Capítulo 2. Ave de mal agüero

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Un mes antes

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Un mes antes...

La adrenalina que palpita en las venas cuando llevas la mente, el cuerpo y tus habilidades al límite es una sensación embriagante.

Bellamy O'Neill se regocijaba en esta sensación durante cada carrera; desde que se introducía en el coche, desde que veía las luces cambiar con la cuenta regresiva y desde daba el primer y decisivo acelerón. Su cuerpo entero se sacudía con los movimientos del auto, vibraba por la velocidad y ponía a prueba sus reflejos y sus capacidades. Hoy más que nunca.

Hoy era la carrera definitiva de su trayecto como piloto. Años entrenando, años ganando y perdiendo, años batallando por hacerse notar y entrar a uno de los mejores equipos de Fórmula 3, Corvus. En su año debutante con el equipo, probó ser incluso mejor. Algunos lo llamaban un prodigio, otros, un ave de mal agüero. Un chico de tan solo veintiún años ganando carreras a diestra y siniestra, subido al podio en casi todas. Los puntos a su nombre se multiplicaban, su equipo era imbatible. Sin embargo, esto jugaría en su contra.

Bellamy no era el único piloto talentoso de Corvus; su compañero de equipo, Anthony Jackson, era igual de bueno. En la tabla de posiciones, él se encontraba justo debajo de Bellamy y sabía que, si Anthony ganaba el primer lugar en esta carrera, el puesto en las grandes ligas de la Fórmula 1 sería suyo.

Por lo tanto, en esa carrera en específico, no veía a Anthony como un compañero o un posible aliado, sino como un enemigo y un obstáculo. Y lo demostró.

—¡Deja de intentar rebasarlo! ¡Si chocan, estamos fuera! —lo reprendía uno de los técnicos del equipo a través del radio.

Bellamy, sin embargo, lo ignoró. Estaba colérico, tan enfurecido que podía gritar. Anthony se le adelantó en la última curva y ahora estaba en la delantera. Sentía que la victoria se le escapaba entre los dedos como agua conforme veía el coche alejarse más y más.

—¡Me vale un carajo! —bramó y volvió a precipitarse hacia Anthony, aventándole el carro, provocando una confrontación con su compañero, una que, de acabar en un contacto entre los automóviles, podría dar paso a un aparatoso accidente que los dejaría a ambos fuera.

«Prefiero que no gane ninguno a que gane él». Pensó entre su negación y su orgullo.

Quería ganar. Necesitaba ganar. Quería ganar. Necesitaba ganar. Quería...

—¡BELLAMY! —Escuchó a su padre gritando en su oído. Estaba furioso; podía imaginar su rostro contorsionado de la ira—. ¡Perdiste, ya basta!

Bellamy sintió aquello como un golpe directo a la boca del estómago.

—¿Qué? —La pregunta salió de entre sus labios como un lamento—. ¿De qué hablas? ¡Todavía puedo rebasarlo en la última curva!

Danger ZoneWhere stories live. Discover now