Capítulo 5 | Poe Verne

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Eris Cohen

Damián nos confesó que todo había sido una prueba para Padme, esta vez fue ella quien se llenó de rabia y se fue contra el. Cuando nos fuimos a su casa le di un calmante y me sente frente a su ventana a leerme un libro.

Me fui cuando se levantó, no sin antes asegurarle que ya no estaba sola en esto.

(...)

A la mañana siguiente Padme paso por mi, había arreglado las cosas con Damián y ahora el nos ayudaría a hacernos pasar por novenas, y nos enseñaría a defendernos por nuestra cuenta.

Estábamos paradas frente a la mansión de aquel rubio quien solo parece pensar con la cabeza de abajo. Vive en uno de los barrios más exclusivos de Asfil y su casa se podría describir como impactante y lujosa con enormes ventanales que daban vista a todo.

Cuando tocamos el timbre nos abrió un especie de sumiso confirmando mi teoría de que aquel noveno estaba enfermo.

El sumiso nos guió al patio donde nos esperaban Damián y Poe.

—¿Por qué le pones una correa al chico como si fuera un animal? —pregunte con el ceño fruncido cuando estuve frente al rubio.

El respondió que el chico era el de los gustos raros y que era un accesorio que a él le gustaba utilizar.

Damián nos entregó una daga a cada una. 

—¿Y en dónde se supone que las llevaremos todo el tiempo? —inquiero.

Damián se alzó el pantalón y mostró por encima de sus botas una daga envainada en una funda.

—Ah, ahí —musite mirando con curiosidad.

—O en la cintura —dijo Poe dándome otra de sus repulsivas miradas lujuriosas—. Tengo muchas fundas, puedo darles algunas.

Nos estaban explicando que la tendríamos que utilizar para defendernos de otros novenos. Cuando una muchacha vestida como el sumiso atravesó el patio con un carrito plateado.

—Aquí esta la Ambrosía que ordenó, señor Verne —dijo con la mirada fija en el suelo—. Y acaban de llamarlo para saber si estará presente en la próxima exposición de textos antiguos. Necesitan su participación como socio de la biblioteca.

Aquello llamo mi atención.

El le dijo a la sumisa que confirmara su participación y le llamó la atención por quedarse mirando a Damián. La muchacha se fue rápidamente con vergüenza y yo seguí mirando con curiosidad a Verne.

—¿Eres socio de una biblioteca? —le pregunte.

—Les pido que me llamen socio para mantener algo de modestia, pero soy beneficiario de unas cuantas —responde distraídamente mientras vierte líquido de la majestuosa botella en una de las copas.

—Es casi dueño de seis bibliotecas del país —le delata Damián—. Muy modesto, por supuesto. ¿Comenzamos o hablaremos de la bondad nata de Poe?

—Si, mejor comencemos —asentí sacudiendo la cabeza.

—Uh... quizás no tiene solo "eso" en la cabeza —susurro Padme a mi lado y la fulmine con la mirada, me ignoro y tomo su copa de Ambrosía.

Yo también tomé una, al igual que Verne y Damián.

—¡Por las novenas que están a punto de conocer lo que es vivir de verdad! —exclama el rubio con una flamante sonrisa.

Tomo un trago de la ambrosía y la verdad no me decepcionó, se siente tal como lo describió Padme, un elixir dulce y delicioso que hace explotar un montón de sabores en tu paladar.

Eris Hanson [La historia de una Traidora] -Fanfic de DamianDonde viven las historias. Descúbrelo ahora