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James, Peter y Sirius se miraron, intentando decir una palabra para acabar con eso pronto, sin tener que vivirlo. Delante de ellos, Remus, quien llevaba el mapa merodeador en la mano, suspiró agotado.

-Es duro hacer esto, lo sé, pero ya lo hemos hablando- dijo seriamente, mirando a los tres casi al mismo tiempo- A nosotros no nos va a servir fuera de Hogwarts.

-Podríamos controlar a los que son nuestros amigos de cursos inferiores- intentó opinar Peter y luego cerró la boca, sabiendo que era demasiado tonto- ¿No hay alguna otra posibilidad? No quiero dejarlo aquí, nos costó mucho trabajo, es parte de nosotros.

-Lamentablemente tenemos que hacerlo Pit- suspiró James y se incorporó de la cama.

¿Qué hacer con el mapa merodeador una vez que se fueran de Hogwarts? Esa era la pregunta que los hacía estar despiertos el jueves de la última semana a la noche en colegio, dando vueltas sobre su habitación. 

La misma que había visto idear y crear el mapa, cuatro años atrás.

-¿Está todo asegurado?- preguntó Sirius, quien estaba algo reacio a dejar ir aquella cosa con la que había compartido millones de momentos merodeadores.

-Claro que sí- asintió Remus y le tendió la nota- La he hechizado con nuestra esencia, ya sabes, cosas que tú no comprendes. Se dejará leer, con alguien que sea compatible con al menos dos de nosotros, de lo contrario simplemente verán un pedazo de papel, pegado a un sucio pergamino. 

Sirius colocó la nota sobre su mano y lentamente, como recordaba que sucedía con el mapa merodeador cuando se decía las palabras correctas, un trazo de tinta fue apareciendo hasta formar las letras pulcramente escritas por el merodeador responsable: "Si puedes leer significa que hemos encontrado a la persona correcta para cederle esto, nuestro más grande secreto. Verás, el pergamino no es solo un pergamino, como está nota no es solo una nota. Es un legado, uno que nosotros te hacemos a ti. Solo basta apuntar con la varita, sonreír burlonamente y jurar solemnemente que tus intenciones no son buenas para luego cumplir y realizar la travesura. Atte: Los merodeadores."

-Es perfecta, Lunático- sonrío Peter, quien tenía la cabeza apoyada sobre el hombro de Sirius para poder leer- ¿Estás seguro de que funciona?

-Se ha dejado leer por Sirius y por ti, Colagusano, estoy seguro de que si alguien es compatible con al menos dos de nosotros la nota se mostrara ante él sin ningún problema.

-¿Dónde dejaremos esto?- preguntó Sirius, incorporándose también de la cama.

-En el único lugar donde estaremos seguros de que alguien como nosotros pueda conseguir llegar a ello- dijo James, sonriendo- El despacho de Flich.


-¡Alto ahí, pequeños delincuentes!- la voz del conserje llegó hasta ellos un pasillo más atrás y la sonrisa, dejando el rastro de la ultima travesura en sus rostros, se formo, antes de que James, Sirius y Peter giraran sobre su eje, mirando al hombre acercarse siendo seguido por la señora Norris- ¡Los he atrapado! Son las cuatro de la mañana, señores, han roto el toque de queda.

-Soy premio anual, Flich, yo puedo romper el toque de queda- aventuró James, cruzándose de brazos y sonriendo burlonamente ante la expresión que había aparecido en el rostro del conserje.

-Pero Black y Pettigrew no lo son, así que voy a castigarlos- dijo, solemne.

-Las reglas dicen que un alumno puede estar fuera de la cama si es acompañado por un prefecto o incluso de un premio anual- apuntó Sirius, metiendo las manos dentro de los bolsillos de la chaqueta merodeadora que llevaba sobre lo que él debería de considerar un piyama.

La chica de un MerodeadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora