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KILLIAN

—¡Dios mío! —Gritaba la rubia despampanante brincando sobre mí—. ¡Sí!

En esos dos días de reposo, la teniente jefe de mi colega y compañero en la central no se había separado de mí ni un minuto. O más bien de mi miembro en acción. Debía reconocer que follaba de maravilla. Empezaba a notar que llegaba al orgasmo a la vez que mi teléfono vibraba en la mesa. Incrementé mis movimientos para que llegase de una vez y así echarla de aquí. Como había dicho, lo hacía de maravilla, pero era un grano en el culo.

—¡No pares! —Exclamaba en mi oído. Intentó atrapar mi labio inferior, pero yo tenía unas reglas y yo no besaba a nadie que no me interesase. Ella seguía clavando las uñas en mi espalda.

Emitió un sonoro gemido que me vi obligado a amortiguar con la mano mientras mordía y besaba su cuello. Una vez acabó, me levanté de la cama como Dios me trajo al mundo y ver la llamada perdida de Vitali.

—Debo atender una llamada importante. —Avisé, viendo como la chica no se movía ni un centímetro. Se quedó tumbada en la cama tocándose los pechos, intentando torturarme para que volviera a embestirla—. Largo.

Puso mala cara pero obedeció la orden. Se vistió lo más rápido que pudo y se fue de mi apartamento de la central mientras yo aún decidía si llamar o no a quien se hacía llamar mi padre. De pronto, el intercomunicador que debíamos llevar siempre puesto en la oreja emitió un pitido, indicándome una orden del coronel.

—¡Todo el mundo a la sala de reuniones! ¡Capitanes, tenientes jefe y un sargento por tropa! ¡Ya!

Empezaba a acostumbrarme al mal humor del coronel capullo que me había tocado. Me vestí de mala gana con el uniforme ajustado y pantalones de camuflaje por encima. No me gustaba ir tan apretado por ahí, aunque era una bendición ver a las mujeres con ello puesto. Mi móvil volvió a vibrar, miré a todos lados antes de contestar.

—¿Qué?

—¿Así es como contestas una llamada de tu padre? —Preguntó sarcástico.

—Estoy ocupado. —Respondí tajantemente.

—¿La has matado? —Preguntó sin hacer caso a mis palabras—. No quiero enterarme de que el legado Caruso sigue por ahí suelto.

—¡Claro! Tengo una reunión, si quieres lo hago ahí mismo.

Intentaba por todos los medios omitir palabras que pudieran levantar sospechas, pues los pasillos siempre estaban llenos de gente. De pronto, noté unas manos alrededor de mi pecho.

—Killian, te juro que como me vuelvas a hablar así te pego un tiro en la frente. Soy tu padre, ¡trátame con más respeto! —Decidí callarme para que la rubia que parecía estar pegada a mi espalda no escuchase nada fuera de lugar—. Hazlo como te dé la real gana, como si es delante del comandante. Pero hazlo.

—Tenemos una misión importante dentro de poco, veré qué puedo hacer.

Colgué sin preámbulos y empecé a caminar antes de que la rubia empezase a preguntar cosas que no debía. De repente, vi una cabellera negra rizada delante de mí, caminando con dos chicas más. Procuraban reírse lo mínimo, aunque Sienna estaba más seria de lo normal, y veía algún que otro pequeño codazo cuando nadie miraba. Llegué hasta ellas con Jade detrás de mí. Escuchaba como intentaban emparejar a mi teniente jefe con alguno de los capitanes al mando, algo que, no sé ni por qué, me cabreó aún más. Ese día iba a estar insoportable. Carraspeé para que se detuvieran.

—El comando no es un lugar de citas, debería amonestarlas por comportarse como preadolescentes. —Repliqué mirando a la chica Caruso. Jade intentó colgarse de brazo pero la detuve antes de lo consiguiera, gesto que para Sienna no pasó desapercibido—. Hablaré con el coronel.

SIENNA CARUSO ©Where stories live. Discover now