8

80 9 0
                                    

BIANCA

La noche anterior había sido una auténtica locura. Había bailado, bebido, besado y llorado a escondidas. Cuando el coronel me miraba bailando con mi novio me sentía bien y a la vez como la persona más rastrera del mundo. Le prometí mil y una veces a Liam que había superado mi historia con James, que ya no significaba absolutamente nada. La forma en la que James habló a mi pareja no me gustó nada, y por eso decidí dejar las cosas claras de una vez, levantar una muralla entre ambos si así dejaba de ser tan capullo. Una vez nos quedamos solos, él siguió escribiendo cosas en la pizarra como si nada.

—¿Piensas quedarte ahí todo el día?

Su pregunta llena de resentimiento, el cual no entendía, no me pilló por sorpresa. Más bien me la esperaba incluso peor. Me dirigí hacia él en un intento de hablar cordialmente, como personas civilizadas. Aunque nuestras conversaciones siempre se habían resumido en gritos y resueltas con sexo salvaje e insano.

—Pienso quedarme hasta que hablemos de lo que acabas de hacer.

Me sentía como una madre regañando a un crío, pero era eso o irme con el orgullo por los suelos. Y no lo iba a permitir. James se giró hacia mí, mirándome con los ojos abiertos por mi contestación. Podría ser mi superior en todos los aspectos, pero también había sido algo más que mi coronel.

—No tienes ni idea de con quién estás hablando. —Respondió dando tres pasos hacia mí. Dos centímetros separaban nuestros cuerpos.

Mi ojos se desviaron a sus labios de forma inconsciente. Esos labios que tanto había besado y mordido. Esos labios que habían recorrido mi cuerpo años atrás, que se habían adentrado en zonas que ni siquiera creía posibles. Me fijé en que estaba mucho más fuerte que antes, mucho más ancho y sus brazos más musculados. No se parecía en nada al hombre del que me enamoré, pero era una versión muy mejorada.

—Sí sé con quién hablo. —Repliqué mirándole a los ojos negros que me mataban por dentro—. Hablo con el hombre que me folló y me dejó tirada como una puta colilla. Hablo con el hombre que me juró amor eterno y luego me abandonó en el altar.

La confesión de algo que creíamos enterrado se quedó suspendido en el aire como una mota de polvo. Era algo que no le habíamos contado a nadie, fue algo de lo más íntimo, algo a lo que ni siquiera nuestras familias iban a asistir a excepción de nuestros dos hermanos. Y cuando creí que la llama de nuestro amor era más fuerte que cualquier otro sentimiento... el deseo le llevó al error, al rencor y al abismo.

—Así que sí, sé con quién hablo —repetí sin haber escuchado palabra alguna por su parte—, coronel.

No me había dado cuenta de lo cerca que estábamos hasta que no me separé para salir corriendo de allí. Una lágrima bajó por mi mejilla mientras caminaba a paso rápido por el pasillo, pero entonces una mano se aferró a mi muñeca, haciendo que entrase en un cuarto de la limpieza. Supe quién había sido al instante. El coronel encendió la luz y me acorraló contra la pared mientras veía como las lágrimas bajaban por mis mejillas.

—Deja toda esta mierda, Bianca. —Espetó, llamándome por mi nombre después de tanto tiempo.

—No después de como tratas a mi actual pareja. No tienes ningún derecho a montar una escena de celos como la que has hecho nada más empezar la reunión. —Dije con rabia, sus ojos estaban clavados en los míos—. A nadie le importa lo que haga o no con mi novio en la intimidad y mucho menos a ti, James. Me lo dejaste todo muy claro cuando me vi sola, vestida de blanco y un ramo de rosas rojas que me había comprado mi hermana para la ocasión. Desde ese momento supe que no eres la clase de hombre que se compromete con nadie. Tú no te enamoras, James, tú haces que se enamoren de ti para después echarlos a la basura.

SIENNA CARUSO ©Where stories live. Discover now