VI

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Al llegar a casa le pido a Athea hilo y aguja para coser y, cuando me lo da, lo primero que hago es coser el ojo del peluche que le voy a dar a Nicolas en un rato.

Al terminar guardo las cosas que compré y me pongo un top azul clarito, una falda larga blanca y suelta, y unas sandalias simples.

Agarro mi nuevo bolso de tela y meto mi teléfono, el peluche, una pequeña rebeca blanca en caso de que haga frío y una pinza azul que me compré esta tarde para el pelo.

Me despido de mi padre y de Athea y me dirijo hacia la playa antes de que anochezca del todo.

Al llegar camino a lo largo de la orilla buscando a Nicolas y no tardo demasiado en verlo sentado frente a la cabaña de socorristas mirando como el sol se acerca más al mar para ocultarse.

Me siento junto a él y ambos nos quedamos en silencio uno junto al otro viendo el bonito atardecer.

— Al final si que has venido,— comenta cuando empieza a anochecer.

— Te dije que vendría si estuvieras aquí.

Levanto la mirada y le veo mirarme de arriba a abajo en un intento de ser disimulado, pero cuando se da cuenta de que le he pillado aparta la mirada.

Aparto la mirada divertida, — Athea te manda saludos, Nicolasito.

— ¿Conoces a Thea?— se gira sorprendido.

— Es mi futura madrastra supongo. — Agarro la pinza de mi bolsa cuando empieza a hacer viento y me agarro el pelo distraídamente,— vamos a dar una vuelta.

Me levanto y estiro la mano hacia él para ayudarle a levantarse.
Él sujeta mi mano pero no ejerce fuerza al apoyarse para levantarse.

— ¿Y mi regalo?— Comenzamos a caminar y yo le entrego el osito de peluche recién cosido,— ¿le has cosido el ojo?

— Se le iba a caer si no lo hacía.

Sonríe ampliamente y sigue caminando sin apartar la mirada del peluche.

Me sobresaltó escucharle carcajearse y le veo mirando la frase que pone en la parte de atrás de la camiseta y de la que no me había percatado en la tienda.

— ¿Qué pasa? ¿Qué pone ahí?— Él sigue carcajeándose y yo me empiezo a poner nerviosa, — ¡Ey no te rías! Dime que pone, Nicolas.

Nicolas trata de aguantar la respiración para evitar reírse más pero fracasa completamente y se tiene que detener unos segundos para agarrarse el estómago.

Después de unos minutos de él riéndose y yo insultándole en griego con murmullos, se incorpora y se quita las lágrimas de los ojos.

— El hecho de que no sepas lo que pone es mucho más gracioso que la frase en sí, Maia.

Le miro mal e intento arrebatarle el peluche de sus manos sin éxito. — Necesito esas clases de italiano lo antes posible.

— Me ofrezco voluntario para ello.

— No me fío de lo que me vayas a enseñar, Nicolasito.

— Tampoco es que tengas muchas opciones, acabas de llegar ¿no?

Ruedo los ojos y sigo caminando pensando en las posibilidades, y tiene razón, son escasas.

No le voy a pedir a alguien del grupo de vóley que me enseñe italiano porque no creo que tengamos tanta confianza tampoco, Athea y mi padre están demasiado ocupados con los preparativos de la boda y Gabry ni siquiera ha podido sacar mucho tiempo para Mikaela.

Un Verano Junto A Ti.Where stories live. Discover now