Larga Espera.

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El cielo pintado de colores naranjas indicaba el final del día. A lo lejos se oía el rumor del largo río junto al que habían andado. El aire estaba levemente cargado de un olor salado, que confirmaba que estaban cerca de la desembocadura. Seguramente mañana a esa hora contemplarían el inmenso mar. Se habían internado un poco en el bosque para pasar la noche. Ella, sentada, apoyando su espalda en el costado de su peludo amigo, se había declarado oficialmente cansada de esa larga espera.

Los miembros de la manada estaban esparcidos en el lugar, sentados o acostados en varios grupos nada silenciosos, algunos charlando alegremente y otros quejándose del hambre… Como cosa extraña. Ayame se encontraba con Hakaku y Ginta; la chica de pieles blancas había procurado darle la espalda a Teruri con descaro, y aunque no le dirigía la mirada, se aseguraba de que la loba menor escuchara sus comentarios indirectos de desdeño. En cambio, Mio, se había sentado en silencio bajo un árbol cercano, y aunque estaba manteniendo la distancia, sus miradas constantes eran evidencia de que guardaba la esperanza de que la chica vestida de pieles oscura le indicara pronto que podía volver a su lado.

Teruri no deseaba eso.

La joven apreciaba ese momento de soledad, y aunque en su conciencia sabía que les tendría que pedir disculpas, ella no lo haría pronto. Sabía que no debió gritarles que la dejaran en paz, que no debió llamarles molestos y ruidosos, y que no debió decir que ellos la atormentaban. Había logrado ser tan atenta y tan paciente con ellos, pero en el momento en el que empezaron a exigirle que les contara sobre la deuda que Kōga tenía con ella, y tras ver la expresión del rostro de líder del clan, no pudo contenerse por más tiempo.

Después de todo, ella tampoco quería decir nada sobre ese asunto. No quería revelar aquella historia. No era necesario que los miembros de otras manadas se enteraran de que su padre había expulsado a un grupo de hombres lobo de su clan por haber traicionado sus costumbres. Tampoco debían saber que a pesar de vivir en el exilio, y por respeto a las esposas y los hijos que dejaron atrás, su padre procuró que el grupo se estableciera en un buen territorio en el que no corrieran demasiado peligro, desde el que podría vigilarles. No debía conocerse que ese fue el grupo que más tarde, y debido a la ambición que los había alejado de su hogar, cayó en la trampa de un monstruo que los asesinó y utilizó para atacar a Kōga. Ellos fueron la causa de que el joven líder emprendiera su aventura. Y por ellos fue también que Teruri, siendo acompañada de un pequeño grupo de guerreros experimentados, salió por primera vez de su territorio, con el fin de investigar lo ocurrido e informar a su padre. Todo su clan sabía que irían en busca de venganza más tarde. Pero, cuando ella descubrió que Kōga ya se había encaminado con ese proyecto en mente, decidió que era su deber acompañarlo y ayudarle a cumplir su objetivo, ella no permitiría que su padre fuera el que tomara esa responsabilidad para él solo. Después de todo, ella era su heredera.

Muchas cosas ocurrieron en esa época. Pero los pensamientos de Teruri viajaron directo al momento en el que se enteró, por la ruidosa boca del amor humano de Kōga, que a pesar de haber obtenido la promesa del joven líder de que él se encargaría de todo, a pesar de haber confiado en él y haber decidido que lo mejor para ellos era hacerse a un lado, regresar a su territorio y no volver a poner en peligro al chico de ojos azules, para así dejarle libre el camino para cumplir su venganza; poco después de su separación, a Kōga lo único que pudo ocurrírsele fue olvidarse de su objetivo, arrastrar el honor de su clan por el suelo y abandonar así como así todo el trabajo y su esfuerzo por acabar con Naraku. Dejar en manos de un híbrido una tarea que solo le era inherente a su especie. Los puños de la chica se cerraron con rabia al recordar que, por supuesto, ese sujeto tenía una gran deuda con ella.

Cerró los ojos por unos segundos para tratar de tranquilizarse. No quería estar allí. Hubiera preferido ir de caza también. Odiaba no hacer nada, odiaba sentarse a esperar, como lo había hecho muchas veces, años atrás. Aún odiaba que Kōga no le permitiera acompañarle. Pero, si lo pensaba bien, el que tuviera que esperar mientras el líder buscaba el sustento de la manada era el mejor modo de evitar una conversación incómoda entre ellos. Ella no quería escuchar las escusas que él utilizaría, y él no quería escuchar los reproches que ella le haría.

Sin embargo, Teruri no pudo evitar gruñir cuando percibió las pisadas triunfales del hombre de cabello oscuro, que por la manera como se movía, había logrado un gran éxito en su pequeña expedición.

Ella ya había cumplido. Él le pidió que cuidara a la manada, y sin importar si lo decía en serio, o solo como una manera de obligarla a quedarse, eso fue lo que la chica de ojos verdes hizo. Nadie podría reclamarle si en ese instante, sin decir una palabra, se levantaba y se alejaba del lugar, seguida de su enorme compañero. Para el momento en el que el aire se llenó de los gritos de alegría y alabanza de los lobos que recibían a su líder, Teruri y Yato ya estaban bastante lejos.

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Cuando Ginta y Hakaku alcanzaron a Mio, necesitaron unos segundos para procesar lo que sucedía…

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Probablemente aún estaban lentos porque apenas acababan de terminar su parte del glorioso ciervo que su líder les había traído cuando oyeron por primera vez los extraños rugidos que provenían de entre los árboles. Ambos decidieron ignorarlos porque se percataron de que Kōga actuaba como si no hubiese oído nada, y aunque sus orejas estaban de un color rojo intenso, y el extraño movimiento de su cola podría indicar preocupación, también era cierto que la cercanía exagerada de su prometida haría sentir nervioso a cualquiera… ¡Vamos! ¡La mayoría de los guerreros fingía dormir por esa razón!

Ambos amigos, no deseando abandonar a su líder en aquella situación, decidieron no hacer caso del sueño y el cansancio que sentían por un poco más, no era una mala idea pasar por donde el más joven de la manada debía estar cenando (¿Por qué no?), tal vez hasta podrían “compartir” un poco de la porción de jugosa carne del niño… Recorrieron el lugar dos y tres veces sin divisarlo, cuando de repente escucharon algo más aterrador que los incesantes ruidos del bosque… ¿Fue un grito? ¿Un quejido? ¿Fue real o solo su imaginación jugándoles una broma? Una mirada rápida que tropezó con los ojos de Kōga les hizo entender que las mismas preguntas invadían a su amado líder.

Rápidamente, ambos lobos se dispusieron a partir siguiendo al rápido jefe, pero tras unos minutos, notaron que le tomaría demasiado tiempo a Kōga convencer a su novia de que no estaba inventando excusas para evitar hablar de la boda… De mala gana, Hakaku y Ginta se dirigieron con paso veloz a la oscuridad desconocida del bosque.

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El cielo estaba nublado, sin embargo los hombres lobo se guiaron por su olfato y a pesar del gran olor a pescado fresco en todas partes, no tardaron demasiado en tropezar con Mio. El joven estaba arrodillado entre algunos matorrales. Ambos puños cerrados con demasiada fuerza. Un leve gruñido era todo lo que escucharon de él cuando se percató de que ellos estaban a su lado.

Hakaku iba a gritarle a todo pulmón, para preguntarle qué era lo que estaba pasando. Pero antes de que pudiera hacer nada, sintió un extraño escalofrío... Ginta colocó una mano temblorosa sobre su hombro y le pidió que callara… Desde más allá de la vegetación, mezclados junto al constante sonido de la corriente de agua, se podían percibir los extraños gruñidos con claridad… Demasiada claridad. ¡Estaban en frente de lo que los producía!

Y en el instante en el que una amable nube se dispersó en el cielo nocturno, y la luz de la luna menguante, que era apenas una fina línea curva en el firmamento, iluminó la Tierra, ambos vieron con horror la escena que se presentaba ante ellos… Y necesitaron unos segundos para procesar lo que sucedía…

“¡Te.. Teruri-chan! ¡¿Por qué estás peleando con un pulpo gigante?!” Ginta fue el primero que logró alzar su voz para algo más que no fuera balbucear.

