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Dylan.

—¿Cómo va todo con Lara?

Zack pone los ojos en blanco y se acerca el botellín a los labios. Sé poco de amor, pero lo suficiente para conocer esa mirada. El gesto de su cara. Esos labios mordisqueados. Las uñas mordidas. El ego subido. Y el significado del silencio incómodo.

—Hay lectores que afirman que el final de un libro es lo que decide si es bueno o es malo, pero nadie habla de los comienzos. Sin ellos no habría historia. No es fácil construir una historia que no existe. Lara y tú sois dos personas completamente distintas que han decidido empezar un nuevo camino, esta vez juntos.

—No me gusta complicarme la vida, tío.

—Zack ¿Qué ocurre?

—Nada —le da un último sorbo al botellín y le pide otro al camarero. Yo niego con la cabeza y pongo el billete sobre la barra—. ¿Ya te has cansado de mí?

—Es tarde, he quedado con Natalia para ver una película en casa.

—¡Oh, venga! La ves todos los días...

—Zack, le he dado mi palabra. A diferencia de ti, yo sí tengo claro a quién quiero.

—¿Por favor?

—No —mascullo, sin mirar. De reojo, Zack hace pucheros. Es insoportable. Saco el teléfono y le mando un mensaje a Natalia para decirle que la noche de películas se pospone, que... de verdad lo siento mucho. Ella me responde con un emoticono feliz y me pide que disfrute. También que tengamos cuidado. Zack observa todo el proceso con una sonrisa. Fuera del bar, da una palmada y se frota las manos—. ¿Y bien? ¿Qué quieres hacer?

—Una locura... Dylan, quiero hacer una locura —lo piensa bien mientras se rasca la mandíbula—. ¿Fiesta?

¿Después de lo que ocurrió la última vez? Ni de coña.

—¿Fiesta? —repito, haciendo burla—. Eso es para ti... ¿locura? Locura es... no sé, colarnos en un parque de atracciones, bañarnos desnudos en un mar lleno de tiburones...

—Eso no es una locura, es peligroso.

—¡Propón algo! —grito—. ¡Eres tú el que quería hacer un plan de locura!

—Mmmm... conozco un cine abandonado. Podemos comprar alcohol y ver una película a lo grande.

—¿Qué tiene eso de locura? ¡Juguemos a algo, maldito surfista de pacotilla! ¡Pongámonos al límite! —doy una vuelta sobre mis talones, mientras caminamos hacia el cine abandonado—. Juguemos al yo nunca. Pero... de forma extrema. Preguntas que nos pongan sobre las cuerdas, esas que pueden poner en peligro una relación de amistad.

—Puede salir muy mal.

—Será divertido —respondo, no muy convencido.

En el interior del cine, después de haber comprado alcohol, hay varias salas ocupadas llenas de jóvenes de fiesta. No es complicado entrar sin ser visto y, para ser honestos, creo que si alguien nos viera... le daría igual. Como hijo de policías, creo que prefieren tenernos controlados en un lugar cerrado que hacer de padres de unos jóvenes locos, sin miedo y con ganas de disfrutar toda la madrugada.

Entramos en una sala en la que hay gente, pero nos ponemos en la otra punta. Zack quiere acercarse y acoplarnos, pero se lo prohíbo. Esos chicos tienen pinta de estar en el mismísimo limbo. El olor a marihuana se aprecia desde aquí y si afino la vista, puedo tocar la nube que sobrevuela las butacas con la mano. Con suerte, no nos hará mucho efecto.

—Yo nunca he hecho un trío —dice y le da un trago a la botella. Yo levanto las manos. Zack comienza a reírse a carcajadas—. ¿En serio? ¿Dylan Brooks nunca ha hecho un trío? ¿No te ves capaz?

Nosotros Nunca [YA EN PREVENTA]Where stories live. Discover now