III.

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Tomó la charola de su comida y dio la vuelta en su lugar, buscando la mesa en el comedor en la que solía sentarse

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Tomó la charola de su comida y dio la vuelta en su lugar, buscando la mesa en el comedor en la que solía sentarse. Estaba vacía por lo que se acercó, tomando asiento, con aire pensativo. Aún se sentía inquieto por lo que había sucedido el fin de semana, más específicamente en la reunión de Imperiales.

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Había ido al baño un momento ¿y qué fue lo que encontró al regresar? A su hermano Demetrius besando la mano de Anya. Aunque la realidad es que había visto a Anya hablando con Demetrius como si se conocieran de hace tiempo, algo que lo perturbó ligeramente. Sabía que Demetrius hablaba con cualquier persona con facilidad y Anya, era simplemente Anya. Realmente es que podría ser una escena cualquiera, le había restado importancia y se había acercado para poder hablar con Anya, a quien había estado buscando.

Pero sus pies se paralizaron cuando vio a su hermano besar su mano y a Anya sorprenderse por el gesto. Lo llevó a pensar qué demonios es lo estaban hablando para llegar a ese aspecto. Aun así se convenció de que no debía ser nada, que su hermano mayor solía ser de esa forma. Por lo que avanzó hasta encontrarse con ambos. Anya se alegró de verlo, algo que él disfrutó, Damian la tomó de la mano y se alejaron de Demetrius, dejándolo hablar con otras personas importantes.

Una vez que estuvieron lo suficiente lejos, él se había girado para hablar con ella.

—¿Qué se supone que estabas haciendo? —La idea de que alguien más la hubiera tomado de la mano es lo que lo molestaba y aún peor, que la besaran.

Sabía que eran sus celos hablando, porque no había nada un peligro real, solo la idea que se hacía en la cabeza.

—Nada, es solo que lo confundí contigo, pero tú tienes la culpa de esto.

—¿Yo?

—Si, me dijiste que no se parecía en nada a ti y ¡son muy parecidos! El segundo me mintió.

—Realmente pensamos de diferente manera. —Damian se quedó pensando un momento. —Pero que me confundieras con él, demuestra que el verme durante más de diez años no ha servido de nada.

Damian se sentía un poco ofendido al respecto, porque él podría reconocerla en cualquier momento, hasta su voz y sus propias manos.

—Pero yo me refería al físico y sin ver fijamente, si son muy similares. —Anya observó como él seguía sujetando su mano a pesar de que estaban fuera del gran salón. —Pero Anya puede reconocer al segundo en cualquier lugar, desde tu espalda hasta la calidez de tus dedos y tu cabello despeinado. —Bajó la mirada —Solo que me tomó por sorpresa.

Damian simplemente había visto sus manos unidas antes de soltarla y desviar la mirada, ocultando el sonrojo sobresaliente en su rostro. Esas palabras habían sido suficientes para deshacerse de su enojo y ser remplazado por la vergüenza y el anhelo en su corazón.

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