Willy wonka el excéntrico e inteligente chocolatero lleva una vida llena de lujos y amor familiar, pero no todo es felicidad, se siente solo, su corazón esta vació, realmente en sus adentros desea tener una compañera, tener un amor real y puro, esos...
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Los grandes ojos marrones de la huérfana se quedaron impresionados de la gran belleza de aquella mujer adulta de cabellera rojiza como la de ella, que además, compartía el mismo color de ojos que su hijo, esos ojos cálidos y llenos de bondad, bueno ya sabe de quien los heredó Will, no supo qué decir, puesto que nunca había estado frente a una dama tan refinada, recatada y de la alta clase, Stefani dejo que el joven chocolatero hablara por ella, Will se mantuvo sonriente como casi siempre, con un carácter confianzudo y dulce, todo lo contrario al carácter de Stefani.
—Hola mamá —la saludó el muchacho dándole un beso en la cabeza a la mujer que le dio la vida, luego se giró a ver a su acompañante—Ella es Stefani Barnes, es la mayor de sus hermanas adoptivas.
—Oh sí—exclamó con asombro y a la vez sonriendo la adulta pelirroja—Que bonito nombre tiene, hola Stefani, es un placer conocerte —la saludo con la mano aun manteniéndose sonriente—Yo soy Giselle Wonka, la madre de William II.
La huérfana sonrió un poco respondiendo el saludo de la forma más educada que pudo, pues la casa en dónde ha vivido por años, no se destacaba por enseñar modales.
—El gusto es mío Sra.Wonka y bueno, disculpen si estoy molestando a estas horas de la noche—le comentó bajando un poco la mirada.
—No te preocupes, eso no importa linda, se que eres amiga de mi hijo, eres bienvenida, Will nos habló mucho sobre ti, estuvo horas hablándonos de cómo se conocieron y los momentos que pasaron juntos—Explicó de manera romántica y alegre Giselle, haciendo que su hijo se sonrojara un poco.
