Capítulo 13 Memorias De Una Loba

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NARRADOR (V.O.)

Kaede se encontraba en el balcón de la posada, apoyando sus manos en el borde. Al levantar la vista, observó las tiendas al este del pequeño pueblo. Sobresaltada, escuchó la voz de Daniel detrás de ella.

Daniel: Veo que ya te despertaste.

Ella se giró lentamente para ver a Daniel, que llevaba una taza humeante en la mano. Vestía un camisón largo de lana de color beige y un gorro para dormir.

Daniel: ¿Café? -pregunto extendiendo su mano.

Kaede: No, gracias-dijo negando rotundamente-. No me gusta su sabor.

Daniel: Bueno, más para mí-se encogió de hombros y sonrió.

Daniel continuo su camino y se paró a un lado de Kaede y bebió un poco. El silencio a su alrededor solo se rompía ocasionalmente por susurros extraños y crujidos semejantes al de ramitas. Algo preocupaba a Kaede, intentó abrir la boca para hablar, pero no se le ocurrió nada. La cerró de nuevo.

Daniel: ¿Te preocupa volver a tu aldea, ¿verdad? -pregunto.

Kaede: ¿Cómo lo sabes? -miro preguntándole.

Daniel: Tu expresión antes de partir lo decía todo-dejo la taza en el borde.

Kaede: ¿Cómo sabías del otro templo? -pregunto curiosa.

Daniel: Siempre lo supe-asintió con melancolía.

Kaede: ¿Por qué no me dijiste? ¿Esto tiene que ver con...? -dijo aquella pregunta que le rondaba por su cabeza.

Daniel: No tiene nada que ver con la cobardía-se apresuró a decir-. Los horrores te afectan más por tu pasado, horrores que los demás ni siquiera imaginan. No te sientas avergonzada.

Kaede: Tengo miedo-admitió.

Daniel: Si lo tuvieras serias una tonta-le dijo muy serio.

En ese momento, Kaede apretó con fuerza sus puños, haciendo que un hilillo de sangre recorriera la palma de su mano. Daniel tomó las manos de Kaede con las suyas, agarró un poco de nieve y lo aplicó en las manos de la loba. Y sintió un alivio inmenso y, acto seguido, Daniel le indicó que apretara para mitigar el dolor. Ella le sonrió agradecida.

???: Sus caballos están listos-dijo una voz detrás de ellos.

Daniel: Si, muchas gracias 2B

La voz de 2B era sorprendentemente dulce; era como la de un niño. Daniel estaba ajustando las correas de las sillas de los caballos cuando escuchó que alguien se aclaraba la garganta. Al girarse, vio a Kaede.

Kaede: ¿Me invitarás a subir? -pregunto.

Daniel: Sí, claro-respondo.

Hizo una pequeña reverencia mientras extendía su mano hacia Kaede para invitarla a subirse al caballo, como todo un buen caballero. Ella tomó gentilmente la mano de Daniel, subió al caballo y luego él se subió al suyo. Daniel miró al pueblo con nostalgia

Daniel: Fue un gusto verlas de nuevo, chicas-dijo con una pequeña sonrisa-. Siguen tan hermosas como las recuerdo.

 Siguen tan hermosas como las recuerdo

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