XII

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Nicolas abre la puerta y me echo para atrás cuando todo el ruido, los gritos y la música me choca de golpe en la cara.

El lugar está lleno de mil colores diferentes, tiene olor a vainilla a pesar de que haya señoras en este momento sudando como si la vida se le fuese en ello.

— Maia.

— ¿Si?— Me giro hacia Nicolas y lo veo con las gafas de sol puestas, abrazado a su oso Lalo.

— ¿Podemos irnos?— me aguanto la risa y le arrastro hacia el pasillo porque se que no está viendo nada.

Subo sus gafas y lo encuentro con los ojos muy cerrados— ya puedes abrir los ojos, Nicolasito.

Él los abre y me mira de arriba a abajo con una sonrisita,— que guapa está usted, señorita.

— Pues prepárate porque vamos a meternos, que ya casi terminan.

— Ay.

Vuelve a ponerse las gafas y estira su brazo para que le guíe hasta la sala. Me río y le doy la mano para que no se choque con nada.
Entramos, la entrenadora aplaude al terminar su coreografía y todas las mujeres se felicitan entre ellas.

Busco con la vista a la abuela o la madre de Nicolas y me encuentro con la mirada de una señora idéntica a Nicolas.

Ella se acerca a nosotros con una sonrisita y me da dos besos al estar frente a mi, le quita las gafas a Nicolas y lo encuentra con los ojos cerrados con fuerza.

— Nicolas Liopoldo, apri gli occhi e saluta tua madre, maleducato.

No mamma. Mi risparmio diversi traumi.

— Hola señora Ruggiero, soy Maia Atropos.

— Lo sé amor, y llámame Lianna. Un placer conocerte al fin.

— Igualmente. ¿Sabe dónde está la señora Marilú? Me encantaría conocerla.

La abuela de Nicolas y yo llevamos hablando por mensajes varios días sobre la infancia de Nicolas y recetas italianas.

La amamos.

Sí, está hablando con unas compañeras, ahora viene.

Mamma, l'hai già conosciuta, puoi darmi le chiavi del negozio?

— Non mi ha detto niente del fatto che cucinerai lì.

— Perché è una sorpresa.

Si habláis en inglés lo agradecería la verdad.— Sonrío incómoda cuando ambos me miran a la vez y confirmar que son réplicas exactas el uno del otro.

— Deja a esos pringados que hablen de sus cosas y ven conmigo, cielito.

Me giro al escuchar la voz suave de Marilú, me despido con la mano de Nicolas y su madre y me voy con ella.

— Estoy súper feliz por conocerte en persona, cielito. Ven que te enseño la sala de Just Dance, mi favorita.

— Lo mismo digo Marilú.

Vamos a una sala al fondo del pasillo y ella abre la puerta con una sonrisa,— esto te va a encantar.

Todas las luces y la música llenan la enorme sala donde hay espacio para mínimo trescientas personas. Hay una pantalla gigantesca tapando una pared entera con la pantalla de inicio.

— Se hacen sorteos para ver quién dirige a los muñequitos esos que bailan, pero no te preocupes que he puesto tu nombre y el de mi nieto setecientas veces.

Un Verano Junto A Ti.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora