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CAPÍTULO 2

LAS GOTAS DE AGUA  resbalaban por mi pelo hasta caer hasta mi espalda

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LAS GOTAS DE AGUA  resbalaban por mi pelo hasta caer hasta mi espalda. Las olas del mar me movían sutilmente encima de mi tabla. Después de llegar al chateu todos habían decidido hacer una pequeña siesta, pero yo no podía dormir, así que cogí mi tabla y me fui directa a la playa.

Disfrutaba de las vistas del horizonte, los pájaros volaban por el cielo y entre las nubes, el sol iluminaba todo el paisaje, y la brisa de aquel día me relajaba. Escuché como alguien entraba al agua, no me hizo falta darme la vuelta para saber quien era.

- JJ te reclama - dijo John B a mi lado entre risas -, bueno más bien reclama lo que sea que le hayas dicho.

Sonreí al imaginarme al rubio con la voz ronca, por haberse despertado hace minutos, y quejándose mientras salía a la terraza del chateau poniéndose su gorra.

- ¿Qué crees que pasará este verano? - curioseé con una sonrisa.

- Creo que Pope estará pegado a un libro durante los tres meses, Kiara estará ocupada hablando sobre el medio ambiente, y yo estaré ocupado hablando con todas las chicas que tendré detrás - aquello último me sacó una enorme carcajada.

- Pero, aquí la gran pregunta es que vais a hacer tu y JJ - enarcó una ceja.

- No te sigo - sonreí mientras volvía mi vista al horizonte.

- Yo creo que si lo haces - me salpicó con el agua del mar en la cara -. Vamos, ese rollo que lleváis entre vosotros dos.

- No hay nada entre él y yo - negué con la cabeza -. Además, ¿qué hay de la regla "nada entre pogues"?

- Como que vosotros dos estáis hechos para seguirlas - puso los ojos en blanco.

No pude volver a responderle porque a mi espalda los ladridos de un perro empezaron a escucharse. John B y yo volteamos hacia donde se encontraba Adler. A su lado estaba JJ con una pelota de goma y con la correa.

- Mira quien ha venido a verte, princesa - gritó el rubio desde la orilla.

A mi lado el moreno levantó las cejas con una sonrisa burlona que rápidamente le borré cuando le tiré de su tabla. Nadé junto a la tabla hasta llegar a donde me esperaban JJ y Adler, mi doberman.

- ¿Cómo lo has traído? - le pregunté al rubio mientras jugaba con el perro.

- Bueno, digamos que Aurora Evergreen tiene una cierta debilidad por mí - regodeó señalándose.

- Mi madre no tiene ninguna debilidad por ti, ya te gustaría - negué con una sonrisa.

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- Auch.

- Deja de quejarte o sabrás lo que es que te haga daño - amenacé a JJ.

- ¿Cuánto queda? Llevas media hora.

- Estoy acabando - busqué entre mi caja de decoraciones para el pelo de cuando era pequeña y saqué dos bolitas -. ¿Cuál te gusta más?

JJ miró las dos bolas, una roja con brillitos, y otra azul con ondas dibujadas y en un tono más oscuro. Pareció meditar mucho la respuesta.

- La roja, me pega más - enarqué una ceja ante su respuesta -. El rojo es pasión, y a las mujeres les encanta eso.

- Perfecto, te pondré la azul entonces.

El rubio se quejó ante mi decisión olvidándome de la suya. Le coloqué la bolita al final de la pequeña trenza que le había hecho en uno de sus mechones. Se levantó para observarse en el espejo. La trenza en si no se notaba mucho, si no le hubiera puesto tanto adorno. Llevaba la última bolita y por la trenza se podía distinguir algún que otro hilo de colores diferentes.

- Dios, los chicos van a reírse de mi en cuanto aparezca con esto - dijo mientras se inspeccionaba la trenza -. ¿Cómo he podido dejarme hacer esto?

- Porque me quieres - solté sin pensar.

El silencio fue lo único que se escuchaba entre nosotros. ¿Por qué había dicho eso? A ver estaba claro que JJ me tenía cariño, después de todo nos conocíamos desde hace muchos años, pero de ahí querer...

- Mamá - la llamé una vez había recogido todo -. Esta noche duermo con los chicos.

Mi madre estaba en la cocina, acaba de llegar de trabajar y en ese momento se estaba preparando la comida. Miró a JJ, quien estaba a medio lado, y cuando vio la trencita en su pelo no pudo fingir una sonrisa.

- Vale, cielo - me respondió -. Abrigaos bien que por las noches hace frío - JJ soltó una pequeña carcajada hacia el comentario de mi madre-. Y tú JJ más te vale tener cuidado con la moto que mi hija va encima.

- Sí, señora - dijo con una sonrisa, pero corrigió lo que había dicho al ver la ceja enarcada de mi madre -. Señorita.

- Eso está mejor. Mucho mejor.

Después de despedirnos de mi madre nos dirigimos hacia el chateau. Pope, Kiara y John B estaban en la terraza hablando, mientras mi perro estaba dentro en el sofá acostado.

Desde que tuve a Adler siempre había pasado más tiempo en el chateau que en casa, como yo. Al principio a los chicos no les gustó mucho la idea de un perro ensuciándolo todo, pero no hay quien se resista a Adler.

Cuando cayó la noche habíamos invitado a alguno que otro amigo y en ese momento estábamos dentro tomándonos unas cervezas y algunos fumándonos unos cigarros.

Un chico moreno y bastante atractivo me estaba besando el cuello en ese momento mientras estaba sentada en sus piernas.

- Eres preciosa, nena - susurró el chico en mi oreja antes de lamerla -. Y estás buenísima.

Después de eso empezamos a besarnos con ansias. Me apretó con fuerza contra él, y yo le acaricié la nuca.

Los demás no parecían darse cuenta de nuestro momento puesto que cada uno estaba probablemente o casi haciendo lo mismo con alguna de aquellas personas.

- ¿Quieres ir a mi habitación? - le dije dándole la última calada al cigarro para pasarle el humo.

- Pensaba que jamás ibas a preguntármelo.

Después de eso nos dirigimos cogidos de la mano hacia la puerta de mi dormitorio. Tenía la sensación de que alguien me estaba observando pero pensé tan solo eran los ojos de ese chico en la parte baja de mi espalda, hasta que me pegó a mi puerta para empezar a volver a besarme con ansias el cuello, y entonces vi como los ojos de JJ estaban clavados en cada movimiento que hacíamos.

La chica que estaba encima de JJ, rubia, delgada, con curvas, y con voz chirriante se movió. encima de él para susurrarle algo al oído, para luego tocarle la trenza que horas antes le había hecho yo. Aquello fue lo suficiente para que juntara mis labios con los de aquel moreno y empezara a besarlo con rabia para abrir la puerta de mi habitación.

Amor a la deriva [JJ Maybank]Onde as histórias ganham vida. Descobre agora