XIV

26 4 6
                                    


Dallie

Abrí los ojos algo desorientada, miré a ambos lados y vi que había una vía atravesando mi brazo, de la que caía un líquido. Tras ver eso ya me pude imaginar donde estaba. 

En la habitación no había nadie, estaba completamente sola. Me intenté levantar pero nada más poner mi pie fuera de la cama, sentí un frío y un peso extraños subir por todo mi cuerpo. Así que me volví a tumbar.

De lo único que me acordaba fue cuando entré al baño de mi cuarto. Estaba devastada por lo de Aisha, y comencé a llorar tanto que se me nubló la vista y caí. Lo demás me fue imposible recordarlo.

Solté un suspiro cansado. No me hacía falta un espejo para imaginarme mis pintas. 

A los cinco minutos entró por la puerta un médico. 


-Por fin despiertas. Has tenido un pequeño accidente, pero no te preocupes, no ha sido nada grave, aunque estarás en observación un par de días.

Ni siquiera le respondí. Mis ojos se llenaron de lágrimas pensando en lo que le supondría a mi familia una carga más.

Aquel hombre me tomó la fiebre, la tensión y me suministró otro medicamento en la bolsa de la vía. Después salió y aparecieron mi hermano y su amigo.


-Dallie... ¿qué te ha pasado?


Anderson salió cuando escuchó a Len hablar. 

Yo lloré más tras escucharle y ver que sus ojos enrojecían. Vino y me abrazó.


-Te juro que no he hecho nada intencionado. Simplemente entré al ba... -lo dije tan rápido que apenas se me entendía. Len al momento me cortó.

-Dallie lo sé -me agarró la mano- he hablado con los médicos, se que te ha pasado. Y todo ha sido mi culpa, por no estar contigo.

-No, no -me incorporé de golpe, sentí un pequeño mareo pero no le di importancia- . Soy yo la que no quiso salir.

-De todos modos ahora estás bien, que es lo importante. 

-¿Sigue sin aparecer? -pregunté con una tonta esperanza de que hubiera sucedido algún milagro. 

-Aún nada -dijo mirando al suelo-, pero seguro que lo hará.

-Y ahora yo supongo otra carga, no tenéis suficiente con lo de mi hermana que ya me tenéis a mi para terminar de joderos. Perdón, soy una completa cría egoísta.

-¿De qué hablas? No digas eso -se colocó a mi lado y me pasó un brazo por los hombros acercándome a él.


Nos quedamos así un rato. Hasta que entró por la puerta mi padre. Se le veía agobiado. Corrió hacia la camilla y me acunó la cara entre sus manos.


-¿Qué ha pasado cariño? -preguntó de manera dulce, transmitía mucha paz.


Yo no respondí. Le bastó mirarme a los ojos para abrazarme y decirme que todo estaría bien.


-Me quiero ir -susurré limpiándome una lágrima que me caía.

-Tienes que quedarte hasta que nos digan los médicos que puedes volver a casa -dijo mi hermano que estaba de pie.

-Papá sácame de aquí por favor -le supliqué.

-No puedo hacer eso cielo. Solo son un par de días, te harán un par de pruebas para confirmar que estás bien y que no ha pasado nada grave y te dejarán ir.

-No me quiero quedar, tengo que ayudar a buscar a Aisha. Si le pasa algo será mi culpa.

-Para nada, en ello ya está la policía.


Yo al final me relajé un poco. Al rato vino mi madre casi atacada al enterarse que estaba en el hospital. Pero menos mal que se le pasó rápido. Anderson se fue y me quedé con mi familia hasta tarde, o por lo menos con parte de mi familia.

Después se fueron y sobre las ocho vino un médico, trayéndome la bata de hospital. Aún seguía con mi ropa. 

La cogí y fui al baño para cambiarme. Entré y cuando vi mi reflejo en el espejo me morí por dentro. Habían pasado unos tres días, pero la de mi reflejo no era yo. Yo de por sí era bastante delgada, en estos días perdí peso y se me notaba demasiado. Estaba muy pálida, como si alguien hubiera venido y me hubiera dado un brochazo de pintura blanca. 

Estaba en shock, ni siquiera lloraba. Me miré durante unos segundos más y me di la vuelta para cambiarme. Salí y tenía una mesita con una bandeja de comida. El mismo médico que me trajo la ropa estaba de pie al lado de la puerta.

Miré la comida y me senté despacio. Después desvié la mirada hacia aquel hombre y me señaló el plato con la cabeza.


-Yo... No puedo -dije tan bajito que dudé de si me habría escuchado.


Se acercó y se sentó justo delante de mi en la camilla.


-Sí puedes. Te has pasado mucho tiempo sin comer. Hazlo por ti. ¿Acaso te gusta verte así? -negué con la cabeza- Pues ya está. No te pido que te lo comas todo y de golpe, te pido que comas lo que de verdad puedas y a tu ritmo. Me da igual tener que quedarme contigo una o dos horas. Ve poco a poco. Si necesitas ayuda aquí estaré para lo que haga falta.


Se me inundaron los ojos pero cogí la cuchara. Me había traído una sopa, un trozo pequeño de pollo y una manzana. Por lo general todo me encantaba, pero no encontraba la manera de que me apeteciera. Poco a poco fui tomándome la sopa. Aunque no me la comí entera dejé muy poco en el plato, pasé al filete, el cual dejé casi entero. Pero la manzana me la comí entera.

El médico me felicitó, diciendo que estaba genial y se esperaba que comiera menos. Se llevó la bandeja y me deseó unas buenas noches.



Dormí bastante bien. No me desperté deprimida, pero tampoco podía decir que animada, fue algo neutro. 

Fui al baño. Aún no podía mirarme al espejo así que pasé por delante con la cabeza gacha. Me duché y vestí. Axel, que era el médico de ayer, vino para hacer lo mismo de ayer, tomarme fiebre y tensión. Me trajeron el desayuno y fue la misma lucha. Pero tras unos cuarenta minutos conseguí tomármelo entero. Choqué los cinco con Axel y se fue. 

Pasé un rato a solas leyendo. Hasta que alguien tocó la puerta.


-Pasa -dije sin levantar la mirada del libro.


Se abrió la puerta y me tapé la boca con una mano. Después me levanté y corrí a abrazarla mientras se me inundaban los ojos por las lágrimas.


-Te he echado de menos.

Te Quiero Mucho MásWhere stories live. Discover now