CAPÍTULO XXXIV: Emediam, colisión de poder.

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El olor a pólvora, seguido del estruendoso ruido de los cañones que estaban atacando a las criaturas del abismo los sacó a todos de ese trance

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El olor a pólvora, seguido del estruendoso ruido de los cañones que estaban atacando a las criaturas del abismo los sacó a todos de ese trance. Eugene y Draven no entendían que era lo que Privai le había mostrado a Emerald, pero por el rostro consternado de la joven, era más que notorio que aquello que había presenciado gatilló algo en su interior.

—Eugene —dijo ella, y Privai finalmente la soltó— ¿Hay forma de rastrear a ambos?

—La hay —contestó él con calma mientras la sujetaba de las manos

Al igual que cuando eran niños bastó el simple contacto con su piel para que una visión apareciera, pero a diferencia de esa vez, Eugene no cayó de espaldas y comenzó convulsionar, por el contrario su cuerpo comenzó a emanar un aura celeste a medida que sus ojos se volteaban hacia atrás.

En un inicio Privai y Draven quisieron ayudar, pero entendieron rápidamente que el menor contacto que hicieran podría interferir.

Al finalizar su visión el muchacho observó a Emerald con compasión, lentamente se acercó a su oído y comenzó a susurrar, la muchacha volvió a tensarse en cuanto él le transmitió el mensaje, pero únicamente asintió son decir ni una sola palabra.

—Draven, Emerald, deben dirigirse a la frontera de El Abismo, el lugar donde todo comenzó —luego de decir esto ambos asintieron—. Privai y yo nos quedaremos para ayudar al ejercito de Delia y a los maestros a parar los ataques, cuando todo termine... nos volveremos a ver.

Aunque Eugene había tratado de disimular el nerviosismo que lo envolvía, Draven pudo intuir que detrás de aquellas palabras había algo más, pero luego de observar a Emerald se percató de que lo que sea que él le haya dicho no podía ser algo bueno.

—Por favor, vayan con cuidado... —Privai les brindó un abrazo fugaz y luego se posicionó justo al lado de Eugene—, vuelvan con bien. Todos.

Esta vez la muchacha observó a Emerald. Aunque no lo hubiera vuelto a decir aquella petición era una súplica casi desesperada. No quería perder a nadie. La simple idea de decirle adiós a alguno de sus amigos era algo para lo que no estaba lista, y probablemente, nunca lo estaría.

Diamond, el príncipe corrupto [Saga: Los malditos #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora