💫 CAPITULO 1 💫

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Se hacía llamar Mew, aunque los niños pequeños lo conocieran por otro nombre. Cuando Diciembre 24 llegó, también lo hizo la mujer vestida de negro, su cara cubierta con una capucha. Juntos, pasarían una noche de trabajo duro que se sentiría mucho más larga que una noche. Habían pasado la víspera de Navidad juntos durante décadas, quizás más. Mew no estaba claro con el tiempo. Lo único claro era su tarea anual: caminar el mundo cada víspera de Navidad, proteger a los niños, y dejar regalos para aquellos que creían.

Ya no habían tantos creyentes; varias casas no brillaban mientras Mew caminaba por una pobre calle a las afueras de la ciudad de Nueva York. Tristemente, la mayoría de las pequeñas casas estaban oscuras, lo que significaba que los niños que vivían ahí ya no esperaban a la entidad conocida como "El Padre de la Navidad". Eso quería decir que Mew podía pasar por esas casas. Él y la mujer vestida de negro no tenían tiempo para los no creyentes.

Sin embargo, ellos se detuvieron en frente de una casa, y Mew inclinó su cabeza a un lado, curioso. Esta casa estaba en ruinas, probablemente construida en los 1970 o a principios de los 80. Una blanca y brillante nieve se asentada fuertemente sobre el tejado, por lo menos unos 15 centímetros, y Mew no se hubiera sorprendido si el tejado cedía. Estaba impresionado de que la casa siguiera en pie del todo con su decrépito revestimiento agrietado; una ventana quebrada, cubierta con papel grueso y cinta; y ni una sola luz navideña.

Aun así, la casa...

En sí misma, no brillaba. Parpadeaba. Mew no podía recordar haber visto algo como ello, y a pesar de que su memoria eterna era vasta, sabía que no se podía confiar en ella. Había un gran, espacio vacío en su vida antes de que se convirtiera en "Mew". No recordaba nada de aquella víspera de Navidad donde se despertó y empezó a caminar con la mujer de negro, visitando todas las casas que brillaban, que eran tantas en su momento. Tan pocas ahora.

¿Por qué parpadeaba esta casa, como una bombilla vieja apunto de apagarse?

No se molestó en pedirle a su compañera respuestas. En todo su tiempo juntos, la mujer vestida de negro nunca habló. Cuando Mew se acercó a la puerta del frente, hecha de madera magullada y abatida por los cambios climáticos, ella lo siguió. Mew los llevó al "Otro Lugar" donde ellos no podían ser vistos. Luego, cruzaron la puerta del frente.

Tan pronto como entraron al pequeño recibidor, Mew sintió el olor de cigarrillos y escuchó gritos. Un niño lloró, -¡Corre! ¡Vete!- seguido por el sonido de unos muebles siendo derribados.

Una voz adulta se unió al alboroto: -Pequeña mierda.

Mew realmente se sobresaltó ante el vil golpe de carne contra carne. Luego, el eco de un cuerpo golpeándose contra el piso. El engañoso y silencioso traqueteo de los cuerpos en un altercado. El niño gritó una vez más justo cuando Mew iba cruzando la esquina, y la mujer de negro se quedó atrás, como de costumbre.

Mew entró a una sala de estar con un sofá deshilachado, una televisión barata y una chimenea oscura. Un cenicero demasiado lleno caído, regado al lado de una mesa de café de tres patas sostenida por una pila de directorios telefónicos.

Invisible ante los presentes, Mew rechinó los dientes ante la escena mientras un padre se arrodillaba por encima de su hijo, quien no podría haber tenido más de diez años y lo golpeaba repetidamente, mientras el niño sacudía sus delgados brazos en vano.

El padre siguió maldiciendo, murmurando para si mismo, y Mew olió alcohol desde donde estaba parado. Un suave quejido llamó su atención. En la esquina trasera, debajo de la mesa del comedor, dos niños, más pequeños que el que estaba siendo asaltado, observaban horrorizados pero se quedaron escondidos. Al parecer, esto era un suceso habitual, su hermano mayor defendiéndolos al aceptar el impacto de la ira de su padre.

MIENTRAS DUERMES - MEWGULFWhere stories live. Discover now