SI QUIERES LA VERDAD...

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Hay una tristeza, que no puedo, que no deseo;

Dejar vivir dentro de mí.

Es un nuevo día, mis heridas han sanado inexplicablemente rápido, pero solo las superficiales, mamá y yo no hemos hablado, he estado evitándola, me resulta difícil entender lo que hace, ella amaba a mi padre, y aunque no habla de él... sé que lo extraña, se aferraba igual que yo a la idea de que aún estaba, por eso no trabajaba con nadie, por eso tomo sola las riendas del hotel... y ahora vende la mitad...

No tiene sentido.

No para mí.

Algo falta.

Me escondo en la construcción más cercana al hotel, tiene una cercanía abrumadora con el bosque, está hecha de madera sintética y tiene un estilo abierto, la usaran los recién casados, y es la más moderna que hay en el pueblo. Parece que el pasado ha dejado de ser atrayente.

Una casa creada para la lujuria y la perversión humana, eso es lo que es.

El bosque me mira y yo lo observo, a pesar de todo me cautiva como si fuese la primera vez que le veo, es atrayente, es misterioso, todo cuanto le rodea va mucho más allá del entendimiento humano, al igual que el dolor que me inunda al verlo.

Como siempre estoy agotada, no es tan sencillo fingir que no sé nada, así que me siento en el suelo, frente al bosque, muerdo mis labios con desespero y pronto siento la sangre en mi boca, a veces el dolor físico calma el emocional, los sucesos de ayer pasan por mi mente una y otra vez, atormentándome, mofándose de mi cordura, Kara, el duende, las llamas... Asier y luego esta...

―Logan ―musito enojada.

Trago el nudo que comienza a formarse en mi garganta.

Una mano cálida toma mi barbilla y levanta mi vista. Es él, es todo lo que veo, está detrás de mí, arrodillado, tomando mi rostro, obligándome a ver el suyo. Sonriéndome con esos almendrados labios que solo sueltan mentiras.

― ¿Qué?

― ¡Logan! ―me alejo― ¿Qué haces aquí? ―pregunto más calmada.

―Iba a buscarte y te vi entrar aquí, ¿de quién te escondes?

Me quede helada, esa sonrisa que tiene en su perfecto rostro, siempre me desequilibra, miles de recuerdos bombardean mi mente en este momento, duele, las heridas tardan en sanar, lo sé mejor que nadie, y no hay cremas babosas que las hagan cerrar más rápido.

―No es de tu incumbencia ―me levanto y camino a la salida.

Él toma mi brazo izquierdo. El calor que desprende me hace sentir mejor, al menos unos segundos. Hasta que recuerdo sus mentiras.

Lo miro.

― ¿Serás sincero?

―Nunca te he mentido ―responde el mentiroso.

Suspiro.

―Claro que no, solo ocultas convenientes detalles.

Me suelto de su agarre y camino más rápido, pero me atrapa y me carga a la única habitación terminada.

― ¡¿Qué demonios piensas hacer?! ―pregunto alterada.

― ¡Lograr que me escuches!

―No tengo ningún interés en lo que quieras decirme ―suelto, intentando ignorar todos los recuerdos que me embargan, aquellos que una vez creí atesorar por siempre.

Él se da la vuelta y da un golpe a la pared. Lo que me asusta así que retrocedo, la única salida es la puerta y él está parado allí. Esto no pinta bien.

Draco, el bosque bromista.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora