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Natalia.

Me despierto a las nueve de la mañana con el brazo de Dylan rodeándome la cintura. Estamos recostados de medio lado, él está justo detrás de mí en la misma postura. Su torso está pegado a mi espalda y una de sus piernas, flexionada, reposa en la parte trasera de mi muslo. Su respiración me hace cosquillas en el cuello. Me giro para verlo dormir, pero cuando me doy cuenta ya está despierto. No sé cuánto tiempo lleva con los ojos abiertos, pero, de haber sido un desconocido, hubiera sido una situación algo inquietante. Al mirarme, se aclara la garganta para darme unos buenos días de los más roncos y sonríe. Al hacerlo, sus ojos se entrecierran. Me fijo en sus pestañas, nunca antes lo había hecho. Son muy oscuras, curvas y alargadas. Ojalá yo las tuviera así.

Dylan no aparta su brazo de mi cuerpo y me pega a él. ¿Estamos a cuántos centímetros? ¿Cinco? Su respiración es regular, se cuela entre el hueco que dejan entrever mis labios. El perfume en el que anoche se bañó, justo antes de dormir, es intenso. Y huele de maravilla. Lo quiero como ambientador para mi apartamento.

—¿Cómo has dormido? —me pregunta.

—Es mi noveno día sin sufrir pesadillas.

—Eso es... ¡Genial!

—¿Crees que tiene algo que ver con que lleve nueve días durmiendo a tu lado?

—No sé si eso influirá, lo que sí creo es que —cuela mi mano bajo mi pelo y acaricia el lóbulo de mi oreja, mientras me sonríe—, ha llegado el día en el que pongamos fin a eso de dormir siendo solamente amigos. Mi padre empieza a sospechar. Cada vez que le digo que he dormido con una amiga, tiene la impresión de que me estoy acostando con media ciudad.

—¿Qué propones?

—Tú y yo, una cena romántica, velas, música, vino...

Dylan me roba un beso, cuela sus manos por debajo de mis axilas y me coloca a horcajadas encima de su abdomen. Pongo las manos en su pecho y esbozo una sonrisa. Nunca imaginé que me sentiría cómoda encima de un chico, piel con piel, con su camiseta puesta, en su cama y en braguitas. No me importaría verle siempre así... en calzoncillos.

—Siento si sueno aguafiestas, pero esta noche es la fiesta de despedida del elenco.

Ah, sí. Un dato importante.

Todos y cada uno de los miembros que formamos el elenco, equipo de producción, cámaras y sonido del proyecto que tenía por protagonista la adaptación cinematográfica de mi libro, nos pusimos en huelga una vez confirmamos que todo se trataba de una mentira, hasta Gia. Amenazamos a Agus y compañía con denunciarlos. Y ahora estamos sin trabajo y con un sueño frustrado, pero sin un jefe inaguantable, sin responsabilidades, con una cuenta bancaria que roza los doscientos mil dólares y un apartamento. Agus prefirió darnos dinero a ir a juicio.

Que Dylan haya usado a su padre como cómplice para asustar a Agus y hacerle creer que tiene información comprometida en su poder que si sale a la luz podría joder su vida y la de Serena quizás haya tenido algo que ver. Porque... supongo que será solo eso, una argucia ¿no?

—¿Quieres ir? —pregunta por fin.

—Pues... —deslizo las yemas de mis dedos por su pecho—, lo cierto es que no. Ayer se lo dije a Cat, pero me convenció para ir. Un rato... simplemente por complacer.

—¡Oh, no, no, no! —exclama y me tumba sobre la cama. Me aprisiona contra el colchón, sus brazos permanecen a ambos lados de mi cabeza. Ahora es él quién permanece encima de mí—. Si queremos hacer de ti la mujer que siempre has querido ser, lo primero es ser fiel a ti misma y poner límites. ¿No quieres ir? No vayas, sé sincera. Coge el teléfono y dile la verdad a Cat. Si por el contrario te apetece ir, adelante. Buscaremos el mejor modelito y nos lo pasaremos en grande.

Nosotros Nunca [YA EN PREVENTA]Where stories live. Discover now