Fragmentos del alma

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Los días se volvieron un calvario en la habitación del hospital. La realidad se tornaba cada vez más sombría, mientras las palabras de Tasnim resonaban en mi mente como un lamento constante. Reda, ausente y distante, dejaba un eco de amargura en cada rincón de la sala.

Las visitas de amigos y familiares eran como destellos de luz, pero mi alma estaba atrapada en las sombras del pasado. La cicatriz emocional se profundizaba con cada palabra no dicha, con cada gesto de evasión de Reda. La conexión que compartíamos se desvanecía, dejando en su lugar un abismo de soledad.

Una tarde, cuando la tristeza pesaba sobre mis hombros como un fardo insoportable, Reda entró con una expresión que anunciaba una decisión irrevocable. Su mirada, una vez llena de amor, ahora reflejaba un distanciamiento cruel.

—Jinan, ha llegado tu madre — dijo Reda al entrar a la habitación.
— Reda, espera — susurré
—Jinan, no digas nada — pronunció con una frialdad que cortó como un cuchillo afilado. — No hay un futuro juntos, no lo intentes.

La brutalidad de sus palabras golpeó con fuerza, como una ráfaga de viento helado. Las lágrimas se acumularon en mis ojos mientras asimilaba la realidad desgarradora. Aquel primer amor que prometía eternidad se desmoronaba, dejando un vacío insondable.

—Reda, por favor... — intenté suplicar, pero su indiferencia cortó mis palabras.

—Es mejor así, Jinan. Lo nuestro ya no tiene sentido. — Y con eso, se alejó, llevándose consigo los retazos de un pasado que alguna vez fue hermoso.

En la soledad que siguió, Tasnim irrumpió nuevamente, como un espectro de los errores pasados. Su presencia añadía más sal a las heridas ya abiertas.

—¿Ves, Jinan? — dijo con una sonrisa despiadada. — El destino ha hablado. Reda ha tomado su decisión.

—Tus comentarios sobran— respondí, luchando por mantener la compostura mientras la tristeza me envolvía.

—La vida sigue, querida. Supéralo y quizás encuentres algo mejor — murmuró antes de desaparecer, dejándome sola con la crudeza de la realidad.

El hospital, una vez lugar de esperanza, se convirtió en el escenario de mi despedida de un amor que nunca debería haberse desvanecido. El capítulo trágico de mi historia estaba completo, y mientras observaba el atardecer a través de la ventana, las lágrimas caían, llevándose consigo la promesa rota de un amor que nunca fue capaz de perdurar.

Acto seguido, mi madre entra a la habitación. Me dejan aquí sola dos días, y de repente entran todos de golpe...

Mi madre, con ojos enrojecidos y cansados, se sentó junto a mi cama, sosteniendo mi mano con ternura.

—Jinan, cariño, sé que este momento es difícil — comenzó, su voz temblando con la carga de la tristeza. — Pero necesitamos hablar.

Asentí débilmente, permitiendo que sus palabras penetraran en mi corazón herido. La echaba de menos

—El amor, mi niña, puede ser el regalo más bonito y la prueba más difícil de la vida. A veces, nos da alegrías inimaginables, pero otras veces nos somete a tormentas que parecen no tener fin.

Mis ojos se llenaron de lágrimas mientras escuchaba sus palabras sabias.

—Has experimentado el amor, el primero y el más profundo. Pero la vida, a veces, tiene giros inesperados. No siempre recibimos lo que damos, y eso duele más de lo que podemos soportar.

Mi madre apretó mi mano con suavidad, compartiendo una conexión silenciosa entre generaciones marcadas por el amor y la pérdida.

—La familia, Jinan, es nuestro refugio en medio de la tormenta. A veces, no entendemos las decisiones de aquellos a quienes amamos, pero eso no debería romper el lazo que compartimos. La familia es nuestra constante, incluso cuando el amor se desvanece.

Un sollozo escapó de mis labios mientras absorbía sus palabras con el alma temblando.

—Tu historia no se define solo por el amor que perdiste, sino por el amor que aún te rodea. La vida puede ser desgarradora, pero también puede ser hermosa en su dolor. Tienes el derecho y el deber de sanar, de encontrar la fuerza en los escombros.

Me miró con ojos que habían visto sus propias batallas y desgastes.

—Recuerda, cariño, que aunque el amor de pareja pueda desvanecerse, el amor de una madre, de una familia, es inquebrantable. Estamos aquí contigo, sin importar las tormentas que puedan azotarte.

Sus palabras se aferraron a mi corazón, ofreciendo consuelo en medio de la desolación.

—La vida continúa, Jinan. No permitas que esta tristeza oscurezca tu luz. Aún hay capítulos por escribir, historias que te aguardan más allá de la oscuridad.

Asentí, sintiendo el consuelo maternal abrazándome mientras el pórtico de nuestras palabras se desvanecía en el eco de la resignación y la esperanza. La vida, frágil y resistente a la vez, se desplegaba ante mí, y con cada lágrima, descubría una fortaleza que nunca imaginé poseer.

In sha allahDonde viven las historias. Descúbrelo ahora