Capítulo 45:

72 11 3
                                    

«Una nueva oportunidad»

DARIEN:

—¿De verdad quieres saberlo? —Mi voz se escucha rasposa e intimidante. Todo lo contrario, a como realmente me estoy sintiendo; Una parte de mí, esa que es sensata y a la vez cobarde, prácticamente me exige que no diga ni una sola palabra más si no quiero perder la poca estimación y confianza que ella me tiene. Mientras la otra aparte, aquella valiente que se deja guiar por los impulsos, me anima con gran emoción a que continúe. Y aunque ambos sentires no dejan de susurrarme un montón de cosas al oído, decido silenciarlas y tomar mi propia decisión definitiva. Optando por no mentirle. Eligiendo expresar todo aquello que ya no puede mantener oculto mi corazón. Mostrándole tan solo una pequeña parte de todo eso que siento y que se me desborda del pecho, a pesar de saber que me estoy arriesgando demasiado. —Serena.... Siento por ti, todo lo que no debería sentir un médico por su paciente —le suelto después de hacer un profundo suspiro, y de inmediato observo que sus expresivos ojos me muestran el gran impacto que le han causado mis palabras, pues se abren de par en par, haciendo relucir sus dulces y angelicales iris color cielo que brillan con intensidad, mientras sus mejillas se pintan escandalosamente. Todo esto mientras yo trago saliva y me obligo a continuar antes de que se esfume mi valentía. —Lo lamento. Sé que esto va en contra de mi protocolo profesional. Sé que merezco tu resentimiento e incluso tu odio por haber roto tu confianza de esta manera, pero en mi excusa, solo diré, que no lo pude evitar. Tarde me di cuenta de lo que yo sentía.... —sus ojos brillan todavía más por culpa de esas lágrimas que comienzan a humedecerlos, mientras guarda silencio, dejando que sea solo yo el que esté hablando. —Ahora, no tienes por qué responder ni corresponder a lo que siento —murmuro apesadumbrado después de un rato, al ver que no tiene intención de decirme algo. Mas no se lo reprocho porque entiendo perfectamente que el que nos llevó a este momento tan incómodo fui yo. —Como acabo de decirte, sé que fue mi error. Sé que hice mal... —no dejo de hablar de forma lastimera y cabizbaja, casi rogando en silencio para que al menos me permita continuar con su amistad, que no me doy cuenta que se acerca más a mí, acortando esa distancia que nos separa. Solo me percato hasta que deja caer su mano contra mi boca, obligándome a callar mientras mis ojos la miran con asombro.

—Cu.... ¿Cuánto tiempo? —balbucea con el color carmín negándose a abandonar sus blancas mejillas. —A.... A lo que me refiero es, desde hace cuánto tiempo usted siente algo por mí.... —el coraje que está demostrando a pesar de su evidente miedo y timidez, me llenan de orgullo. Y solo por eso estoy dispuesto a responder a cada pregunta que quiera hacerme. No importa si son preguntas incómodas o muy personales. No importa si estoy arriesgando todo por nada. Pero antes debe permitirme hacerlo. Por lo que, sabiendo que la voy a hacer ruborizar todavía más, le hago una seña para que me quite la mano de la boca. Gesto que ella de inmediato entiende, poniéndose colorada hasta las orejas. Pero en cuanto comienza a retirar su mano, yo me atrevo a sujetársela entre las mías sosteniéndola en el aire, dejándola en medio de su pecho y el mío.

—Responderé a tu pregunta, aunque admito que es bastante vergonzoso... —siseo sin dejar de mirarla. Pues no quiero perderme detalle alguno de sus expresiones. —Y una vez más te pido que me disculpes, porque.... Comencé a sentir algo por ti después de la recaída que tuviste mientras yo estaba de viaje —percibo como sus labios se separan un poco para inhalar aire silenciosamente. —Pero.... Al parecer quedé prendado de ti desde el instante en que te conocí —una silenciosa lágrima rueda por su mejilla, haciéndome sentir miserable. Comenzando a temer que esto sea el principio del fin. —Soy un idiota. Lo sé. Como ya lo dije, merezco que me desprecies por haber roto de alguna forma mi palabra de ser únicamente tu médico. Pero, en mi defensa diré que, aunque sé que no pediste que sintiera algo por ti, me fue imposible no sentirlo cuando comencé a ver a la dulce mujer que había escondida debajo de esa armadura rígida que te protegía de alguna forma para que no te lastimaran más —más lágrimas ruedan por sus mejillas. Lágrimas que intuyo que son de miedo y decepción. Y, como dije lo entiendo. Pues ella confiaba en mí. Le costó tiempo, esfuerzo y lágrimas para volver a abrirse con alguien más, como para que ahora, yo, un hombre que no solo era hermano gemelo de su mayor enemigo, sino que tenía el rostro que por tanto tiempo le atemorizó, ¡Viniera a decirle que me había enamorado de ella! Era algo ilógico y de locos pensar que ella podría volver a enamorarse de un rostro tan idéntico al de ese monstruo que la mantuvo cautiva. Por lo mismo ya no sé qué más decir ni tampoco sé cómo reaccionar. La tristeza y el coraje hacia mí mismo me pesa, y me obliga a bajar la mirada al sentir vergüenza por no ser digno de ella. Quiero llorar, más no puedo hacerlo, pues para mi mala suerte ella se convirtió en ese lugar seguro en donde yo podía desahogarme sin miedo a lo que pensaran de mí. Quiero disculparme una vez más y huir a un sitio miserable en donde no pueda admirar sus bellos ojos, como un castigo autoimpuesto por.... De pronto mis pensamientos enmudecen y mi estómago sufre de un vértigo, cuando su pequeña y delicada mano libre se posa en mi mentón, obligándome a levantar el rostro para que vuelva a verla. Estremeciéndome de pies a cabeza cuando sus dulces ojos conectan con los míos.

ENSÉÑAME A VIVIR SIN MIEDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora