El barco continuaba su lento avance hacia Dragonstone, acercándose cada vez más a la costa. Las olas mecían la nave, susurros del mar que resonaban como un eco lejano de tiempos pasados. La luz del atardecer teñía el cielo de tonalidades cálidas, creando un paisaje etéreo que anticipaba un destino impregnado de magia y misterio.
Daemon Blackfyre permanecía en la cubierta, sus ojos fijos en la isla que emergía del horizonte. El viento le jugueteaba con los mechones de cabello platinado mientras contemplaba con reverencia la silueta imponente de Dragonstone. Aquellas rocas negras, talladas por los caprichos del tiempo, eran guardianes silenciosos de incontables historias.
Los dragones de Daenerys continuaban danzando en el cielo, sus alas desplegadas como espectros majestuosos. El sol poniente hacía destellar sus escamas, reflejando la grandiosidad de su estirpe. Daemon no pudo evitar sentir un escalofrío de emoción al presenciar la unión perfecta entre criaturas ancestrales y su regreso a la morada de sus antepasados.
La tripulación, contagiada por la anticipación, se movía con frenesí preparando la nave para el desembarco. Las velas se recogían con destreza, las cuerdas se tensaban y los marineros se alineaban en la cubierta, listos para la llegada a tierra.
Al acercarse aún más a la costa de Dragonstone, Daemon pudo apreciar los detalles de la fortaleza. Las murallas antiguas, la arquitectura imponente y las torres que se alzaban como testigos del tiempo. Era un lugar que transmitía respeto, una isla que llevaba el peso de los siglos en cada piedra.
Con un gesto firme, Daemon se acercó al joven marinero que lo había informado inicialmente.
—Prepara una embarcación y notifica a la reina.
El marinero asintió con respeto y se apresuró a cumplir la orden, mientras Daemon, con la mirada aún perdida en Dragonstone, se preparaba para desembarcar en una tierra que guardaba no solo el pasado de su linaje, sino también el futuro que aguardaba con expectación y desafíos en Westeros.
Fortaleza Roja, King's Landing.
El sol dorado, inclinándose con gracia hacia el horizonte, despedía sus últimos rayos sobre la Fortaleza Roja, tiñendo el cielo de tonalidades cálidas y doradas. Baelor Celtigar, recién ascendido a consejero del rey Tommen, deambulaba por los intrincados pasillos tras una reunión en la majestuosa sala del trono. A medida que avanzaba, la densa atmósfera política parecía desvanecerse, cediendo su lugar al aire ligero y fresco de la tarde.
Al entrar a su oficina, la cual era contigua a su habitación, vislumbró a Margaery Tyrell, la reina. Una sonrisa cómplice iluminó sus rostros al cruzar sus miradas. Baelor se dirigió hacia ella con una naturalidad cuidadosamente orquestada, acechando hacia cada esquina del pasillo antes de cerrar la puerta tras él.
—Lord Celtigar —la reina saludó con gracia, permitiendo que su mirada sugerente prolongara la pausa antes de continuar —. Es un placer verlo después de la reunión.
—El placer es mío, mi reina —respondió Baelor, con una inclinación cortés, pero al igual que ella, se permitió mirarla por más tiempo —. Su belleza siempre ilumina salón en el que se encuentre.
—Es usted muy amable, milord —la castaña comenzó a caminar por la habitación, acercándose disimuladamente a él —. Sus consejos son ciertamente prósperos para el rey y su pueblo. Admiro eso.
—Es mi trabajo, majestad —una última vez, Baelor miró ambos lados del pasillo, asegurándose de que no había nadie acechándolos, y después de eso, se atrevió, con una audacia sorpresiva, a tomar a Margaery por el brazo, llevándola a un rincón.
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El Dragón Negro «Una Canción de Hielo y Fuego»
Fanfiction"¿Y tú quién eres?" dijo el orgulloso lord. Así comenzaba la melancólica melodía de las Lluvias de Castamere, una canción conocida por muchos como el himno de la casa Lannister. Al oírla, era de suponer que algo malo pasaría. Eso ya no ocurría con c...