Monstruo.

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"¡A... A... Ayúdenme! ¡Qué alguien me ayude! ¡Un monstruo! ¡Nos atacan! ¡Un monstruo con forma de bruja me quiere comer!"

Ella solo suspiró. Justamente eso era lo que quería evitar cuando decidió tomar ese pequeño, oscuro y ridículamente silencioso sendero que atravesaba el bosque, en vez de seguir el camino principal que dirigía a esa pequeña aldea. No es que necesitara guiarse por ninguno de esos medios, su nariz la había llevado hasta donde estaba, pero era bien sabido entre los suyos que antes que caer en un maloliente estanque lleno de lodo o de tener que sortear los peligros de algún acantilado, una alternativa menos molesta siempre serían las vías creadas por los seres humanos. Además, es imposible negar que el aroma de los hombres o cualquier rastro de su actividad, mantiene lejos a las criaturas más astutas, las que son un verdadero peligro, las que significarían una molestia más en su complicado viaje.

Una de sus cejas se alzó al ver como el hombre de mediana edad y ojos pequeños, dejó caer los trozos de madera que cargaba en su espalda, que probablemente le había llevado todo el día recoger, y salía corriendo. Tropezó contra un árbol y dos arbustos mientras seguía balbuceando cosas... Humanos.

¿Cómo no ven algo tan simple? Si ella los quisiera para su cena, nunca se enterarían de lo que les pasó...

Continuó su camino sin cambiar el ritmo calmado de sus pisadas. ¿Cómo es posible tener tan mala suerte? Que justo el día de su llegada, uno de los 30 habitantes (¿serán menos?) de una aldea diminuta, haya decidido recoger leña en este sitio escondido, que por el follaje que crecía a lo largo del camino, era evidente, estaba abandonado hace mucho tiempo... Cruzó los brazos sobre su pecho al escuchar las lejanas voces y el alboroto entre los pobladores, la visita que había planeado hacer rápida y discretamente, se convirtió en un abrir y cerrar de ojos, en un gran evento.

Hacía calor. No. Tenía calor.

Se detuvo un minuto para esperar que su mal humor fuese controlable, si se acercaba a la aldea en este instante terminaría incendiándola... Su mirada irritada se detuvo en sus pies, cubiertos con unas gruesas y esponjosas botas de pelaje negro, recordó frustrada como otros de su especie solo van descalzos por ahí; éstas le llegaban a las rodillas, donde su blanca piel no se descubría aún, un estrecho pantalón del mismo color cubría el resto de sus esbeltas piernas, tal vez no tan grueso, pero cálido... Demasiado cálido... Gruñó, mientras su cola, larga y negra se movía lentamente con rabia. De su cintura colgaba un cinturón de cuero, donde llevaba atado un frasco pequeño, muy bien cerrado, y donde ocultaba algunos cuchillos y las largas agujas que le robo a un ninja grosero, hace algunos años; además de una katana en una elegante vaina. La armadura de metales oscuros que cubría su pecho, tampoco descansaba sobre su piel como solían usarla otras tribus; bajo la misma, se distinguía un abrigador suéter de mangas largas, de un gris muy oscuro de algún tipo de tela, que ajustaba muy bien a su cuerpo; desde un poco más abajo de sus codos, hasta las muñecas, la pieza estaba cubierta con dos calentadores gruesos del mismo pelaje que el calzado. Sus manos, largas y delicadas, lucían unos hermosos guantes de cacería, que ella nunca permitía que nadie tocase, eran especiales, su madre mandó a hacerlos a un legendario artesano con cara de venado cuando ella empezaba a manejar sus armas, eran de un cuero especial, y se sujetaban solo en los dedos índice y medio, dejando a la vista sus afiladas uñas. En su espalda, llevaba un pequeño saco con provisiones y, dentro de un largo estuche del mismo material que sus sobrevalorados guantes, estaban sus armas favoritas. Pensó en cargarla de una vez, pero eso se vería amenazante... Se limitó a deshacer el seguro, así no tardaría en defenderse, si era necesario. Su largo cabello ondulado de color castaño claro estaba pulcramente recogido en una cola alta, dejando en evidencia sus orejas puntiagudas, de las que colgaban unos largos pendientes oscuros; sus largas pestañas enmarcaban perfectamente sus bonitos ojos de color verde oliva, una mueca era sostenida en sus labios... Apestaba a perro mojado.

Todo Sobre NosotrosWhere stories live. Discover now