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Dylan.

Estoy empalmado y tengo muchas ganas de follar.

No sé cuánto tiempo llevo sin tener relaciones con alguien, pero es un dato insignificante. Mi problema es ella. Su boca, su cuello, su piel, el olor que desprende cuando se acerca para decirme algo... Me vuelve loco cada jodido rincón de su cuerpo.

No sé si hace calor o es el puto alcohol. Con eso de que no le gusta el vino, beber Whisky no sé si ha sido la mejor decisión de todas. Todo aquel que me conoce sabe que, sólo hay dos cosas que me excitan. Una es el perfecto equilibrio entre el deseo y la conexión. La otra es el Whisky. Con ella tengo las dos. Y nunca, repito; nunca las he mezclado.

Entro en el baño y me miro en el espejo. Mis mejillas arden y la jodida camisa me estorba. No puedo quitármela y salir al comedor sin ella así como si nada, pero estoy a punto de empezar a chorrear sudor. De fondo Natalia canta la canción que se reproduce en los altavoces, está borracha, pero no más que yo. Y de repente mi entrepierna.

Mi polla está dura. Demasiado. Como una piedra. Y no se me ocurre nada para bajar la erección más que una ducha de agua fría. Me agarro con fuerza el bulto que eleva la tela de mi pantalón y mis mofletes se llenan de aire. Lo expulso de golpe. Tocarme no ha sido buena idea. Creo que hasta me duele. Y no puedo dejar de pensar en ella. No me borro la imagen del sueño de la otra noche. Cómo me movía en su interior...

—¿Estás bien? —pregunta Natalia, dando golpes en la puerta.

—Sí, sí. Ya salgo —grito. ¿Cuánto tiempo llevo encerrado en el baño para que se haya dado cuenta? Joder, quiero follar, pero no ahora. Quiero que siga hablando de ella. Estaba a punto de contarme el significado de sus tatuajes... su piel, joder. No puedo más. Abro la puerta de golpe y me topo con ella—. Tenemos un problema.

—¿Cuál?

No respondo. Señalo mi entrepierna y sus ojos se deslizan por mi cuerpo hasta llegar a mi polla. Los deja muy abiertos. No pestañea.

—¿El tamaño de tu... es proporcional al de tus manos?

—¿Qué?

—Nada, nada... —parece asustada. Me miro las manos. Son grandes, creo que lo he entendido—. ¿Cuál es el problema? Estás empalmado ¿Qué hay de malo?

—Que quiero seguir hablando contigo, pero no puedo dejar de imaginarme cómo sería follarte. Y joder, duele.

La pillo por sorpresa, porque abre y cierra la boca en un par de ocasiones seguidas intentando encontrar las palabras adecuadas. Vuelve a clavar sus ojos en mi entrepierna.

—Por favor, deja de mirarme así.

—¿Así cómo? ¿Cómo si quisiera follarte?

—Sí, justo así —contesto, indignado.

En su rostro se dibuja una sonrisa cargada de maldad.

—Pongamos a prueba tu autocontrol, Dylan —dice.

Se marcha por el pasillo subiéndose el vestido negro ajustado que cubre su cuerpo, dejando ver la parte baja de sus nalgas. Cierro los ojos y me froto el pelo con exasperación.

Va a ser una noche difícil.

La sigo hasta el sofá, dónde me espera sentada sobre su pierna, que permanece semiflexionada. Apoya el codo en el respaldo del sofá y su cabeza sobre la palma de su mano. En la otra mano sostiene el vaso de alcohol. Cuando la alcanzo, se lo quito y lo dejo sobre la mesa. Se queja, emitiendo un gruñido.

—Suficiente alcohol por hoy —finalizo. Me siento a su lado imitando su postura, aún con un bulto bastante providente en mi pantalón. Natalia hace amagos, no quiere mirar. Pero termina clavando sus ojos—. Estabas hablándome sobre tus tatuajes. Continúa ¿Qué significado tienen?

Nosotros Nunca [YA EN PREVENTA]Where stories live. Discover now