Otoño

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Los jardines de Harvard ya habían empezado a colorearse de rojo. Los estudiantes ahora podían descansar bajo la sombra de árboles que ya mudaban sus hojas verdes y sus pies tropezaban con la alfombra de colores cálidos e intensos amarillos cuando se dirigían a clases. Ahora la cafetería ofrecía en el menú tarta de calabaza y bebidas calientes espolvoreadas con olor a canela. Malcolm había pasado esa fría mañana junto a un tablón de anuncios con posters que anunciaban fiestas de noche de brujas. Desde las fraternidades hasta chicos que abrían las puertas de sus casas, todos estaban más que listos para abrazar la nueva estación del año, la más divertida.

Había escuchado lo geniales que eran las fiestas de fraternidad desde que estaba en la secundaria, soñando con que llegara ese maravilloso momento. Sin embargo, Malcolm no pensó mucho en ello cuando vio los anuncios. Iba demasiado apurado para cumplir su deber de asistente, tanto que hasta su pesada bufanda ondeaba con el viento. Él detestaba las bufandas, los cuellos de tortuga y cualquier prenda que lo hiciese lucir como un intelectualoide pretencioso con más dinero en la cuenta de papi que conocimientos. Lamentablemente, era demasiado friolento para soportarlo. En su ciudad natal los inviernos no eran tan cruentos. Así que aunque no quisiera, tenía que adoptar la vestimenta.

Todos los estudiantes estaban ya en sus bancas cuando Malcolm entró y tomó su lugar al frente de la clase. Escuchaba un millón de voces en su cabeza. Al acercarse al escritorio la distancia entre él y el resto de sus compañeros parecía más grande . La habitación parecía inmensa y él minúsculo.

Los ojos mayormente expectantes de sus compañeros se posaron en él. Se aclaró la garganta mientras recorría con la vista a su audiencia. Había estudiantes, como no podía faltar, con expresiones aburridas, así como también un grupo compuesto por ese niño rico Preston y sus pedantes amigos. Estaban en todos lados.

Malcolm hubiera querido evitar ponerse en esa situación a toda costa.Estaba presionado por demostrar que tenía todo el derecho y la capacidad de dar esa clase. No era sólo por Preston y los otros, necesitaba dar la talla antes de que sus compañeros se cuestionaran porqué él estaba ahí mientras que ellos pagaban una colegiatura carísima por recibir la mejor educación.

El pánico escénico estaba empezando a apoderarse de él, de modo que trató de pedirle a sus manos que dejaran de temblar, el salón parecía quedarse sin oxígeno. Lamentó no haberse quedado con Reese en el rancho o haber escapado con él después de graduarse de la preparatoria. No estaría en este dilema de haber seguido sus impulsos.

Una estudiante había arrancado un pedazo de hoja, escrito algo y doblado antes de pasarla a alguien. No sabía si los universitarios aún se mandaban notitas en clase frente a los profesores, pero si lo hacían frente a él sin ningún reparo significaba que los estaba perdiendo.

Así de mala era su suerte. No podía hacer nada bien, ni hacerle sexo oral a Reese ni mantener el mínimo de respeto con sus compañeros. Tenía qué soportarlo y seguir.

"Mientras el profesor regresa, repasaremos los resultados de sus ensayos" dijo sacándolos de su mochila.

Un estudiante levantó la mano.

"Deberíamos discutirlo con el profesor, nuestras calificaciones están en juego"

Diablos, era justo lo que quería evitar.

Otros chicos murmuraban entre ellos y percibía que la inconformidad iba creciendo. Tenía qué detenerlo y rápido.

"Si eso es lo que quieres no hay problema. Los que lo prefieran podríamos profundizar en las partes de su ensayo que necesitan pulirse, como en el caso de Preston por ejemplo parafrasear sus fuentes no basta. Sé qué es lo que el profesor valora más en los argumentos y a lo que le da una calificación más alta"

Wilkercest 3 (Malcolm x Reese)Where stories live. Discover now