XII.

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Sus dedos acariciaban su cabello en círculos de forma tierna y relajante, sumiéndola en un estado de absoluta confianza

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Sus dedos acariciaban su cabello en círculos de forma tierna y relajante, sumiéndola en un estado de absoluta confianza. Tenía cerrados los ojos, disfrutando de aquella caricia que ella jamás había dicho pero que él había adivinado que le encantaba, porque siempre que estaban en su lugar y ella recostaba su cabeza en sus piernas, él lo hacía.

Una caricia delicada y cálida que ella añoraba tantas veces.

Abrió los ojos encontrándose con la mirada ámbar mirándola desde arriba, con esa sonrisa torcida, juguetona y esos ojos que podrían levantar envidia al sol mismo por el calor que emanaba y revoloteaba en su estómago. Con una sola mirada él era capaz de alterarla o calmarla, las dos cosas al mismo tiempo, era una caricia a su alma.

Una mirada que era solo suya y que ella había comprobado que fuera así.

Desde que aquellos momentos en el jardín juntos empezaron, ella observó detenidamente cada una de sus interacciones para ver si él le dedicaba a alguien más esa mirada. Porque ella era egoísta, la quería solo para ella, que esa mirada le perteneciera exclusivamente. Y había comprobado que fuera así, sintiendo un gran alivio.

Y ahora él estaba ahí, mirándola de esa forma, sonriéndole de la manera en que lograba un golpeteo en su pecho. Esos habían sido los momentos más pacíficos y felices que había tenido. Se aventuró a levantar la mano y tocar su cabello, oscuro y suave, enredándolo entre sus dedos. No hablaban de nada, no pensaban nada, solo en la presencia del otro, eso era suficiente para ambos, siempre había sido así, eso era todo lo que había necesitado.

Cerró los ojos de nuevo, sumiéndose en ese momento perfecto, hasta que dejó de sentir los dedos en su cabello. Cuando los abrió para saber que sucedía, su corazón se detuvo.

La sonrisa torcida que tanto le gustaba desapareció y aún más doloroso, aquellos ojos llenos de luz cálida, se convirtieron en frialdad pura.

Anya se levantó abruptamente de su cama, sentándose y respirando agitadamente con esa ultima imagen en su cabeza y sintiendo una presión dolorosa en su pecho. Se llevó una mano a su frente en un intento de calmarse y darse cuenta que ese no era un sueño. Sino su oscura realidad.

Aquello que ella había arruinado por fin se había presentado en sus sueños.

Hace una semana que había tenido aquella discusión con Damian en el almacén deportivo. Y utilizaba la palabra "discusión" porque no sabía que otro calificativo utilizar. La realidad es que ella le había pedido hablar y él simplemente la había dejado sola. Becky había llegado al rescate pero fue la primera vez que Anya se detuvo a pensar en lo que había hecho.

Ella le había roto el corazón a Damian.

Anya jamás pensó que aquello fuera posible. Si tomaba en cuenta el inicio de su relación, le resultaba imposible. Él la odiaba, o mejor dicho la veía hacia abajo, subestimándola y tratándola como una plebeya. Jamás la tomó en serio, él era un niño demasiado arrogante y engreído, un completo idiota. Si no fuera por la misión Strix jamás se hubiera acercado a él, aunque mejor dicho jamás lo hubiera conocido.

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