Ocho

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El comienzo del día se había limitado a lo cotidiano. Tras la insistencia de la alarma programada previamente, Ailinne acabó por levantarse con la pereza usual, la cual fue dejada prontamente de lado gracias a la ducha que ayudó a que terminara de despertar. Al sentir el chorro de agua tibia caer regularmente, se dio cuenta de cómo las cuatro paredes se iban llenando de un vapor agradable que no permitía la interferencia de los ruidos externos correspondientes a su familia.

Aun si su familia no caía en lo tradicional Ailinne no podía evitar entusiasmarse ante la idea de su cumpleaños número dieciséis, en especial porque estaba nuevamente en la ciudad, en donde podría celebrar junto a su familia y los amigos que llevaba tiempo sin ver.

De nuevo en su habitación, la chica busco en su armario la ropa que usaría en el día. Sin ninguna presión, Ailinne demoro un poco más en escoger un atuendo, sintiendo que no podía contener la emoción. Por la noche su madre le había hecho saber los planes que tenían para el día, el cual involucraba una serie de sorpresas, así como una fiesta intima en donde invitarían solo a unos cuantos amigos de la chica.

Segura de que al bajar se encontraría con el inicio de las celebraciones, se llevó una desilusión al ver que sus padres se encontraban rodeando la mesa del comedor, demasiado comprometidos en su desayuno como para estar organizando la fiesta que tomaría lugar por la tarde. Sin embargo, recupero el buen humor apenas recibió los abrazos de los dos adultos, para después dejar un plato que contenía una tortilla francesa rellena de hojas verdes y queso.

—¿Aun no regresa Danielle de casa de Eva? —Sabiendo que su hermana había pasado la noche en casa de su novia, Ailinne sintió curiosidad por saber cuánto demorarían ambas en devolverse a casa.

Tan pronto ocupo su lugar en la mesa, Priscila deposito una caja que contenía su regalo, al tiempo que ofrecía una respuesta a la pregunta de la chica. Aclarando que la mayor estaría de regreso por la tarde, espero que la explicación fuera suficiente o de lo contrario correría el riesgo de adelantar los preparativos de la celebración.

Para fortuna de la adulta, Ailinne comprendió que no debía seguir indagando en la demora de Danielle, por lo que se dedicó a desayunar junto a sus padres. No sin que antes Liam la urgiera a abrir la envoltura, revelando así unos tenis nuevos que llevaba deseando desde varios meses atrás. En agradecimiento, la adolescente corrió a abrazar a su madre. Si bien, las zapatillas que utilizaba para correr aún se mantenían en buen estado, la chica disfrutaba tener una colección donde tenía opciones a escoger.

Sin darle la oportunidad de remeter contra la comida que descansaba a unos centímetros de ella, su padre le hizo entrega de una bolsa que no pasaba de los diez centímetros de un color azul metálico que contenía diferentes accesorios, los cuales complementaban a la perfección el anillo que siempre usaba en su dedo corazón (el cual había sido un viejo regalo). Similar a la pequeña argolla, los diferentes brazaletes, así como los collares de plata mantenían un diseño bastante sobrio e impecable.

Impulsada por la gratitud, Ailinne termino repitiendo la misma acción con su padre, tomándolo por sorpresa. La reacción entre los dos no era provocada por el gesto material, pues era cierto que la relación entre ambos se había conservado un tanto tensa desde un par de años atrás, por no mencionar las incontables peleas que tomaban lugar debido a los caprichos de Ailinne. Pero ahora que todo era distinto, padre e hija parecían querer enmendar cualquier malentendido dejado. ¿Podía decir lo mismo de Danielle?

Apartando los pensamientos que ponían en riesgo su buen humor, Ailinne se concentró en acabar con el desayuno, haciendo de lado los obsequios para subirlos más tarde a su habitación. Aun sin haber terminado sus respetivos alimentos, la conversación de la familia se vio interrumpida por el timbre que anunciaba la llegada de alguien. Sin que la menor pasara desapercibidos los movimientos de sus padres, alcanzó a observar la forma en que sus padres intercambiaban una mirada poco discreta y llena de complicidad. En cuanto la puerta principal fue abierta, unas voces irreconocibles lleno el corredor que separaba los caminos del comedor y el de la sala de estar.

INEVITABLE ERRORWhere stories live. Discover now