Uno

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Era un día muy frío en el convento ubicado en la villa de Shirakawa, hacia alrededor de seis grados bajo cero y la pequeña Sana de apenas 9 años leía la biblia por milésima vez en esa semana.

Estaba cansada, esa era la realidad, demasiado cansada para solo tener 9 años. Su vida no fue fácil, la abandonaron desde muy pequeña en aquel convento muy lejos de donde era su ciudad natal (o eso le dijeron), no sabía a dónde pertenecía, ni quienes eran sus padres, ni por qué razón terminó allí, pero desde que recuerda todos sus días eran iguales, levantarse, leer la biblia, hacer reflexiones, explicárselas a la madre superiora María, y seguir las reglas al pie de la letra.

A ella nunca le preguntaron si quería ser monja, sólo la hicieron seguir sus pasos porque según la santísima autoridad; era lo que correspondía.

Su infancia fue aburrida, llena de religión y normas, no tenía amigas ni había nadie de su edad en el convento, hasta que cumplió 16 años. Poco a poco comenzaron a llegar chicas de su edad año tras año detrás de la vocación de ser monjas, eso le pareció una locura, como ella jamás tuvo la opción de elegir que quería ser, que aquellas jóvenes eligieran por su cuenta ser monjas era algo impensado.

La primera en llegar fue Jihyo, tenía una buena relación con ella pero era muy estricta con la religión, lo cuál la alejó un poco y no pudo hacerse muy cercana a ella.. luego, llegó Nayeon, la más divertida hasta ese momento, pasaba mucho tiempo con ella imaginando lo que podría haber sido de sus vidas si no eran monjas.. Ella, por su parte, estaba aferrada a su fé pero aún así, Sana notó que no estaba muy convencida sobre ser monja.

La tercera en llegar fue Mina, al igual que Jihyo, era bastante estricta con la religión, ambas se llevaban bien por aquella razón además de que tenían la misma edad, también tenían una personalidad similar, de todas formas, entre las cuatro, se fue formando un grupo de amigas que si bien no era común y sus reuniones terminaban en hablar sobre la biblia y las rutinas del convento, ella estaba agradecida con que su soledad por fin la haya abandonado.

Pero todo cambio radicalmente, cuando cumplió 19, llegó con una sonrisa radiante y una personalidad única..

Dahyun.

Kim Dahyun, la hija menor de una familia estrictamente religiosa, llegaba desde muy lejos para cumplir con las expectativas de sus padres, si bien ella también creía, al igual que Nayeon, tenía sus dudas al respecto.

Sana aún recuerda ese día en detalle, llegaba la menor con un vestido blanco y su cabello muy bien acomodado cayendo en cascada sobre sus hombros, preparada para aprender sin ninguna información previa sobre que implicaba ser una monja con todas las letras, llevaba con ella un collar delicado con la virgen María en él, zapatos cerrados y elegantes, además de que tambien ingreso con la biblia bajo el brazo, con toda la predisposición para llevar a cabo su objetivo.

Para Sana, fue como ver entrar a un ángel.

Todo en ella cambio a partir de ese día, recuerda como el padre Nam se acercó a ella y le pidió que guiará a la nueva, como era la que más antigüedad tenía estudiando la palabra de Dios, según él, era la más indicada para que tomara ese puesto de guía. Aunque el presentarse ante Dahyun le ponía los nervios de punta, se armó de valor y con las mejillas sonrojadas, se acercó a ella.

—¡Hola! Soy Sana, me contó el padre Nam acerca de tu noviciado, así que estaré ayudándote en el proceso. —Habló rápidamente casi sin respirar, Dahyun sonrió ampliamente y eso fue la muerte para Sana cuando vio sus ojos hacerse más pequeños de lo normal en una línea, aquella chica era preciosa, en todo sentido, parecía irreal.

—Hola, soy Dahyun.. me alegra..conocerte. —Musitó eso último con timidez, tenía a una joven de cabello rubio delante de ella, no llevaba consigo su cofia, y parecía muy sonriente. —Tú.. ¿No llevas...?. —Señaló su cofia, Sana la miró confundida y tocó su cabeza extrañada, abrió los ojos ampliamente cuando lo noto.

Nun / Parte; Saida. EpílogoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora