CAPÍTULO 1

38 2 1
                                    

La oscuridad invadía sus noches convirtiéndolas en una dolorosa agonía. Su desesperado corazón no soportaba lo vivido en aquellos años tan oscuros por ello los gritos de media noche, ya eran cosa de todos los días. Pidió la habitación separada para, según ella, dejar de escuchar el llanto, pero se despertaba de todas formas, por eso dormía después de cada escena, a veces ocurría a la una de la mañana. Ya estaba harta, por eso la siguiente solución fue comprar un bloqueador de sonido para los oídos, por primera vez en cinco meses pudo dormir tranquila.

—¡Buenos días! —Saludó sonriente y lista para irse después de desayunar.

—Una mierda—Respondió su gemela, la causante de los gritos. Estaba sentada en la barra comiendo el pan tostado del desayuno. Cada día que pasaba lo odiaba más.

—Huele bien—Prefería ignorarla sino caería en el mismo sentimiento. Tomó asiento a su lado para desayunar. —Ma, ¿sales hoy también?

—Regreso mañana, nada de escaparse, quedan con la abuela. —Sentenció la señora terminando su jugo de manzana como lo único que desayunaría.

—Ya estamos grandes.

—Sumer es la que se escapa, yo...ni siquiera sé por qué tenemos esta conversación.

Su madre la miró con lástima, le rompía el corazón la situación de su hija.

—Cariño, este pueblo es diferente. Investigué a todos, no hay nadie con antecedentes.

—Sí, Win, este lugar no tiene gente loca.

—Ya no tengo hambre. —Tiró el pan al plato y tomó su bolso. No tenía gracia hablar del tema.

Ante sus intenciones de marcharse, su madre la detiene haciéndole un recordatorio.

—Hoy es la cita al psicólogo, Winter, no lo olvides. Nos vamos juntas.

—Yo sí muero de hambre—Tomó las sobras de su gemela.

Winter simplemente hizo una mueca de asco ante lo puerca que era su hermana cuando comía.

Llevaban cinco meses en el pueblo, lo que sería su hogar permanente. Fue difícil para las tres salir adelante tras lo sucedido. Se suponía que las terapias debían ayudar, pero en cinco meses no han hecho cambios en Winter. Cada día era una tortura mental para ella, la depresión la consumía, ¿cómo hacía Sumer para soportarlo? Ambas pasaron por lo mismo, sin embargo, cada una lo llevaba de forma diferente.

Lo cierto era que Sumer lloraba en silencio cada noche, mientras de día mostraba siempre una sonrisa. Winter no tenía intenciones de fingir como lo hacía su gemela.

En secundaria trataban de sobrevivir, una conocía casi a todos, mientras que la otra apenas tenía una amiga que era igual de rara que ella.

—¿Podrías dejar de saltar como idiota?

Caminaban hacia el comedor, Winter recién llegaba de su cita médica y ahora estaba en la institución junto a su gemela. Sumer tenía mucha energía, cosa que le molestaba a su gemela.

—Bájale a esa canción—Le pidió Sumer. Su gemela no dejaba de escuchar She's So Gone de Naomi Scott, el volumen era tan alto que se escuchaba estando al lado. —Vas a quedar sorda, mamá ya te dijo que cuides tus oídos.

—Me importa un carajo lo que piense esa mujer. Me tiene harta que finja que es nuestra madre. Nos abandonó por cinco años.

Todo rastro de felicidad en el rostro de Sumer desapareció. Tronó sus dedos dispuesta a defender a su madre, nadie hablaba mal de la mujer que le dio la vida y que ha hecho todo lo posible por verlas felices.

¿Cuál Alfa Eliges?Where stories live. Discover now