La Primera Señal: Los Mártires Ocultos

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La carreta iba a una velocidad considerable entre los caminos oscuros y llenos de neblina de las afueras de la ciudad, entre el heno y los bambues de la carreta se encontraban los jóvenes quienes espectaban el camino en silencio, el carretero, un hombre anciano al que Shinobu le había pagado continuaba el camino con cierta velocidad al conducir a su caballo.
Había pasado cierto tiempo después de aquel enfrentamiento en el restaurante tiempo que usaron al transportar a las mujeres a su okiya ya que nadie más iba encargarse de protegerlas y no estaban del todo fuera de peligro a no ser que los hermanos acabaran al menos con el señor Ryū quien era el que daba las órdenes, pero tenían que pasar por una muralla de bandidos para que eso fuera posible y lo creían ya que tenían fe y sabían que no estaban solos.
Yukina ya les había dictado las indicaciones para llegar hacia la guardia de Ryū, una fortaleza ubicada en una cueva, cueva que se podía encontrar al oeste pasando por el campo de las flores asagao y atravesando una parte de la llanura de la región la cual estaba invadida por la misma neblina causada por el frío nocturno haciéndole compañía las luciérnagas que se elevaban ocasionalmente.
La carreta fue bajando su velocidad lentamente hasta detenerse en una parte discreta de la llanura, en dónde no habían más que árboles, altos pastizales y más luciérnagas.
Terminaron por agradecerle al anciano de la carreta haciéndolo prometer que no contaría nada de lo que había sucedido a lo que él aceptó a cambio de unas monedas.
Cuando se fue los hermanos se escabulleron sigilosamente entre el pastizal oscuro, lograron distinguir una luz amarillenta a lo largo y junto a esta una estructura rocosa tratándose nada más y nada menos que de la cueva que servía como hogar para todos esos bandidos.

Se acercaron un poco más notando que habían tres hombres en la entrada de dicha cueva, parecían ser los encargados de custodiarla pues portaban espadas, notaron de igual forma como un par de hombres que bajaban de unos caballos, ingresaban a la cueva arrastrando consigo a alguien que parecía estar atado, lo más probable es que se trataban de alguna persona raptada.

Tal y como lo habían acordado en la carreta pusieron en marcha su plan, el mayor de los hermanos hizo una señal con su mano por lo que Shinobu lanzó una flecha hacia la parte superior de la cueva así alertando a los vigías, ahora el grupo de hermanos se había dividido en dos así los dos pares corriendo a cada extremo sin ser vistos.
Debido a la distracción de la flecha los vigías no se habían enfocado en sus entornos, estaban alertas pero aquello no les sirvió cuando uno de ellos fue jalado a la sombras no volviendo a aparecer, los otros dos sacaron sus espadas pero otro de ellos fue jalado de igual forma y el último simplemente fue congelado con una técnica de dedos cayendo al suelo totalmente paralizado.
Luego de haber paralizado al vigía Soshin volteó hacia Suichi quien se encargaba de inmovilizar al otro ladrón dejándolo inconsciente con una técnica parecida, ella se encogió de hombros para después asomarse viendo el otro extremo de la entrada de la cueva en dónde se encontraban sus otros hermanos que al igual que ellos ya habían inmovilizado al tercer vigía.

-Nos llamarán ninjas después de esto y eso no será honorable-
Volteó nuevamente hacia su hermano menor quien se aseguraba que el vigía que había dormido lo estuviera totalmente.

-Lo importante ahora son las personas que hay que salvar-
Dijo seriamente para después cambiar su expresión a una sonrisa.
-Adémas se que disfrutaste esto-

-No lo negaré-

Ambos voltearon hacia sus otros hermanos al otro extremo de la entrada de la cueva quienes le mostraron unas capas andrajosas que le habían quitado al ladrón junto a un sombrero kasas que este también tenía y al parecer todos los ladrones también, como si fuera su marca distintiva.
Los chicos entendieron al instante lo que les querían decir.

..

El haber ingresado a aquella cueva no fue tan difícil como lo habían creído, era más que evidente que los bandidos eran muy confiados respecto a la guardia que se manejaba aunque los hermanos habían hecho de las suyas para poder pasar desapercibidos por allí, como lo habían supuesto la mayoría de los bandidos vestían como los que habían en la entrada.
Cómo solo habían tres ropajes para hacerse pasar por ellos acordaron que uno de los hermanos fingiría ser un prisionero como al que habían visto y así lo llevarían dónde estaban las demás personas encerradas, claro, ese plan era riesgoso por lo que se tenía que saber llevar.

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