Capítulo 15:

186 22 2
                                    

«Quiero la verdad»

««Completamente emocionada por volver a ver a mi padre, fue como sin dudar corrí a abrazarlo. A lo que él de inmediato abrió sus brazos, y me recibió con un enorme y fuerte abrazo que yo correspondí de la misma forma. Al instante mi llanto apareció. Pesadas e incontenibles lágrimas rodaban sin cesar por mis mejillas tan solo de sentir tanta dicha y felicidad, pues ¡Él estaba aquí! ¡Estaba aquí conmigo! Yo podía sentir su calidez mientras que sus grandes manos frotaban tiernamente mi espalda, a la vez que dejaba pequeños y tiernos besos repetidamente en mis cabellos. ¡Él estaba aquí! Y no sabía si era un sueño o una alucinación. Lo único que sabía es que no quería irme de su lado nunca más.

—Mi dulce conejita —escuchar su voz, solo me hizo llorar más contra su pecho.

—De... ¿De verdad eres tú...? —balbuceé sin poder creerlo por completo, a lo que lo escuché soltar una risita. Antes de que sujetara mi rostro entre sus manos, obligándome a que lo mirara.  

—Sí, soy yo. Soy papá —susurró, sonriéndome tiernamente antes de limpiar con sus pulgares el rastro que dejaban las lágrimas sobre mis mejillas. —No llores más, conejita... —murmuró con dulzura. —Es tiempo de que dejes de llorar para poder ser feliz —sollocé con más fuerza, haciendo todo lo contrario a lo que él me decía.  

—Yo... no puedo hacer eso, papá... ¡Soy muy infeliz! —lo escuché hacer un ruidito con la boca, como si estuviera arrullándome.

—Lo sé, lo sé. Pero te prometo que eso pronto va a cambiar.

—¡¿Cuándo?! —murmuré deshecha y un tanto desesperada.

—Bueno... eso depende de ti —confundida, le fruncí el ceño.

—¿De mí...? —me sonrió.

—Sí. De ti. Y sucederá hasta que te des la oportunidad de confiar en alguien más —solté un suspiro.

—Eso es... muy difícil...

—Yo lo sé. Pero debes hacerlo. Ser fuerte y valiente —avergonzada porque no sabía si podía cumplir con lo que me decía, comencé a agachar el rostro, pero él me lo impidió, sujetándome del mentón con delicadeza. —Mírame, pequeña. No tienes nada de qué avergonzarte. Todo esto que pasó, no ha sido tu culpa. Tú sólo eres la víctima de ese feo cuento de hadas que te tocó vivir —mis ojos se cristalizaron con más lágrimas.

—Perdóname, papá. Por mi culpa, tú... —él hizo un movimiento de negación con su cabeza.

—Por supuesto que no, conejita. Te repito que aquí la más inocente eres tú. Así que mi muerte no tiene que ver contigo. Yo simplemente partí porque mi corazón ya estaba viejo. Cualquier día iba a dejar de latir. Esa falsa noticia solo adelantó mi partida —encerró mi cara entre sus manos. —Mas ahora, estoy muy feliz de saber que todo eso fue una tonta y absurda mentira. Estoy feliz de saber que mi hija y mi nieto aún viven, y que tienen aún la oportunidad de ser felices —de nuevo me abracé a él con fuerza.

—Papá, te he extrañado tanto... ¡Me haces mucha falta!

—Yo también los extraño mucho. Y desearía estar con ustedes, pero eso no es posible... —lo escuché soltar una pesada exhalación. —No tengo mucho tiempo, mi conejita, y quiero hablar contigo.

—No digas nada, papá. No digas... —un nudo se atravesó en mi garganta. —No digas que te vas... No hables de eso —de nuevo me tomó el rostro entre las manos.

—Debo hacerlo, mi amor —besó mi frente. —Escúchame bien. Sé que has sufrido mucho y que, por lo mismo no tienes confianza ni en ti misma, pero debes hacer un esfuerzo para volver a tenerla. Y, sobre todo, debes confiar en él —al verme fruncir el ceño, me sonrió. —Tú sabes bien de quién estoy hablando. Él es el único que puede ayudarte a salir de todo esto que estás viviendo. Debes de confiar en su mirada. Busca algo especial en ella. Te aseguro que, si te das la oportunidad, descubrirás que su mirada es muy diferente a la que tanto le temes —fue entonces cuando yo supe de quién hablaba.

ENSÉÑAME A VIVIR SIN MIEDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora