16

1.3K 130 29
                                    


La primera vez que Gemini vio a su padre, tenía cinco años de edad. El cuerpo de su madre yacía inerte en la camilla del hospital donde murió por una sobredosis de pastillas para dormir; aún tibio.

Él no comprendía qué ocurría, no conocía del mundo más que las historias fantásticas que su madre le contaba por las noches. En su pequeña inocencia, el héroe rescataba a la princesa, el malvado siempre era vencido y al final de cada cuento había un "vivieron felices para siempre".

El mundo tenía colores, pero cuando murió su madre, estos les fueron arrebatados de la noche a la mañana. Nick Norawit, el hombre que lo engendró, fue el cuatrero que lo hizo.

"Desde hoy eres un Norawit y deberás actuar como tal, Gemini."

Oh pequeño inocente, no comprendió el peso de aquellas palabras hasta que fue demasiado tarde. Hasta que un día miró su reflejo en el espejo y se dio cuenta que frente a él no había un ser humano, sino un monstruo. Justo como su padre esperaba.

¿Lo peor? No se sentía mal por serlo. Fue forjado en acero, moldeado a voluntad del hombre más desalmado que pudiese haber.

La primera vez que Gemini tuvo que defender su vida, solo tenía doce años de edad. Confinado en un internado para hijos de militares; en una prisión con buenas camas y profesores aficionados a abusar de sus alumnos.

Su cuerpo avistaba composiciones brutales de golpes y sus labios no pronunciaban más de unas cuantas palabras sin que comenzara a tartamudear. Era una víctima, el eslabón débil de la cadena y seguramente habría seguido así de no ser por su padre.

Jamás olvidaría el día que Nick lo visitó, luego de años sin tener alguna noticia de él. Imponente y con su porte recto, despojado de cualquier emoción humana. Se mofó de él, de su pobre y lastimera condición; fue repudiado.

—¿Así que tu profesor te golpea, Gemini?

Gemini no pudo responder. Simplemente bajó la cabeza, sin saber que debería estar sintiendo en ese momento. Tan perdido y desorientado... Como un barco sin su brújula.

¿Por qué no había alguien que le dijera que era lo que debía sentir? Todo hubiera sido más simple.

Y lo que nunca había ocurrido, llegó a él en ese momento. Su padre acarició su pequeña cabellera, sonriendo como Gemini quería pensar, lo haría un padre a su hijo. No fue así, lo comprendió cuando la puerta de la habitación donde estaban se abrió y entró por el umbral de esta, su profesor.

—Al parecer tenemos un problema aquí. —El coronel se colocó al lado de Gemini, con su mano sobre el escuálido hombro del menor—. Gemini me ha informado que ejerces violencia en él.

—Debe fortalecer su carácter.

Gemini quiso llorar. Ya podía sentir los golpes que llegarían cuando su padre se fuera; estigmas punzantes en su lechosa piel que tardarían semanas en sanar.

—Y estoy completamente de acuerdo —respondió su padre—. Así que haremos esto...

Nick Norawit miró a uno de sus oficiales y este le entregó su arma. Gemini dejó de respirar, al igual que su profesor cuando Nick colocó el revólver frente a Gemini.

—¿Qué demonios está haciendo?

—Fortaleciendo el carácter de mi hijo, justo como usted aconsejó. — Gemini cerró los ojos, contando en su cabeza. Rogando porque eso no fuera más que una pesadilla—. Tómala, Gemini.

—N-no.

Nick bufó y sacó su propia arma. El tiempo pareció detenerse cuando, sosteniéndolo firmemente, apuntó el revólver sobre la sien de Gemini. El niño temblaba, a sabiendas de que el coronel no estaba bromeando.

"Prisionero" geminifourthWhere stories live. Discover now