Dos asquerosos y pegajosos tentáculos intentaban adherirse a las piernas de la joven chica, quien sostenía con ambas manos la endeble lanza mientras evitaba que un tercer apéndice de la criatura golpeara su rostro. Yato, desde el otro costado gruñía con furia mientras intentaba atrapar las húmedas extremidades con sus fauces.

Sin desconcentrarse de lo que estaba haciendo, la chica lobo desvió su mirada hacia los recién llegados solo por un segundo y con aliento entrecortado respondió. “¡Ah-ah! ¡No es un pulpo!” Acababa de herir con el filo de su arma al apestoso enemigo y ahora agitaba violentamente las piernas tratando de librarse. “¡Cala..mar!... ¡No… se acerque…  AAH!” Todos pudieron observar cómo la criatura aprovechaba un descuido de Teruri para aferrarse a su cola negra hasta hacerle daño. El gruñido de la chica fue comparable al de su lobo amigo.

“Ella no dejó que me acercara… Me dijo que me quedara aquí quietecito…” Sin dejar de mirar cómo la chica abandonaba en el suelo la lanza, mientras se movía de tal forma que logró enrollar un tentáculo alrededor de su cintura y en uno de sus brazos como si fuere el saco que siempre cargaba, Mio había empezado a hablar de forma temblorosa. “Kōga me acepta como a un guerrero más… Pero Teruri-san…” Ella logró girar una vez más y empezó a avanzar a pasos lentos y pesados, arrastrando consigo a la gigantesca criatura hacia el bosque, lejos del río.

“Mmm…” Hakaku, mucho más calmado ahora, consiguió una expresión pensativa cerrando los ojos y llevando su mano a la barbilla. “Eso es porque es mujer. Kōga no se deja arrastrar por sentimentalismos baratos, pero las hembras tienen la fea costumbre de ver a todo el mundo como un hijo en potencia.” Sin embargo, cuando abrió los ojos llenos de orgullo, se encontró con una mirada un tanto hostil de parte del joven lobo.

Yato se había puesto junto a la chica, y con tres tentáculos entre los enormes dientes, apoyaba lo mejor que podía en la titánica tarea de arrastrar a un ser mucho más grande que él, lejos de ese claro. Juntos ya habían recorrido una distancia respetable.

“¡¿Pero qué es lo que esperan?!” Mio estaba furioso, y se puso de pie mientras temblaba debido a la impotencia. “¡¡Yo no puedo ayudar, ella me lo prohibió!! ¡¡Pero ustedes par de…!! ¡¡¡Vayan allá!!!”

Teruri gruñó cuando divisó por el rabillo del ojo a los dos lobos cobardes acercándose lentamente. Estaba a punto de gritarles que ese no era su asunto y que se llevasen al niño de vuelta al campamento, cuando su campo de visión fue bloqueado momentáneamente por la gran figura de Yato que salió volando sobre su cabeza y que (por lo que pudo escuchar) terminó a varios metros en el interior de la vegetación… Probablemente derribó un árbol mediano. Cuando la chica sintió la presión que las extremidades de aquel monstruo ejercían sobre su pecho, brazos y rostro, se las arregló para gritar a todo pulmón. “¡¡¡Rápido!!! ¡¡¡No dejen que regrese al agua!!!”

Hakaku y Ginta no acostumbraban a llevar la iniciativa en las batallas. Ellos eran más del estilo de evitar las peleas y sobrevivir. Ser los primeros en atacar era algo que casi nunca hacían… Pero al tener una orden todo cambiaba, porque era algo que sentían muy natural. Recibir una orden y ejecutarla. Si no puedes hacer eso, no puedes ser la mano izquierda o derecha de un líder tan honorable como el suyo. Al oír la voz de Teruri no dudaron ni un segundo más.

“¡¡AAAAAAAAAAAAAH!!” Ambos guerreros corrieron con lágrimas en sus ojos y clavaron sus garras en dos de los apéndices de la fea criatura. Ginta hasta se las arregló para dar una serie de golpes al monstruo con uno de sus puños... Todo iba bien... Hasta que notó que el pulpo... O calamar gigante... O lo que fuese, los levantaba en el aire y los rodeaba con sus estranguladores tentáculos.

Esa fue la escena que encontró Kōga cuando por fin llegó.

“¡¿Qué es eso?!” Por supuesto que Ayame había estado detrás de él todo el tiempo. No pasó desapercibido para él la mirada de determinación de la loba que vestía pieles blancas. “¡Debemos ayudarlos!”

Pero antes de que pudiera avanzar, Kōga la detuvo colocando su brazo en frente. Ella abrió la boca para protestar, aunque no fue necesario hacerlo. En la mano del joven aparecieron las Goraishi. Ayame no ocultó su sonrisa. Esto acabaría en pocos segundos... O no.

“¡No te atrevas!” La voz furiosa de Teruri se alzó repentinamente. La chica de cabello corto había mordido uno de los tentáculos que la estaban aprisionando, y ahora colgaba sobre el suelo sujeta solo de un pie... Eso no evitó que le dedicara una mirada de rabia al líder de cabellos negros que se estaba acercando... Para rescatarla. “Lo vas a dañar.”

Kōga se detuvo en seco. Aunque tenía el ceño fruncido, no podía disimular la confusión en su rostro. ¿Hacerle daño? ¡Por supuesto que lo iba a dañar! ¡¡Ese monstruo estaba atacando a sus camaradas y... APESTABA!! ¿Por qué no le haría daño?... Observó un segundo las filosas garras en su mano... Y entonces comprendió... O eso creía. Teruri tenía toda la razón. En un momento tan precario, ella estaba demostrando tener mejores habilidades para liderar que él. Dejó escapa un gruñido. ¡Si atacaba a esa cosa con Goraishi, terminaría involucrándolos a todos en la explosión! ¡Les haría daño a sus hermanos!

Dejó escapar el aire en sus pulmones mientras las brillantes garras de su mano derecha se desvanecían. Y uniendo ambas manos sobre su cabeza saltó en contra de la bestia. De un solo golpe logró cortar el tentáculo que tenía capturada a la chica lobo.

Ayame, observando desde lejos, sintió una rabia repentina al ver como Kōga descendía al suelo con la joven en brazos. Estuvo a punto de admitir mentalmente que estaba celosa... Hasta que oyó el golpe. ¡¡Teruri acababa de golpear en el rostro a su prometido!!

“¡¿Estás loca?!” El chico confundido la había tirado al suelo y con una mano en su mejilla gritaba a todo pulmón. No había sido demasiado fuerte. Pero su orgullo estaba herido. “¡Bruja!”

“¡Idiota!” Ella se acababa de levantar e incluso se había puesto de puntillas para poder estar más cerca de su rostro... Para gritarle mejor. “¡¡Te dije que no lo hicieras!! ¡¡Yo puedo manejarlo sola!!”

“¡Oh, sí!” Kōga movía sus manos en todas direcciones con furia. “¡¡Todos debimos notarlo en el momento en el que esa cosa intentaba usarte como a una campana!!”

“¡Tú...!” Lo que seguía fue un gruñido de parte de ella... Pero fue interrumpido. Los dos lobos se miraron un pequeño momento cuando notaron el peligro. Y al mismo tiempo ambos se alejaron de un salto del lugar en donde estaban... Justo a tiempo. Un gran apéndice del calamar acababa de aterrizar ruidosamente en ese lugar.

Teruri, al volver al suelo, vislumbró el brillo cercano y, aprovechando el impulso, rodó sobre su espalda y tomó en su mano la lanza que minutos atrás había abandonado. Inmediatamente se puso en pie y buscó con la mirada al chico de ojos azules, solo para confirmar que estaba bien... No lo estaba. La criatura estaba agitando por los aires a tres hombres ahora... ¡Y estaba sujetando a Kōga por sus piernas! ¡Con lo sensible que es él en sus piernas!

Todo pasó muy rápido. Teruri sabía que debía detener a la criatura inmediatamente, pero antes debía ocuparse de Ayame, ella con seguridad iba a involucrarse sin pensar. Fue entonces cuando escuchó (y sintió... El suelo temblaba levemente) a su amigo que regresaba corriendo. “¡Yato!” Su voz llena de alegría. “¡¿Estás bien?!”

Al poderoso aullido del gran lobo se unió otro ruido aterrador. “¡WAGH!” Era Ayame quien estaba aterrizando cerca de ellos. Teruri, al verla decidió que esa batalla había durado demasiado. Con determinación sujetó en alto la lanza y se dispuso a atacar a la olorosa bestia... Pero ya no estaba allí. O eso pensó hasta que divisó a lo lejos como emergía la criatura de la superficie del río, levantando sus pegajosas extremidades y emitiendo un horrible ruido. Kōga, Ginta y Hakaku, empapados, respiraban agitadamente.

La chica vestida con pieles negras se acercó rápidamente a la orilla, pero antes de que pudiera pensar en su siguiente acción vio con horror como el monstruo acercaba a... lo que parecía ser su boca... al líder de los hombres lobo. ¡¡¿Acaso esa cosa se pensaba comer a Kōga?!!

“¡¿Qué esperas?!” El chico de cabello largo la regresó a la realidad. Su voz sonaba adolorida. De verdad se había hecho daño en las piernas. “¡Arrójame esa lanza! ¡Acabaré con esto!”

Ese sujeto era increíble. Aun en esa situación estaba pensando en derrota a su enemigo él mismo. “Pero... Yo no...”

“¡¡HAZLO YA!!”

Teruri rugió. ¡Él era imposible! Tomó el arma con su mano derecha y balanceó su cuerpo de tal forma que enorgullecería a cualquier maestro guerrero de su clan. Concentró todas sus fuerzas en el lanzamiento, apuntó a un lugar cerca del cuerpo de Kōga, no le sería difícil interceptar su lanzamiento... si la lanza no hubiera caído a escasos metros de ella. Todo el mundo observó con decepción como el trozo de madera desaparecía río abajo.

“¿En serio?” La voz de Kōga sonó aburrida.

“¡Aaaah!” Teruri volvía a discutir con él. Ignorando el hecho de que el calamar se hundía nuevamente, arrastrando a sus víctimas al fondo de agua. “¡Jamás dije que fuera buena con los lanzamientos!”

“¡Kōga! ¡Kōga! ¡Kōga!” Ayame se dirigió a la corriente de agua con desesperación. Se disponía a arrojase al agua cuando por segunda vez en la noche la detenían.

“¡Ni siquiera lo pienses!” Teruri la había tomado de la mano cuando pasó junto a ella.

“¡Tú, estúpida resbalosa! ¡¿Vas a abandonarlo cuando él intentó salvarte?!” La chica que usaba una flor en el cabello se deshizo del agarre violentamente, y le dio la espalda dispuesta a continuar.

“Tú no sabes nadar, ¿o sí?” Ayame se detuvo en seco, cuando volvió su mirada observó como Teruri se deshacía de su capucha alzándola sobre su cabeza. “Yo en cambio tengo algo de experiencia...” Alzando uno a uno sus pies también se deshizo de sus botas de piel negra. “Ahora si no te importa, toma mis cosas y aléjate de aquí. Por favor, deja todo en mis manos.” Por último, le entregó la pesada (En vedad pesada... Nadie creería que era así de pesada) y brillante armadura. Luego de eso, la chica más baja corrió internándose en el río, hasta que en cierto punto simplemente se lanzó a las profundidades, dejando detrás un montón de burbujas que explotaban en la superficie.

Ayame se quedó quieta uno segundos, absorta en lo muy silencioso que estaba todo. No despegó su vista del cuerpo de agua. Conforme pasaban los segundos más y más segura estaba de que hubiera sido mejor ir ella misma... Hasta que de repente una sombra larga llamó su atención.

Un largo chorro de agua había surgido sin previo aviso del río. La chica vestida de pieles blancas en un principio creyó que era un nuevo ataque del monstruo marino, pero con sorpresa notó que al desvanecerse este y dispersarse el agua, un muy mojado y casi ahogado Hakaku había aterrizado sobre la copa de un árbol cercano.

Sin pensarlo demasiado, la chica tomó las cosas que habían sido abandonadas en el suelo por Teruri, y corrió hacia él, con el fin de averiguar lo que estaba sucediendo; pero, antes de que lo alcanzara, un segundo estallido en el agua y un nuevo chorro liberó por los aires a un empapado Ginta. ¡Estuvo a punto de estrellarse contra unas rocas! Pero el gigantesco Yato logró interceptarlo como si de un juguete se tratase.

Después de eso no pasó mucho tiempo, el tercer golpe de agua dejó libre a un despeinado y quejoso Kōga, quien a pesar de sus heridas, se las arregló para no caer vergonzosamente en el suelo. Tras rodar algunos metros, logró detenerse con mucho estilo... Al menos así lo creyó Ayame.

La chica no pudo contener su alegría, corrió en pos de su prometido y lo hubiera rodeado amorosamente con sus brazos, si la primera cosa que él hizo no hubiese sido preguntar por la chica tonta de cola despeinada que los había metido en ese problema.

Aunque... Era cierto que la joven lobo aún no salía del agua, y ya habían pasado varios minutos...

Kōga se estaba obligando a levantarse, para regresar al río, cuando la volvieron a ver. La bestia acuática parecía estar muy adolorida, y ahora levantaba todos sus feos tentáculos, y en uno de ellos estaba la muchacha de ojos verdes, ella misma era la que se aferraba al calamar con sus propias manos y su expresión era triunfal... Aunque cambió inmediatamente. Probablemente,  porque el monstruo la estaba arrojando con violencia contra el suelo.

El joven líder reaccionó de inmediato. A pesar del dolor en sus extremidades inferiores, se movió a toda velocidad y logró interceptar a la chica justo a tiempo. Ella cayó sobre él y ambos rodaron por la orilla unos metros, pero afortunadamente sin graves daños.

El chico de ojos azules ignoró el dolor y logró incorporase un poco. Miró con alivio a la joven lobo que estaba sobre su pecho, aunque no podía ver su rostro por culpa del cabello castaño mojado que lo cubría, sabía que estaba bien. De todas formas... Iba a preguntarle si estaba herida... Lo hubiera hecho... Si ella no hubiese puesto su mano sobre su cara. “¡¡Yato!! ¡¡No dejes que se vuelva a hundir!!”

Un aullido muy fuerte precedió la enorme ola que terminó de empapar a todos los presentes. Nadie necesitaba adivinar... El enorme lobo se había arrojado al río.

“¡Eso es!” Teruri no perdió el tiempo. Colocando una rodilla en el estómago de Kōga, y entrelazando sus manos  frente a su pecho, cerró los ojos por unos segundos, inspiró profundamente, y luego dejó caer ambas manos en la superficie del agua.

En un abrir y cerrar de ojos todo se volvió blanco. Ayame muy sorprendida observó cómo lo que hace segundos era una fuerte corriente de agua, ahora era una sólida superficie de hielo, en la que en el centro sobresalía la figura de una impresionante criatura marina petrificada.


...


Dos minutos.

Eso fue todo lo que les tomó a los humanos para huir de la imponente presencia de Sesshōmaru.

Poco después empezó la llovizna.

Leve y constante, el agua descendía del cielo con cierta gracia en ese momento. Keruri intentaba recuperar la calma admirándola. El olor característico de la lluvia desvaneció el miedo.

Ella estaba sentada en la enorme raíz de un árbol que estaba a orilla del camino en el que momentos antes había estado luchando. Las hojas sobre su cabeza dejaban libres algunas gotitas que caían en su cabello humedeciéndolo. Con ambos codos apoyados en sus piernas, y su quijada apoyada entre sus manos, mantenía la vista en algún punto lejano.

Sesshōmaru se encontraba a algunos pasos de ella, estaba de pie en el camino de tierra, sin ninguna protección, el joven guerrero permitía que el agua descendiera libremente por su cabello y vestimenta. A sus pies Jaken, la pequeña criatura verde, hablaba incansablemente con él, aunque no había recibido ninguna respuesta de parte de su amo.

Unos metros más allá, entre la vegetación, estaban Miroku e Inuyasha… Aunque la chica lobo no los veía, a sus oídos llegaba la conversación…

“¡Déjame ver de qué te quejas, Inuyasha!”

“¡Te dije que no! ¡No te mostraré nada! ¡I.. Idiota! ¡Devuélveme mi camisa!”

“¡Ajá! ¡Lo sabía! ¡Mira estas quemaduras en tu hombro! ¿Te duele?”

Sí, dolían. Keruri se enderezó y llevó una de sus manos a su propio hombro… Era una de las consecuencias de eso que los humanos llaman “purificación”… Ardía mucho y se llevaría un poco curarse… No era una herida común y corriente. Si no hubiera sido por…

“Estás bien.” Sesshōmaru giró su cabeza levemente para poder observarla. Eran las primeras palabras que le dirigía desde que había aparecido para rescatarla.

“Sí.” Keruri contestó aunque eso no había sido una pregunta. “Sesshōmaru-sama, gracias.”

“Está muy bien que seas una criatura agradecida, tuviste suerte de que el amo bonito llegara a ti a tiempo.” Como era su costumbre, el hombrecito verde se inmiscuyó en el diálogo. “Afortunadamente el amo Sesshōmaru detectó a los feos humanos en seguida.” Y tras observar expectante a la chica por unos segundos continuó. “¿Y bien?... Hemos recorrido grandes distancias para oír lo que tienes que decir.”

Keruri abrió levemente sus ojos con sorpresa. ¿Ellos esperaban alguna explicación de su parte? Al regresar la vista a Sesshōmaru-sama, este no la estaba mirando, pero la joven lobo lo conocía lo suficiente como para saber que efectivamente esperaba oír algo de ella… Suspiró levemente. “Entiendo… Sobre el hecho que Rin me haya seguido hasta acá…”

“¡¿RIN?! ¡¡¿Dices que Rin está contigo?!!” Jaken se había alterado mucho, y empezó a buscar frenéticamente a la niña.

La chica de cabello largo y ondulado lo observó con curiosidad. “Eh… Sí, ella insistió en venir conmigo y…  Está segura con Royakan-san… Pero… ¿ustedes no lo sabían?”

El pequeño monstruo se enderezó avergonzado, aclaró su garganta y retomó la compostura. “Por supuesto que no. Se supone que esa niña debería estar siendo educada por humanos en esa patética aldea. Sesshōmaru-sama, está aquí porque nos enteramos que tú estabas desesperada por encontrarle y creo que a él le preocupaba…” La verde criatura se detuvo temiendo haber hablado de más, y miró asustado a su amo.

Keruri también se volvió para verlo con un leve rubor en sus mejillas. Ella sabía bien que Sesshōmaru-sama era muy amable y bondadoso, pero jamás pensó que él se molestaría en tratar de encontrarla al saber que ella necesitaba verle.

El apuesto monstruo de cabello largo mantenía sus ojos cerrados, como si no hubiera oído nada, estaba apacible. La llovizna aún no se detenía, y la escena de algún modo era tranquilizadora. Fue entonces cuando él volvió a verla con sus ojos dorados. “En marcha.”

Inmediatamente y sin pensarlo mucho Jaken y la chica lobo se dispusieron a seguirlo, sin necesidad de más palabras, ambos sabían que se dirigían a buscar a la pequeña Rin.

“Más tarde me dirás lo que ocurre.” Sesshōmaru no se detuvo al dirigirse a la joven de ojos oliva. Fue en ese instante cuando invadió su mente el pensamiento de que aquella niña vestida de pieles negras y grises, que le había seguido durante un tiempo, había crecido bastante.

La llovizna se volvió lluvia.

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⏰ Last updated: Dec 30, 2023 ⏰

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