💫 CAPITULO 5 💫

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Estaba acostado en el piso y cerró sus ojos. Encima de él, voces agitadas rebotaron por las paredes y esquinas. Gulf y el extraño discutieron. Alguien tropezando con su pierna, lo que hizo a Mew darse cuenta de que ya no estaba en “El Otro Lugar”. El resurgimiento de memorias perdidas hace tiempo lo habían echado de ese lugar seguro. Estaba de vuelta en el mundo, entre personas que podían verlo, escucharlo y gritarle.

En algún lado, una puerta se estrelló.

Cuando unas manos agarraron sus hombros, Mew no se molestó en pelear. Las manos del extraño lo sacudieron, pero la voz que llamaba su nombre no era de un extraño. Era de Gulf. —¿Mew? ¡Por favor!— él sonaba asustado; eso no podía ser.

Mew abrió sus ojos para encontrar a Gulf arrodillado en frente de él, peinando el pelo largo y negro de Mew fuera de su rostro con sus dedos frenéticamente.

“Isabel.”

“Daniel.”

“Frances.”

“Abigail.”

“Mark.”

Sus cinco hijos, todos muertos. Muertos debido a sus fechorías. Muertos porque su padre se preocupaba más por sí mismo que por ellos.

—¡Mew!— gritó Gulf.

Asustado. Gulf estaba asustado.

Salvar a Gulf. Proteger a Gulf como no había protegido a su propia familia.

Mew se sentó de golpe y arrastró a Gulf en un abrazo rompe huesos. El esbelto Gulf, en nada más que pantalones deportivos, encajaba perfectamente contra el pecho de Mew. Sus puños agarraron el frente del abrigo rojo de Mew mientras los brazos de Mew se envolvían alrededor de él, dedos clavándose entre las costillas de Gulf.

—Mierda, me estás asustando—, dijo Gulf con su cara aplastada contra el esternón de Mew. Su piel desnuda se sentía abrasadora bajo las manos de Mew. —¿Qué pasa? ¿Qué está pasando?— Trató de empujarse, pero Mew lo sostuvo con seguridad. — Apenas puedo respirar, hombre. ¿Mew? Suéltame.

Dejó ir el cuerpo de Gulf pero sostuvo su rostro. Las grandes palmas de Mew se tragaban las mejillas de Gulf, y el joven lo miraba fijamente.

—¿Qué demonios está pasando?— preguntó Gulf.

—Están muertos—, dijo Mew.

—¿Quién?

—Mi esposa e hijos. Están muertos por mi culpa. Fui a ver a Rita, a esconderme. Era Nochebuena y no les compré regalos. Yo…

Gulf cubrió las manos de Mew con las suyas. —Te sientes helado. Hagamos té.

Gulf ayudó a Mew a ponerse de pie, un esfuerzo cómico e incómodo considerando que Mew era gigantesco. Gulf lo arrastró a la sala de estar y empujó a Mew hacia el sofá antes de caminar descalzo hacia la cocina. Mew no miró, pero escuchó el sonido de la cerámica sobre el mármol, el agua del grifo y, finalmente, el agudo silbido del grito de una tetera.

Solo se movió cuando Gulf se sentó a su lado y colocó dos tazas humeantes en la mesa de café. —Bebe eso —, dijo. —Oh, ¿puedes beber algo? Supongo que puedes. Te comes las galletas que los niños dejan fuera, ¿verdad?

—Yo... no —. Había cientos de miles de galletas en algún lugar en El Otro Lugar, esponjosas y dulces para siempre.

Mew esperaba que Gulf le preguntara por su familia. En cambio, preguntó: —¿Qué estabas haciendo en mi habitación?

—Mirando.

Después de un sorbo fuerte, Gulf se inclinó hacia adelante y colocó su taza sobre la mesa. —¿Me estabas viendo tener sexo?

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