25

393 21 0
                                    

Dylan.

Love Of My Life siempre será nuestra canción. Ojalá nunca tengamos que referirnos a ella en pasado —es lo primero que dice una vez el cantante desaparece del escenario.

Desde que hemos salido del concierto, Natalia está desatada. Tiene los sentimientos a flor de piel. Nunca la he visto así, tan feliz. Y me gusta, me encanta. Verla siendo ella en su totalidad es de las mejores sensaciones que he experimentado, pero no sé si llevo a la espalda un koala, una adolescente hormonada o a la mujer de mi vida. Las tres opciones me parecen posibles.

No puede dejar de gritar. No seré yo el que le impida hacerlo. Mucho menos, andando por una urbanización de pijos. Que se jodan los niñitos de papá y mamá.

No puedo dejar de reír, pero creo que lo hago para no echarme a llorar. Mi ego está en peligro. Ese cantante podría robarme a mi chica si se lo propusiera. Creo que bastaría con que cantara unas de esas tantas canciones que se sabe al dedillo para que, tal y como ocurre con los cantos de sirenas, esos que atraen marineros, Natalia siga su voz hasta olvidarse de cuánto la quiero.

Se baja de mi espalda cuando finjo sentir un dolor infernal. Cuando toca suelo, me mira preocupada, pero comienzo a reírme a carcajadas. Ella gruñe enfadada y me propina un manotazo. Comienza a andar a paso ligero y me deja atrás. Corro tras ella y la abrazo por la cintura.

—¿A dónde te crees que vas?

—Me largo —espeta, divertida—, sin ti.

—¿Pensabas irte sin mí? ¿Y perderte la noche de sexo desenfrenado que tenemos por delante? —al escucharme, voltea para mirarme con los ojos entrecerrados y una sonrisa cargada de picardía. Yo alzo las cejas, expectante. Me muero por saber qué se le está pasando por la cabeza. Quiero saber qué me haría aquí y ahora—. ¿Alguna vez has follado mirando las estrellas?

Como si hubiera dicho una frase de otro mundo, hubiera cometido un delito o... tuviera un dragón que echa fuego por la boca a mis espaldas, Natalia se queda ojiplática.

—Me lo tomaré como un no.

—¿Tú sí? —su voz tiembla.

—Esta noche podría ser nuestra primera vez. Siempre y cuando tú quieras, claro.

—¿Qué? ¿Dónde? —antes de que pueda responder, continúa hablando—. Ni se te ocurra proponer como lugar la playa, odio cuando la arena se te mete en lugares prohibidos.

—Lugares prohibidos —me mofo—, vaya forma de hablar de...

—¡Cállate! —grita, alarmada—. No seas obsceno.

—No dices lo mismo cuando estamos en la cama y cuelo mi lengua entre tus piernas. Justo ahí, me pides más y más. Y te lo doy. Tampoco te veo muy preocupada cuando te subes encima de mi polla y te mueves de esa manera que... —bufo y ella se ríe—. ¿No crees que hace mucho calor?

—Se llama excitación. ¿La sientes?

—¿Quieres sentirla tú? —pregunto, con segundas intenciones. Me muerdo la lengua por dentro de la boca y ella observa mis labios con curiosidad. De pronto clava sus ojos en mi entrepierna. Y sonrío—. ¿Te apetece un baño?

—¿Estás loco? —rápidamente capta mis intenciones. Que me haya quedado mirando fijamente la piscina privada de uno de los casoplones, puede que me haya delatado—. ¡Iremos a la cárcel!

—Tranquila, nena, mi padre tiene contactos en la policía. Nos harán el favor de ponernos en la misma celda, si es lo que tanto te sigue preocupando.

—¿Nena? —pregunta, muy pero que muy extrañada. Yo me encojo de hombros. Me ha salido solo llamarla así. Aprovecho el momento de confusión para entrelazar nuestras manos y tirar de ella hasta la valla de la casa. No oferto tiempo para réplicas. Le hago subirse a un muro y la impulso colocando las manos en su culo, para que pueda cruzarla sin hacerse daño o lo que es peor, caerse de cabeza. Cuando cae al suelo, me aseguro de que está bien y llevo a cabo el mismo proceso. En el interior, vuelvo a agarrarme de su mano. Recorremos el jardín hasta llegar a la piscina. Comienzo a quitarme la ropa—. ¡Vamos! ¿A qué esperas? ¡Desnúdate!

Nosotros Nunca [YA EN PREVENTA]Where stories live. Discover now