile que vuele. Estamos llegando tarde —el padre alfa se queja en lo último de la oración y desaparece de su rango de vista.

―¡Pero pa! ―se queja con un adorable puchero en su boca y la alfa de Jennie tiene el impulso de quererla besar y morderla―. Tú, enano, fuera —emite un sonido parecido a un gruñido de gato y el alfa levanta las manos en el aire. El otro también se va y las deja solas.

―Te ves... te ves bonita.

Las mejillas de la extranjera se ponen un poco más rosadas por eso y hay una sensación cálida en el pecho de la alfa por solo verla.

―No pienso aceptar tus cumplidos y sí, iré a la fiesta porque ya me invitó Jisoo, a quien por algún extraño motivo tu amiga invitó —se apoya contra la madera de la puerta mientras pasa uno de sus brazos por detrás de esta―. Hoy es el cumpleaños de mi nana, no te entusiasmes por verme así el resto de los días.

Está a punto de cerrar la puerta y volver a ignorarla como lo ha hecho toda esta semana, pero Jennie apoya su mano en la madera de la puerta y su otra mano la apoya contra la pared, sus rostros quedan algo cerca y ahora la pelinaranja tiene su misma altura. Cierra los ojos por inercia y larga sus feromonas inconscientemente. La omega aclara su garganta y ya no la siente tan cerca.

―Tampoco te daré mi número, imagino que no querrás tener el número de la omega avispona y caer en una maldición o una de esas mierdas. Como sea, espero no ver tu horrible rostro esta noche —Lisa se da la vuelta y Jen se queda sin aire al ver las grandiosas curvas de esta―. ¡Que alguien cierre la puerta y saque a ese bicho de aquí!

Put me in the sky, my love | JenlisaWhere stories live. Discover now