8

581 58 1
                                    


Dylan.

—¿Qué película has elegido? —le pregunto, acercándome al sofá con el bol de palomitas—. Dime que no es una comedia romántica...

—¿Qué tienes en contra de... um... por ejemplo... La Proposición?

—Muchas pero que muchas cosas —le advierto.

—Veremos El Diario de Noah. La primera vez que la vi me pasé tres días llorando.

Siento un pinchazo en el pecho.

Mentía cuando le dije a Natalia que nunca había visto esa película.

Trato de aparentar normalidad, pero ese título de cuatro palabras está causando una completa guerra en mi cabeza entre el presente y los recuerdos. Tenía razón Gia cuando aquella nochevieja me dijo; «Nunca podrá salir de tu vida, Dylan. Tienes que aprender a vivir sin ella». Aún recuerdo las tardes de domingo en las que no tenía que trabajar. Primero veíamos una película de Marvel, después le tocaba a ella elegir... Esa película era su favorita. Siempre lloraba y yo la abrazaba.

¿Seguirá siendo su película favorita? ¿Se acordará de mí cada vez que la vea?

Estoy harto de formular preguntas en mi cabeza que no me llevan a parar a la solución.

Nunca comprendí el porqué de sus lágrimas, cuando la protagonista regresaba a los brazos del protagonista masculino, después de mucho tiempo sin saber de él, tras haber rehecho su vida con otro hombre. Con el tiempo fueron encajando las piezas de lo que algún día fue un puzzle sin resolver. Nunca se lo perdonaré, aunque mi padre diga siempre es mejor decir adiós y pasar página que ver cómo los ratones devoran el libro poco a poco, sin queso que llevarse a la boca.

A medida que avanza la película, paso el brazo por encima de sus hombros. Está tiritando, intuyo que tiene frío. Alargo el brazo y cojo la manta que reposa sobre el brazo del sofá. La extiendo sobre nuestras piernas. Natalia está demasiado concentrada viendo la película, pero cuando se acurruca entre mi hombro, me tiende el bol de palomitas y cruza su mano sobre mi abdomen, tomo el gesto como agradecimiento.

Me paro a disfrutar la situación. Nunca he estado así con nadie. A ninguna chica la he invitado a mi casa a ver películas, nadie ha querido pasar tiempo conmigo de la manera que ella pretende hacerlo. Andrea fue la última chica que se podría considerar mi novia. Me rompió el corazón enrollándose con uno de mis amigos. Daniel no resultó ser tan buen amigo como decía serlo. No sólo se enrolló con mi novia de por aquel entonces, sino que ya que lo habíamos echado del grupo, se enrolló con todas las novias de los demás. El único que se tomó la justicia por su mano fue Ulises. De un puñetazo le rompió la nariz a Daniel. Todavía recuerdo el enfado de su padre... Fue el mío quién, siendo policía, lo sacó del calabozo. Después de aquello no fue lo mismo. Nosotros seguimos con nuestras vidas como si nada, pero con dos personas menos a nuestro lado, él sin en cambio había perdido al amor de su vida y como solía decir... Las putas drogas lo atraparon.

Con frialdad, él fue el único que de verdad quería a la chica con la que estaba. Los demás queríamos probar la sensación de estar enamorados por primera vez, pero nunca ocurrió. Quién sabe si fue por falta de tiempo o porque la persona con la que estábamos no era la adecuada.

Nick y Pelirrojo siguieron los pasos de Ulises. Intentamos sacarlos de ahí en infinidad de ocasiones, pero era imposible hacerlo sin que nos arrastraran. El primer cigarro de la risa que probé fue con ellos. No teníamos edad para consumir, pero allí estábamos encima de una azotea la noche de año nuevo, siendo aniversario de la tragedia de mi vida, con un porro en la mano cada uno viendo las estrellas y, en resumidas cuentas, el jodido universo. Eneko y yo no llegamos a terminarlo, cuando íbamos por la mitad nos pusimos amarillos y comenzamos a vomitar. Les estropeamos la noche, sí, pero conseguimos que no se metieran nada más. Por lo menos delante de nosotros.

Yo no volví a probar esa mierda y tengo entendido que Eneko, el hermano de Ulises, tampoco. Me hubiera gustado continuar la amistad con ese cabrón, al resto que les den por culo, pero la cagué. Y me arrepiento. Y ver películas de amor, lágrimas y desesperación con la chica de la que te estás enamorando, mientras piensas en el puto pasado y las vueltas de la vida no ayuda para que las lágrimas no se apoderen de ti.

Deslizo el canto de la mano por debajo del ojo con rapidez. No quiero perder la tapadera de chico duro, por ahora no. Es gracioso mantenerla en el tiempo, aunque sea... unos días más. A ella le gusta y a mi me gusta gustar. Todos ganamos.

Al acabar, Natalia sorbe su nariz.

—¿Qué te ha parecido?

—No ha estado mal —me limito a decir.

—Dylan Brooks, estabas llorando.

—No tienes pruebas —le digo, con tranquilidad.

—Ni tú criterio —masculla.

Nosotros Nunca [YA EN PREVENTA]Where stories live. Discover now