Seducidas por mi tio

7.3K 25 0
                                    


Las oportunidades, por pequeñas que sean, siempre hay que aprovecharlas. Solo tenía dieciocho años, pero los había dedicado enteros a mi gran pasión. Cuentan mis padres, que comencé a bailar incluso antes que a caminar y que al poco de aprender a hablar ya les estaba pidiendo que me apuntaran a ballet. Con la mejor de las intenciones, me inscribieron en una modesta escuela de baile, pero pronto se me quedó pequeña.

Cuando cumplí los nueve años, me matricularon en una de las academias de danza clásica más prestigiosas del país. Supuso un gran esfuerzo económico para mis progenitores. Me exigía tanto, que para mí tampoco era nada sencillo compaginarlo con los estudios, pero merecía la pena. Todos mis profesores coincidían en que tenía talento para llegar muy alto.

En la academia conocí a la que se iba a convertir en mi mejor amiga, Estefanía. Era la única niña de mi generación que me podía hacer sombra. Nuestras virtudes eran muy similares y ambas aprendíamos y mejorábamos al mismo ritmo. Siempre fue una rivalidad sana que nos motivaba para seguir creciendo, jamás hubo un mínimo enfrentamiento entre nosotras.

Una vez cumplidos los dieciocho años y terminado el bachillerato, las dos nos volcamos en el ballet. Teníamos la posibilidad de llegar lejos, así que pospusimos la idea de estudiar una carrera universitaria para centrar todos nuestros esfuerzos en llegar a ser contratadas en una compañía de danza. Aunque para eso todavía nos quedaba mucho camino por recorrer.

El coste de las clases seguía siendo prohibitivo. En la academia sabían que nos dejaban tan poco tiempo libre, que era imposible buscar un trabajo para ayudar económicamente a nuestros padres, así que solían emplear a las mejores bailarinas para dar clases a las más pequeñas. No pagaban con dinero, pero nos abarataban los costes.

Ser seleccionada como monitora de baile, no solo era un gran reconocimiento, también era una oportunidad para demostrar tu valía. Debían escoger a una de nosotras para esa tarea, pero fueron incapaces de elegir entre Estefanía y yo, y nos dieron la posibilidad de compartir ese honor. Las dos aceptamos sin dudarlo.

- Estefi, no podemos desaprovechar esta oportunidad.

- Tenemos que demostrarles que no se han equivocado al confiar en nosotras.

- Nos dejaremos la piel como hemos hecho siempre.

- Así se habla, Noelia.

- Se quedarán alucinados con la coreografía de final de curso.

Dar clases de danza a las más pequeñas era bastante divertido, pero nos obligaban a ser exigentes con ellas. Pudimos detectar mucho potencial en un par de niñas, eran como Estefi y yo a su edad. Nos comprometimos a llevarlas, como mínimo, tan alto como habíamos llegado nosotras.

La ilusión por hacer que esas niñas triunfaran nos llevó a implicarnos todavía más en la coreografía del baile que tendrían que hacer al final de curso. El poquísimo tiempo que nos quedaba libre lo dedicábamos a confeccionar el baile, ensayarlo las dos y pulir errores. Nos quitábamos horas de sueño para seguir practicando, a veces sin tener en cuenta que lo estábamos haciendo de forma tan profesional que nuestras alumnas no nos podrían seguir el ritmo.

Una de esas noches en las que Estefi se quedaba a dormir en mi casa para poder ensayar, apareció el hermano pequeño de mi madre. Mi tío Julián era el triunfador de la familia. Un joven arquitecto de origen humilde que había ido ganando popularidad hasta codearse con los más grandes. Llevaba unos años viviendo en Nueva York y solía aparecer de vez en cuando, siempre por sorpresa.

- ¡Tío Julián! Tenía muchas ganas de verte.

- Y yo a ti, Noe. ¿Cómo va el ballet?

- Muy bien, creo que conseguiré triunfar como tú.

𝐑𝐞𝐥𝐚𝐭𝐨𝐬 𝐞𝐫𝐨𝐭𝐢𝐜𝐨𝐬 Where stories live. Discover now