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SIENNA

Desperté con una leve resaca. Tener que ver ese día al capitán me provocaba un incremento de dolor en la cabeza y un revoltijo muy molesto en el estómago. Lo más sensato sería decir que me encontraba fatal, pero no lo más inteligente. Mis amigas aún no sabían nada, aunque pensaba contárselo esa misma mañana. Cogí el teléfono móvil viendo una llamada perdida de mi padre y otra de Francesco. El muy idiota aún me llamaba como si nada, por muy cortante que pareciese. Vi un mensaje suyo al desbloquear el móvil diciéndome que tenía una sorpresa para mí. No sabía muy bien qué esperar de esa sorpresa pero en ese momento era el menor de mis problemas. Deduje que Bianca estaría con su novio en la habitación, un problema si les pillaban, pero regla que todo el mundo rompía.

Una vez avisé a mis amigas por mensaje de texto, me levanté y me puse el uniforme. Esa vez elegí unos pantalones cargo de color beige y no con estampado militar, como solía hacer. Cogí una camiseta de manga corta de color negro y me coloqué los cinturones con armas. Me puse una coleta alta, un poco de rímel para resaltar las pestañas, corrector en las ojeras y colonia por mi cuello y muñecas. Me miré al espejo después de lavarme los dientes, intentando poner mi mejor cara. En mi mente aún guardaba el recuerdo de ver a Killian coquetear con la camarera de ayer y desaparecer con ella minutos antes de haberme besado. Inconscientemente, llevé mi mis deseos a mis labios, recordando ese beso...

Unos golpes en la puerta hicieron que me asustase estrepitosamente. Salí del baño y abrí la puerta con rapidez, apartándome para dejar pasar a mis amigas. Ambas con cara de preocupación, se giraron hacia mí.

—¿Cuál es la urgencia? —Preguntó Bianca.

—¿Se quema algo? ¿Te has hecho daño? ¿Voy a por el extintor? —Fiorella hablaba tan rápido que solo pude reírme—. ¿Se puede saber qué demonios pasa? ¡Dijiste que era una urgencia!

Me senté en la cama, invitándolas a hacer lo mismo. Se miraron entre ellas confundidas, para luego sentarse a mi lado. Cerré los ojos, cogí aire y lo solté de golpe.

—He besado al capitán Vólkov.

No abrí los ojos. Un silencio se instaló en la habitación y me preocupe de que les hubiese dado un infarto o un ataque al corazón. Abrí un ojo muy lentamente arrugando la nariz mientras continuaba con el otro, observando a mis amigas. Una tenía la boca abierta y la otra una sonrisa ladeada.

—Bueno, ¿decid algo no? —Pregunté moviendo la pierna nerviosa.

—¡Santa madre de todos los hombres! —Gritó Fiorella levantándose de la cama con las manos en la boca. Me escandalicé un poco mientras Bianca se partía de risa.

—¡Chicas! —Exclamé en voz baja—. No tiene ninguna gracia.

Me senté de nuevo en la cama con expresión afligida.

—¿No era lo que querías? —Preguntó Bianca relajándose mientras secaba algunas lágrimas que había dejado caer.

—Yo nunca dije eso.

—Quizá tu boca no, pero tu cara sí. —Dijo Fiorella—. Vamos, está claro que os gustáis mutuamente. Solo hay que ver cómo os miráis.

Me rasqué la cabeza apoyando el codo en mi pierna. ¿Tenía razón Fiorella? No quería hacerme ilusiones tan rápido, no. Acababa de salir de una relación en la que el que pensaba que era el amor de mi vida me había puesto los cuernos descaradamente con mi mejor amiga. O la que era mi mejor amiga, la cual no se había puesto en contacto conmigo ni un solo día.

—¿Podemos ir a la cafetería? —Pregunté levantándome de la cama y cogiendo las llaves de mi apartamento.

—Claro. —Dijo Bianca—. Además tengo un hambre como para comerme hasta un elefante.

SIENNA CARUSO ©Where stories live. Discover now