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De aquella dulce y vil manera, esa noche el cuerpo de Fourth fue expiado con besos dulces y bañado con lágrimas amargas. Su alma fue cercenada, escindida y dolió sin sangrar.

No era una historia de amor digna de ser contada, era sucia y dolorosa. Lo de ellos era peligroso, los hacía vulnerables y débiles. Quizá no era amor, quizá Gemini tenía razón y solo era un síntoma de la irrevocable demencia en la que ambos habían caído. Una enfermedad, una leucemia de sentimientos demasiado propagada para poder ser detenida.

De ser así, no habría enfermedad más dulce en el universo ni muerte más esperada.

Fourth recordó, un paseo tenue por su memoria, cada momento vivido con Gemini. Lo bueno y lo malo, las lágrimas derramadas y cada muro derrumbado. Las peleas, las risas, las palabras hirientes y los arrullos. El placer que encontraban en el cuerpo del otro, los besos que se demandaban mutuamente; había tanto.

Sus primeros meses en North Collan, como Gemini intentaba apartarlo de él, como Fourth se negaba a ser apartado. Como se dejaba herir por su dueño y le exigía al mismo que lamiera sus heridas, sanándolo hasta que aprendiera a tocarlo sin lastimar.

Los ojos de Fourth pesaban, mas sus parpados de negaban a caer.

Ambos recostados de costado sobre la dura superficie llamada cama, mirándose sin tener nada más que decir puesto que habían vertido toda emoción en el otro cuando hicieron el amor, cuando encontraron la libertad una vez más. Con ojos hinchados y brillantes, producto de las lágrimas derramadas. Cuerpos desnudos y el sudor de ambos mezclados en un suave aroma, uno que Gemini sentía en su paladar; había besado y degustado cada recoveco del cuerpo de Fourth.

La poca luz le impedía a Fourth vislumbrar algo más que la silueta de Gemini, pero no necesitaba más. Había memorizado cada aspecto de su dueño, cada imperfección, cada cicatriz. Deslizó una mano vacilante hasta la quijada de Gemini y arrastró sus dedos por toda la perfecta extensión de esta.

—Bebé —suspiró Gemini sobre los labios de Fourth. Ronco y lento, con su voz gastada.

—¿Hm?

—Bebé... M-mierda, quiero decirte así cada día. Solo... Mi bebé.

—Lo harás... —contestó en un arrullo suave. Fourth sabía que Gemini estaba sonriendo. Eso dolía.

—Mi bebé... mi amor. E-eres mi amor, solo mío. Aquí estamos y... tú eres eso, eres mi amor. Nadie más lo fue, nadie más lo será, corderito. Solo tú.

—¿Me dirás que me amas?

—¿Necesitas que te lo diga?

—No.

—¿De verdad?

—Sé que lo haces. Sé que me amas.

—Le dije a Mark lo que siento por ti. Él dice que es amor, yo digo que es algo distinto... —Gemini dejó un beso débil en los labios de Fourth; estos estaban afiebrados. Seguramente rojos por las mordidas y lamidas—. Que no puede ser amor, que tú me amas... eso, lo que tú sientes, es hermoso. Es como, es así, limpio. Es brillante... como tú.

—Gemini, ¿por qué piensas que solo hay una manera de amar?

—¿Qué? No lo sé. No... No tengo idea, corderito. Antes de ti, ni siquiera podía imaginarme pronunciando esa palabra. Solo te tengo a ti de ejemplo.

Y Fourth jamás podría encontrar a otro ser humano más hermoso que Gemini. Tan roto y hermoso, tan ingenuo y cruel. Su dueño era una antítesis en su existencia. Fourth amaba eso. Fourth amaba todo.

—Tú me amas, Gemini.

—¿Lo hago? ¿Realmente? No es... ya sabes, ¿estás seguro?

—Lo estoy. Me amas, más de lo que cualquier humano podría llegar a entender.

"Prisionero" geminifourthWhere stories live. Discover now