La manera de regresar

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—Yo...también le gusto.— Dijo Shikadai en un volumen a penas audible.

—Era obvio.— De la nada, de entre unos voluminosos arbustos, salió el escritor, el cual había estado escondido en ese lugar desde antes de que los chicos llegaran.

—Señor Habakotoba...pensé que se había ido, pero veo que es más chismoso de lo que pensaba.—

—Jijiji, el chisme es primero, niño.— Dijo, para luego acercarse al Nara y apoyar su mano en el hombro del contrario.

—Gracias por la ayuda, no sabía cómo expresar mis sentimientos, no soy extrovertido y no tengo la misma sinceridad que Inojin, pero gracias a sus consejos, pude actuar.— Mencionó el ojiverde con una pequeña sonrisa de lado.

—Por fiiin, tenía que darte un empujón porque a como iban las cosas, saldrían de aquí conmigo como cadáver.— Afirmó el otro en un tono burlesco. —Ya van 2, ahora solo falta la última parte.—

—¿Última...parte?— Preguntó el ojiverde.

—Debemos salir de aquí, obviamente, pero mira, ya te ayudé con esto, así que descubre lo que falta por tu cuenta, mientras tanto, yo seguiré escribiendo jijiji.— Mencionó el otro dando unas palmaditas en el hombro del Nara, para luego comenzar a caminar hacia la salida del lugar.
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Inojin se encontraba fuera de la cueva, estaba acostado boca abajo en el pasto, mientras dibujaba algo en su libreta, se hallaba tan distraído mirando su libreta, y de reojo, veía el clavel rojo que hacía un momento le habían obsequiado, el cual se encontraba de su lado derecho, mientras recordaba lo que había sucedido.

—¡Le gusto a Shika!— Gritó muy emocionado como si quisiera que todo el mundo lo escuchara, claro que no había una sola alma además de su crush y el escritor, pero no le interesaba si lo oían, ya no se guardaría ese sentimiento, ese que se quedó dentro de su ser durante mucho tiempo, ese que deseaba que fuera correspondido y que por obras del destino, había sucedido.

El rubio dibujaba en su libreta un hermoso dibujo de él y el ojiverde tomados de la mano mirando un atardecer; si, ese era uno de sus mayores deseos, siempre se imaginaba a él junto al Nara observando su fenómeno natural preferido: el atardecer; tan cálido que le recordaba al interior de Shikadai, a pesar de parecer tan frío, sus acciones y sentimientos mostraban una sensación de tranquilidad extrema ante sus ojos.

—Hace unos momentos fui muy impetuoso, pero después de haber tenido la visión de Shikadai tocando mis labios cuando llegamos aquí, no pude olvidar esa sensación, así que intenté dar el siguiente paso, casi besando sus labios. ¿No fue muy rápido, o si?— El chico decía todo esto en voz alta y no se dio cuenta de que un señor de barba blanca salió de la cueva y se puso en cuclillas del lado izquierdo a escasos centímetros del más pequeño.

—Para nada, la verdad yo me esperaba que lo besaras en los labios, cosa que me quedé con ganas de ver, pero se ve que tú tomas las iniciativas, eso es bueno cuando se trata de amor.— Escupió el escritor mostrando una gran sonrisa en su rostro.

—¡Ahhh! ¿¡S-señor Habakotoba!? ¿Q-qué hacía en la cueva? Creí que se la pasaba en el árbol escribiendo cosas sin sentido para inspirarse y tener nuevas ideas para su libro.— El de ojos aguamarina se había asustado por la presencia del otro, pero aún así cerró su libreta con rapidez, tomó la flor que se encontraba a su lado y se sentó con las piernas cruzadas, el otro imitó esta última acción.

Rosas Japonesas. (Shikajin)Where stories live. Discover now